Nuestra Primera Cita

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Si dijera que no estaba totalmente ociosa porque James llegara a por mí, estaría siendo falsa. Moría porque llegara y me llevara lejos de esta realidad tan tormentosa; imaginar su cuerpo contra el mío mientras nuestros labios se convertían en uno solo y nuestras pieles se unían en una sola carne, era todo lo que estaba presente en mi cabeza, él me estaba haciendo olvidar todas las broncas que me echaba mi compañera y amiga de la infancia Madison y todo el cansancio del trabajo del Club. ¿Quién carajos era este chico que me hacía olvidar todo lo malo y me llevaba a un paraíso en el cual mi energía volvía a renovarse; quien era este chico que me había hecho creer de nuevo en el amor y sentir ese vértigo que te hace saltar el estómago a los que los imbéciles llaman mariposas, quien era James Winston que me hacía ser una persona amable y atenta? Todas las posibles respuestas a mis incógnitas fueron entorpecidas por el claxon de un auto al frente de mi edificio, me levanto rápido de mi cama, apartó las cortinas amarillas que cubrían mis ventanas de cristal y ahí estaba él, parado sobre la acera a un costado de su auto sacudiendo la parte baja de su saco negro a juego con sus zapatos y pantalón. Salí corriendo a través de toda la case, tomé un abrigo rojo que había dejado sobre el sofá mientras me gritaba a Madison que estaba en la cocina tomando una cerveza — ¡Me voy!

— Espera quiero verlo — me grito Madison mientras corría a asomarse a la ventana de la sala.

Toque muy desesperadamente los botones del ascensor y estaba ocupado así que bajé lo más rápido que pude las escaleras hasta que llegue a la recepción, en la cual el portero me saludó y yo no le respondí el saludo, mientras ya caminaba y había dejado de correr para no mostrar tanto interés, porque ya sabes, soy una dama y tenemos que mantenernos indiferentes, y hacer como que no nos importa aunque nos estemos muriendo de ganas.

— Buenas noches, señor James, ha llegado dos minutos tarde — le dije en un tono sarcástico mientras le entendía mi mano derecha.

— Lamentó el retraso Sta. Collins — dijo sonriendo un poco mientras me dejaba la marca de un beso húmedo en mi mano.

—Podemos irnos cuando quieras

— Enseguida — abre la puerta del copiloto

— Gracias — miré hacia mi departamento mientras entraba al auto y podía ver la silueta de Madison asomada en la ventana.

— ¡Oh, casi lo olvido! Esto es para ti — saca la rosa roja que traía en el bolsillo exterior superior del saco y me la da.

— Es hermosa, gracias — la miro, la huelo delicadamente mientras le miro.

— No hay de que, una hermosa flor para una hermosa señorita.

— Yo no te he traído nada — le dije un poco apenada.

— No te preocupes, no era necesario — dijo sonriendo mientras conducía por toda la calle.

— ¿Oye, y a donde vamos?

— Es una sorpresa, pero sé que te gustara, y ahora voy a ponerte esta venda en los ojos hasta que lleguemos — detuvo el auto, colocó delicadamente la venda sobre mis ojos haciendo nula la vista.

— Ok — sonrió con leves carcajadas mientras lo escucho sonreír a él también.

No hay nada que me provoque más que un chico que me gusta me haga sentir intrigada y más si se atreve a apostar que algo me gustará sin conocer mis gustos aún, hay que tener valor para hacer eso al menos conmigo. Cuando finalmente siento que detiene el auto le pregunto:

— ¿Ya llegamos?

— ¡Si! — respondió mientras sentía que bajaba del auto, abre mi puerta.

Intento salir por mi cuenta y me doblo el tobillo, lo que provocó que me quejara.

Pecado Original Where stories live. Discover now