68

31 9 2
                                    

68

Mis nervios están completamente fuera de control cuando tomo la mano de Bea entre las mías, todavía un poco incrédulo de que ella estéaquí conmigo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




Mis nervios están completamente fuera de control cuando tomo la mano de Bea entre las mías, todavía un poco incrédulo de que ella esté
aquí conmigo. Le di todo por lo que se casó conmigo, todo lo que necesitaba para salvar la empresa de su papá, pero aquí está.

Conmigo.

Por elección.

Pasó una semana tras otra y ella seguía ahí, incluso en momentos de debilidad, en pesadillas que me hacían distanciarme de ella durante
horas y horas, me ha demostrado gracia y paciencia infinita. Mi esposa me hizo darme cuenta de que antes de ella ni siquiera sabía qué era el amor.

―¿A dónde vamos? ―pregunta mientras le abro la puerta del auto.

Le sonrío mientras me inclino para abrocharle el cinturón.

―Ya verás. ―Nuestros ojos se encuentran y ella me sonríe mientras desliza su mano alrededor de mi nuca y me besa, casi haciéndome olvidar mis planes.

Gime decepcionada cuando me alejo, y su mirada recorre mi rostro tranquilamente. Hay algo jodidamente emocionante en la confianza en sus ojos. Ella sabe que soy suyo y se deleita con eso. Conozco muy bien el sentimiento.

Bea pone su mano en mi muslo cuando me uno a ella en el auto, mi corazón late salvajemente.

―Dame una pista ―me suplica.
—Has estado actuando raro toda la mañana, ¿sabes? Tengo mucha curiosidad por saber qué estás haciendo.

Me río entre dientes, incapaz de resistir esa adorable voz que pone cuando quiere algo de mí.

―Te llevaré a ver una bonita vista.

Hace un puchero y me lanza una mirada irritada.

―Eso no es una pista, y lo sabes. Dijiste eso la semana pasada y luego me llevaste al espejo en nuestro vestidor.

Sonrío mientras pienso en la expresión de incredulidad en su rostro ese día y la forma en que se echó a reír. Ella aprieta mi muslo, probablemente también recordando la forma en que la hice verse correrse poco después, con mis dedos enterrados en su coño y mi mano en su garganta.

―Fue una bonita vista, y admito que lo que te estoy mostrando hoy no será tan bonito, pero creo que lo disfrutarás de todos modos, o al menos eso espero. Realmente no estoy muy seguro.

Mi tono debe haber delatado mis nervios, porque su toque se vuelve relajante mientras acaricia mi muslo.

―No importa a dónde vayamos, Tae. Seré feliz mientras esté contigo.

La veo y entonces me doy cuenta, realmente lo dice en serio. A Bea nunca le han gustado los grandes gestos: le encantan las comidas caseras y los batidos, jugar con herramientas y bailar. Ella ama nuestra vida tanto como yo, pero eso no significa que también no merezca grandes
gestos. Se merece el mundo y se lo daré si puedo.

LA PROMETIDA SECRETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora