20. ensayo

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El lunes llegó y tener que ver a Martin sin poder hablarle o tocarle fue de las peores sensaciones a las que Juanjo se había tenido que enfrentar nunca. Ni siquiera recuerda cómo era poder ignorarle, saber que estaba cerca y no tener la necesidad casi enfermiza de girarse a mirarlo. Porque ahora se sentía ansioso de encontrárselo solo en algún momento, poder aprovechar cualquier mínimo segundo para acercarse y tocarlo de cualquier manera.

Ya se había sentido morir cuando lo había visto esa mañana temprano, con su cara de recién levantado y esas ropas que podrían pasar por un pijama sin ningún problema. Haber compartido una mirada cómplice por el espejo no era suficiente. También cuando lo había tenido que ver en los pasillos y que fuera acompañado de Ruslana. Encontrárselo en el baño pero no poder hacer el mínimo amago puesto que Paul estaba cerca. Verlo a lo lejos en la cafetería y dudar de si mandarle un mensaje o no por si algún ojo curioso leía la notificación por accidente. Saber que estaban en el mismo pasillo y no tener opción a acercarse porque todos los verían.

Literalmente iba a volverse loco y nadie podría ayudarle.

Y no estaba seguro de si en el acuerdo silencioso que habían firmado días atrás estaba permitido simplemente llamarse y quedar para verse, porque todo era muy reciente y podría ser muy apresurado. Juanjo tampoco quería intimidar a Martin, y le daba un poco de vergüenza hacer el ridículo viéndose así de desesperado. Concienciarse de que tal vez lo mejor sería simplemente esperar fue bastante difícil, sobre todo porque si por él hubiera sido ya hubiera abandonado a su hermana en el aparcamiento para poder tener un rato a solas en el coche con el vasco.

Pero sus padres lo matarían si lo hiciera, porque desde luego la pelirroja no tardaría en delatarle, y hubiera sido extraño que por su propia voluntad hubiera demostrado interés público en estar con Martin, porque siempre solía fingir lo contrario.

Tuvo que aceptar simplemente volver a aparcar frente a su casa y verlo irse, sin poder despedirse siquiera. Juanjo juraba que hasta había comido de mal humor.

Estaba completamente aburrido en su habitación cuando Ruslana entró en ella, sorprendiéndole por ni siquiera haber tocado antes. Estuvo a punto de gritarle que le dejase en paz, pero como ellos no solían pasar más tiempo del estrictamente necesario juntos decidió esperar para ver qué quería. La chica no hubiera dado el primer paso a interactuar con él nunca a no ser de que fuera o bien para tocarle los cojones o bien para algo importante.

"Hoy es día de jornada abierta en el teatro donde estudia Martin y quiero que me lleves."

Y por supuesto que esa era un de las importantes. Mucho, de hecho.

De todas formas Juanjo intentó hacerse un poco el duro, a pesar de que su primer instinto había sido ponerse en pie y buscar sus zapatos. Hubiera sido demasiado evidente si simplemente hubiera dicho que sí.

"¿Que? ¿Para qué?"

"Pues para ver cómo ensayan, que están preparando una obra para dentro de poco. Además, estará Violeta. Tú puedes ir por tu lado y yo por el mío."

Juanjo tuvo la poca vergüenza de rodar los ojos y chasquear la lengua, como si aquello le supusiera algo que no quería hacer.

"¿Y cuanto dura eso? Tengo cosas mas importantes que hacer."

"Pues ni idea, supongo que lo de siempre. Una hora y media si Abril no se retrasa mucho."

Esa cantidad de tiempo le parecía hasta insuficiente. A él no le hubiera importado tener que pasarse la tarde entera admirando a Martin sobre un escenario. De hecho, estaba seguro de que hubiera podido aguantar días enteros si se lo proponía. Ver a Martin improvisar un papel siempre le había gustado, incluso cuando se pasaba la vida gritando a los cuatro vientos lo insufrible que era tener que ir a verlo a obras de teatro.

Guilty as Sin?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora