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Veo a mi esposa reírse de algo que dice Soobin mientras se levantan de sus asientos al final de mi clase, y algo parecido a los celos se instala enmi estómago

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Veo a mi esposa reírse de algo que dice Soobin mientras se levantan de sus asientos al final de mi clase, y algo parecido a los celos se instala en
mi estómago. Soobin mira por encima del hombro, directamente hacia mí, mientras su brazo rodea los hombros de Bea. El hijo de puta me sonríe mientras la arrastra y mi sangre comienza a hervir. Debería haberlo reprobado por esa jodida carta de amor que me dio.

―Tengo una pregunta, profesor Jeon ―dice una de mis alumnas, obstruyendo mi camino mientras intento seguir a Bea. Ella mueve las pestañas de una manera que estoy seguro le parece atractiva, pero eso simplemente la hace verse como si estuviera teniendo una reacción alérgica.

―Envíame un correo electrónico ―le digo, antes de rodearla y agarrar mi teléfono para ver a dónde lleva Soobin a mi esposa. Algo en la forma en que me miró me recordó lo que Bea me dijo el día que hablamos de nuestro compromiso: que quería que la dejara ir una vez que se acabara nuestro tiempo para poder encontrar a alguien que la amara como yo no puedo. ¿Tenía en mente entonces a Soobin?

La inquietud recorre mi columna mientras entro a la biblioteca. Si no la hubieran obligado a casarse conmigo, él es exactamente el tipo de hombre que ella habría elegido. Es inteligente, confiable y bastante guapo, pero lo más importante es que la hace reír.

Los encuentro a los dos sentados en la parte trasera de la biblioteca y me detengo para perderme de vista. Mi esposa ve su cuaderno, pero él la mira a ella. Reconocería esa expresión torturada en cualquier lugar: él está enamorado de ella pero sabe que no puede tenerla. Jung Kook vio a Ha-ri de esa manera durante años, mientras estaba dispuesto a casarse con su hermana mayor.

Bea se levanta de su asiento y camina hacia una de las estanterías, zigzagueando entre las innumerables filas, y yo sonrío mientras la sigo
en silencio hacia el enorme laberinto que Astor College llama su biblioteca. Mi esposa se detiene frente a una colección de libros sobre aerodinámica dentro de la sección de ingeniería y yo reprimo una sonrisa mientras me acerco sigilosamente detrás de ella.

Mi mano cubre su boca justo antes de que mi cuerpo roce el suyo y ella jadea.

―Tranquila, pequeña hada ―murmuro mientras la presiono contra la estantería. Su cuerpo se relaja ante el sonido de mi voz y sonrío mientras me acerco e inclino su cabeza, exponiendo su cuello.

Ella gime cuando le aparto el cabello con la mano libre y coloco mis labios contra su oreja.

―Dime, cariño. ¿Pensaste que te saldrías con la tuya al permitirle rodear con su brazo lo que es mío?

Se ríe contra mi mano, para nada intimidada, y eso me encanta de ella. Es tan dulce la mayor parte del tiempo, pero este lado suyo es todo mío.
Muevo mi mano hacia abajo hasta que tengo mis dedos extendidos sobre su estómago.

―Respóndeme.

―No. Sabía que estarías celoso y dejé que lo hiciera de todos modos.

Envuelvo mi mano en su cabello y le jalo un poco la cabeza hacia atrás para verla.

LA PROMETIDA SECRETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora