Capítulo 7

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Parte 2: El Lobo y El Fantasma

Después de bajarse del auto, Hazel se despidió de su madre Amelia y esperó a que se alejara antes de esperar a que Tara hiciera lo mismo con su padre. Al estar en el otro lado del estacionamiento de la escuela, Hazel dudaba de que el padre de Tara la viera, por lo que agitó la mano para llamar su atención cuando la vio sola.

-¡Hola, niño libro! -saludó Tara con una sonrisa- ¿Listo para resolver el misterio del dichoso libro?

-Supongo que no tengo otra opción -respondió Hazel encogiéndose de hombros.

En ese momento, Hazel notó cómo un viejo Cadillac se detenía cerca de ellos dos. Era el mismo que había visto la otra vez. Un chico, que parecía ser el doble de tamaño de Hazel, bajó del vehículo, luciendo una chaqueta del equipo de fútbol americano de la escuela. Lo acompañaba una rubia que llevaba un suéter morado y una mini falda verde, agarrada al ancho brazo del chico, tratando de llamar su atención. Era evidente que estaban discutiendo.

Junto al Cadillac, el chico asiático con el cabello teñido de rosa se detuvo, aparentemente esperando a que se calmaran los ánimos entre la rubia y el jugador. El volumen de la discusión habia subido lo suficiente como para que Hazel y Tara pudieran escuchar de qué iba el drama entre ellos dos.

-En fin -interrumpió Tara, ignorando la telenovela que se desarrollaba a solo unos metros de ellos-. Debo ir al club de teatro. Suelo ayudar ahí. Patrick me ha dicho que despues de clases nos puede atender ¿Te parece bien si nos reunimos después de clases?

Antes de que Hazel tuviera la oportunidad de responder, la chica rubia pasó entre ellos dos, y notó que parecía estar llorando. Luego, una montaña de músculos bloqueó la visión de Hazel.

-¡Fíjate! -le gruñó el jugador de fútbol antes de ir tras la rubia, empujando a Hazel en el proceso.

-Parece que tu suerte no es la mejor del mundo -comentó Tara a su lado-. Si no te matan los fantasmas y monstruos, lo hará Collin Summers.

-Ah, no me digas -soltó Hazel mientras se frotaba el adolorido hombro.

*****

Más tarde ese día, Hazel se encontraba en la última clase del día, que trataba sobre la historia del pueblo. Parecía que la clase duraba una eternidad mientras el profesor dictaba con entusiasmo cada capítulo del libro de historia. Hazel lo reconoció; era el mismo hombre que había apartado al anciano Finster cuando ingresó a la escuela.
Impaciente, Hazel sacudía su lápiz contra sus apuntes sobre las coloridas viviendas del recién fundado Maddison Falls, sin apartar la mirada de las agujas del reloj en la pared.

-Muchas tradiciones del viejo Maddison Falls las encontramos hasta nuestros días -continuaba hablando el profesor Murray con entusiasmo-, así como muchas de las estructuras originales de aquellos tiempos.

Sentado en su lugar, Hazel notó cómo la voz del profesor se empezaba a apagar y sus movimientos parecían ir en cámara lenta. A su vez, el aire en el salón parecía volverse cada vez más frío y denso. La mandíbula del profesor se movía cada vez más lento y sus labios ya no producían sonido alguno. Ni siquiera sus compañeros de clase eran capaces de moverse.

Otra aguja en el reloj avanzó con gran lentitud, acercándose más a las seis de la tarde.
Y fuera de la ventana, Hazel notó cómo el sol comenzaba a ser consumido por el ocaso. La poca luz que atravesaba los cristales de la ventana hacía que la imagen del salón de clases se tornara aún más tenue.

Todo quedó en silencio en ese momento, hasta que... tag, tag. Hazel volvió a escuchar ese sonido, unas pisadas idénticas a las que había escuchado en el ático sobre su habitación. Pero era imposible que el fantasma de aquella mujer lo hubiera seguido hasta la escuela. Hazel buscó la mirada de sus compañeros, pero nadie se movía.

Bienvenidos a Maddison FallsWhere stories live. Discover now