XI: ''Yo siempre regreso''

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Una vez en el hospital, Will se apresuró a través de los pasillos del, su corazón martilleando con fuerza contra su pecho. El miedo lo consumía, las imágenes de Abigail malherida atormentándolo con cada paso que daba. Doblando una esquina, divisó a Hannibal de pie frente a una sala de espera, su postura impecable como de costumbre.

Al acercarse, Will lo estudió con ojos ansiosos, buscando respuestas en su semblante sereno.

—Hannibal... ¿Dónde está Abigail? ¿Cómo está ella? —preguntó sin rodeos, su voz tensa por la preocupación. Hannibal lo miró con calma, sus ojos reflejando una comprensión tácita del torbellino emocional que agitaba a Will.

—Abigail está siendo atendida por los médicos en este momento —respondió con su habitual tono mesurado—. Sufrió una contusión cerebral bastante severa que ha provocado inflamación y está afectando su memoria.

Will contuvo el aliento, sintiendo como si un puño invisible apretara su pecho. La idea de que Abigail, su preciada hija adoptiva, estuviera luchando por recordar lo atormentaba profundamente. ¿Qué había pasado? ¿quién? Todo esto tenía un nombre muy bien recordado por Graham: William Afton.

—¿Y los niños? ¿Dónde están Mike y Abby? —preguntó con urgencia, temiendo la respuesta.

Hannibal hizo un gesto hacia la sala de espera detrás de él.

—Están aquí, por supuesto. No deseaba que presenciaran a Abigail en este estado, pero Michael insistió en venir. Y no podíamos dejar a la pequeña Abby sola en casa.

Deslizó una mano reconfortante sobre el antebrazo de Will, sus ojos reflejando una calidez solo reservada para su esposo.

—Sé que es una situación angustiante, Will. Pero debemos ser fuertes, por el bien de nuestra familia. Abigail es una joven valiente y luchadora. Con nuestro apoyo, superará esto.

Sus palabras, dichas con esa calma imperturbable tan característica de él, eran como un bálsamo para el alma atormentada de Will. Se permitió respirar hondo, encontrando un atisbo de serenidad en el ancla que Hannibal representaba.

—Tienes razón... como siempre —murmuró Will, pasándose una mano por el cabello en un gesto cansado—. Necesito verla, estar ahí para ella. Y los niños... Deben estar aterrados.

Se giró hacia la sala de espera, su mirada determinada.

—Vayamos con ellos. Somos una familia y afrontaremos esto juntos, como siempre lo hemos hecho.

Deslizó su mano en la de Hannibal, entrelazando sus dedos en un gesto íntimo que les brindaba fuerza mutua. Juntos, avanzaron hacia la sala, dispuestos a enfrentar los desafíos que se avecinaban con la misma determinación inquebrantable que los había mantenido unidos a través de las sombras más oscuras.

El tiempo parecía transcurrir con una lentitud agónica en la sala de espera del hospital. Will se encontraba sentado junto a la cama de Abigail, observando cada pequeño movimiento, cada respiración superficial, en busca de alguna señal de mejora. Pero los días pasaban y la recuperación de su hija adoptiva parecía estancada, como si una niebla espesa hubiera envuelto su mente.

En un rincón de la habitación, Michael Flores se mantenía en silencio, su presencia reconfortante para Will en medio de esta prueba interminable. Como su compañero en la Unidad de Crímenes Violentos y de Menores, Michael había sido un pilar de apoyo inquebrantable, negándose a apartar a Will de la investigación sobre los crímenes de William Afton, a pesar de las protestas de Jack Crawford.

Will recordaba vívidamente la acalorada discusión entre Michael y Jack, sus voces elevadas resonando en los pasillos del FBI.

—¿Cómo puedes esperar que Graham se mantenga objetivo en este caso, Flores?— había espetado Jack, su ceño fruncido en una mueca de preocupación. —Su hija adoptiva está en el hospital, su propia familia está en peligro. Es demasiado personal para él.

Banquete AnimatrónicoWhere stories live. Discover now