Hace tres años

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Yo solía trabajar en la gasolinera más famosa de Rousseff Town, la cual estaba en el centro del pueblo, justo a tan solo tres calles del cine, era realmente hermosa, estaba pintada de un azul celeste y con varias tonalidades blancas, la misma se ven aún más llamativa debido al gran cartel de luces de neón que se encuentra en el tejado que dice "Café-Gasolinera Hamilton Johnson" Mi trabajo era de mesera, era algo muy simple y sencillo que realmente odiaba, porque desde muy pequeña siempre quise ser algo más que una simple ama de casa, odiaba ver a mi madre pasar todo el día en la cocina y que su vida girara en torno a mantener limpia la casa y a las decisiones de papá; quería algo más para mí que eso, quería inspirar a las demás mujeres a ser valientes e independientemente. Mi sueño, mi sueño era ser una gran estrella de Hollywood, una de esas que cuando sale a la calle la paralizan por completo y su rostro está en todas partes, así como si te estuvieras acosando en cada esquina, en cada botella de Coca Cola o en cada tienda por la que pasas, porque a donde quiera que vayas ves su rostro, algo así como la gran Marilyn Monroe, pero terminé sirviendo cafés con sándwiches en un Café-Gasolinera del centro del pueblo a viejos gordos desagradables. Cada día en el Café era igual de aburrido que el anterior, y cada día tenía las mismas peleas con el encargado, su arrogancia y feroz machismo eran unas de las tantas cosas con las cuales yo no logré nunca convivir, era realmente un hombre desagradable y siempre sus trajes esmóquines machados de aceite olían a tabaco.

— Te he dicho una y mil veces que debes de ser más amable con los clientes, y muestra más el escote por Dios santo, eso nos gusta a nosotros los hombres, y cuando algo nos gusta gastamos más para tenerlo, y al ellos gastar más, pues más dinero tendré en caja, y me estás haciendo perder dinero — me dijo el encargado recostado de la barra con sus piernas entre cruzadas.

— Escúcheme bien señor Johnson, yo soy mesera, no prostituta— le dije muy enfadada y agitando la cafetera casi bacía.

— Tú harás lo que yo te diga, o si no, a la puta calle de donde saliste — me respondió acercándose lentamente a mi rostro mientras señalaba la puerta con su dedo índice.

—¿Sabes qué? Me largo de aquí, no tengo el por qué seguir tolerando esto por un salario de mierda — le respondí quitándome el nudo del delantal, le di la espalda y caminé rápido hacia la salida.

— Si, claro, vete a tu mansión con tus ochenta millones de dólares — me dijo mientras me alejaba de él en un tuno muy irónico.

—¡Vete a la mierda! — le grito a toda voz quitándome el delantal y lanzándoselo en forma de una bola directamente a la cara; cierro la puerta de un fuerte tirón y la campanilla de la misma se desprende y cae al suelo y todo dentro del Café miran nuestro espectáculo con cara de espanto.

Salgo caminado rápido por entre los tanques de bombeo de combustible con mis tacones marrones que hacían un talante taconeo al caminar de tal manera, me giré hacia atrás para hacerle un gesto desagradable al encargado, ya que estaba mira dime desde el Café y en un abrir y cerrar de ojos tropiezo con una manguera que estaba conectada a un auto rojo llenando el depósito de combustible, la misma se desprende y termino totalmente bañada en gasolina. Comienzo a gritar como loca mientras intentaba ponerme de pie, terminaba cayéndome una y otra vez.

— ¡Oh por Dios! ¿Se encuentra bien señorita?— dijo una voz agradable que al mismo tiempo me tomaba por ambos brazos y me ponía de pie.

— ¿Qué rayos hacía tu auto en medio? — le dije sin poder ver prácticamente nada, tenía gasolina en los ojos.

— Bueno... es que aquí es donde se llena el tanque — me dijo tímidamente.

— ¿Sabes algo? Mejor olvídalo si, ¿podrías darme algo con que limpiarme los ojos? — le dije mientras hacía quejidos por el ardor en mis pupilas.

Pecado Original Where stories live. Discover now