Capítulo 4

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Parte 1: El Libro

Después de cenar, en la noche de ese día, Hazel se ofreció a lavar los platos. No es que le gustara particularmente, pero quería ayudar a su mamá, Amelia.

Mientras Hazel se encontraba frente al fregadero, Amelia se sentó en la mesa revisando unos documentos.
-¿Qué tal el primer día? -preguntó Amelia, mirando a su hijo.

Hazel encogió los hombros y mantuvo la mirada fija en el fregadero.
-Supongo que bien -respondió con cierta indiferencia.

Amelia suspiró y miró a Hazel con preocupación.
-Hazel...

Hazel interrumpió a su madre antes de que pudiera decir algo más.
-Solo... estuvo bien, ¿de acuerdo? Y sí, sé que estamos haciendo esto por mamá, para que se sienta cómoda con su nuevo trabajo y todo eso -dijo, levantando la mirada hacia Amelia-. Pero desde la primera noche en este pueblo, su silla en la mesa está vacía.

Amelia bajó la mirada.
-Cariño, sabes que su trabajo...

Hazel la interrumpió nuevamente, mostrando su frustración.
-Lo sé. Cómo no saberlo si para ella todo gira en torno a su trabajo -terminó de decir Hazel mientras secaba sus manos.

Aunque a veces no le gustaba admitirlo, Hazel sentía la necesidad de expresar la verdad. Para él, no era justo que los únicos que habían hecho sacrificios fueran él y su madre. Se preguntaba cuándo Janeth realmente estaría presente y comprometida con su familia, en lugar de estar inmersa en su trabajo.

******

Hazel se encontraba en su habitación, tratando de conciliar el sueño en medio de la noche. Después de varias horas de intentarlo, cambiando de posición y cubriéndose la cara con una almohada, Hazel se sentía frustrado. La habitación parecía enorme y vacía, pero al mismo tiempo las sombras de las paredes parecían moverse. Hazel se sentó al borde de la cama y se pasó las manos por la cara, sintiéndose agotado.

Desde que se habían mudado a esa casa, solo él parecía tener estas malas noches.
En ese momento, un escalofrío recorrió su espalda una vez más, y escuchó lo que parecían ser susurros y murmullos. El suelo de madera comenzó a crujir bajo sus pies cuando decidió levantarse de la cama. Se detuvo y escuchó atentamente, pero no había ningún sonido. En ese instante, la puerta de la habitación comenzó a abrirse lentamente, y todo quedó en silencio hasta que se escuchó el sonido de "tag, tag, tag" desde fuera de la habitación.

Sin estar seguro de qué hacer, Hazel se asomó por el marco de la puerta y vio un pasillo oscuro y solitario. Miró hacia ambos lados y no vio nada. Sin embargo, volvió a sentir ese escalofrío en la nuca y sintió un gran peso en el estómago. De repente, volvió a escuchar los pasos, "tag, tag", esta vez parecían venir de la planta baja de la casa.

Hazel salió al pasillo, donde la oscuridad era interrumpida por un rectángulo de luz proveniente de una ventana al final del pasillo. Con la respiración entrecortada, se detuvo frente a las escaleras. No podía ver mucho al final del pasillo, ya que las luces del salón estaban apagadas. Bajó el primer escalón y, al intentar continuar, volvió a escuchar los pasos, pero esta vez venían detrás de él. Sus manos comenzaron a temblar y, en ese momento...

-Cariño, ¿estás bien?

Hazel reconoció de inmediato esa voz. Al recuperar el aliento, se dio la vuelta y se encontró con su madre, Janeth. Parecía ser que ella era la responsable de los ruidos que había estado escuchando. Hazel notó las bolsas debajo de los ojos cansados de su madre.

-No pensé que estuvieras despierto a estas horas. Oh, no me digas que te he despertado. Deberías volver a la cama, mañana hay clases. Huh.

-Sí, yo... solo iba a por un vaso de agua -mintió Hazel una vez se aseguró de que su madre era quien realmente había estado haciendo aquel ruido.

No parecía una buena idea contarle a su madre, que era psiquiatra, que había estado escuchando cosas desde que llegaron a la casa. Hazel no quería convertirse en otro paciente más de su madre.

*****

Una vez Hazel regresó a su habitación, se dio cuenta de que tal vez el escalofrío que había sentido antes había sido causado por la corriente de aire que entraba por las ventanas. Le pareció algo extraño, ya que no recordaba haberlas dejado abiertas. Aunque era algo fuera de lo común, no era lo más extraño que le había sucedido desde que se mudaron. Sacudió la cabeza para dejar de pensar en eso, caminó hacia las ventanas y las cerró.

Cuando intentó volver a la cama, Hazel volvió a escuchar un ruido, pero esta vez parecía provenir del ático, desde arriba. Hazel tomó su teléfono móvil y activó la linterna, trazando un camino hacia el ático. Trató de ser lo más silencioso posible al salir de la habitación. Se aseguró de que su madre ya estuviera dormida y escuchó nuevamente. Sí, eso sonaba como pasos. Y de repente, se detuvieron justo frente a la entrada del ático.

Después de unos minutos, con la ayuda de un banquillo, Hazel logró abrir la puerta que conducía al ático y entró. Lo primero que vio fueron varias cajas olvidadas, polvo y telarañas. Intentó escuchar de nuevo, pero solo había silencio. Miró más detenidamente a su alrededor y se dio cuenta de que el ático se parecía más un viejo estudio que nadie había usado en mucho tiempo que a un atico en si.

Con dudas, Hazel se acercó a un escritorio empolvado que se encontraba al fondo de la habitación. Al otro lado, vio una especie de biblioteca, con algunos libros ordenados en él. También había libros apilados en el suelo, algunos caídos hacía mucho tiempo. Tal vez el ruido que había escuchado fue el sonido de los libros al caer, pero Hazel descartó esa teoría cuando notó que el polvo en los libros del estante y en el suelo seguía igual.

También vio varios frascos rotos y otros con líquidos de colores llamativos, polvos y uno que otro con partes de animales flotando en un líquido amarillento y pegajoso. Alzando la mirada y guiándose por la luz de la linterna, Hazel se encontró con un cuadro al óleo de un misterioso hombre de mirada penetrante. Casi podía sentir cómo lo miraba. Y apartando la mirada, Hazel vio que sobre el escritorio empolvado reposaba un libro. Se inclinó un poco para acercarse, la cubierta se veía muy antigua. Tenía un título ilegible para él y el extraño símbolo de un triángulo invertido. Hazel intentó tocarlo, pero en ese momento sintió que alguien se acercaba por detrás. Rápidamente se giró, pero no había nadie. Y entonces el libro cayó al suelo, levantando una pequeña capa de polvo.

<<Carajo!>>, pensó Hazel mientras llevaba una mano a su pecho. Se inclinó y recogió el libro. Realmente parecía antiguo. Intrigado, Hazel lo abrió y hojeó las páginas desgastadas. Parecía estar escrito en un idioma parecido al latín, o tal vez era latín. Después de todo, Hazel no era experto en lenguas antiguas. Entre cada texto, encontró extrañas e inquietantes ilustraciones de lo que parecían ser monstruos, seres hechos de oscuridad, espectros, fantasmas y la lista parecía interminable. Entonces, sus ojos se detuvieron al llegar a dos páginas completamente manchadas de un negro intenso, y en una de las esquinas, Hazel logró leer una nota que estaba pegada sobre el texto original: "Aquí yace Antang nekrogah namaru afhta Ass Vided".

Hazel recordó las palabras del anciano en ese momento tan aterrador. De repente, un pequeño temblor sacudió todo a su alrededor. Fue como si la gravedad hubiera dejado de existir. La luz de la linterna de su móvil comenzó a parpadear y, de pronto, frente a él apareció el rostro de una mujer completamente demacrada y translúcida. Su larga cabellera ondeaba en el aire y parecía flotar sobre una niebla que comenzaba a consumir todo a su alrededor. Aquella parecia ser la mujer que había visto el día de su llegada.

Hazel quería gritar, salir de ese lugar en ese instante, pero su cuerpo no respondía a sus peticiones. Entonces, pudo ver cómo la piel del rostro de la mujer comenzaba a derretirse y hundirse, dejando al descubierto una calavera. Sus ojos se habían salido de las órbitas, dejando vacías las cuencas oscuras.

Con los ojos desorbitados, Hazel no podía creer lo que veía. La calavera de la mujer habló frente a él: "¿Qué has hecho?". La impresión fue demasiada para Hazel, quien perdió el conocimiento.

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