Todo está bien

4 0 0
                                    

La sonrisa que tenía Manuel oyendo sobre la conversación de Alex con Dio estaba tan tensa que casi parecía congelada. De repente, Alex se detuvo y arqueó las cejas en su dirección.

—¿Pasa algo?

Manuel se apresuró a sacudir la cabeza e intentó relajar el rostro. Le dolían un poco las mejillas para ese punto.

—Todo suena genial, Alex —murmuró.

Ya era febrero y Alex no sólo conseguía ver a Dio y Agoreo cuando estos se lo permitían, sino que había mantenido varias conversaciones con ambos de vez en cuando. Dio incluso le dio algunas recomendaciones para aprender a meditar y tocaron unos temas sensibles de los que Manuel no tenía muchos detalles, pero sabía que esas conversaciones ayudaban a Alex a sentirse mejor después. Y eso era bueno. Cualquier avance de Alex era bueno y cualquier cosa que lo hiciese sentir bien lo era todavía más.

Era sólo que Manuel aún no se concentraba lo suficiente para hacer una "simple" meditación de diez minutos al día.

Y que a veces se sentía mal por eso.

Nada más.

Esto tampoco era culpa de Alex, claro. Mientras más lo oía, más seguro estaba de que era asombroso y tenía una gran capacidad. Él no la tenía.

—...y mi abuelo me regaló una baraja —continuó Alex cuando él le hizo un gesto para pedirle que siguiese.

—¿Vas a hacer consultas también?

Alex soltó una risita.

—No, si apenas voy a aprender, él lleva más de diez años con eso...

Alex estaba sentado en el borde de la cama de Manuel y no paraba de mover los pies sobre el suelo. Manuel se encontraba desparramado boca arriba a un lado, todavía con su pijama puesta. A diferencia de Alex, que hacía un montón de cosas durante la mañana, él se acababa de despertar. El otro se había colado dentro porque una de las gemelas le abrió la puerta del apartamento.

—¿Tú cómo vas? —preguntó Alex de pronto, regresando la mirada hacia él.

—Bien —La respuesta de Manuel fue automática.

Alex se quedó viéndolo durante unos segundos, pero como el otro no agregó nada más, volvió a girar el rostro y guardó silencio durante unos momentos.

—Mi abuelo me está enseñando algo —indicó en voz más baja—. Se llama "hablar".

Manuel dejó escapar un bufido de risa.

—¿Y en qué consiste? —preguntó, siguiéndole el juego.

—Bueno, por lo que he entendido, porque no soy tan bueno en esto como él, es como que...si te pasa algo, lo dices.

—Vaya.

—Sí, lo sé, nunca se me hubiese pasado por la cabeza —Alex asintió varias veces lentamente—. La idea es que digas qué te pasa o por qué te sientes mal y la otra persona no te va a culpar ni a tratar mal ni a hacerse la víctima, sino que va a hablar también y se supone que después buscan una manera de que los dos se sientan bien. O algo que a largo plazo haga que se sientan mejor, creo.

—Impresionante.

—Sí, sí, y ahí hablas de sentimientos, pero eso es más complicado porque él dice que no diga "tú me haces...", sino que tiene que ser un "yo me siento" porque si dices que la otra persona "te hace sentir" es como...echarle la culpa.

—Todo suena bien —Manuel asintió.

—¿Tú sabes hacer eso? —indagó Alex, ladeando la cabeza.

NaguaraWhere stories live. Discover now