cuarto extra, toda una vida junto a ti

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Martin frunció el ceño, notando como los brazos de Juanjo le envolvían la espalda. Se permitió relajarse, expulsar todo el aire que sin darse cuenta había estado reteniendo. Luego cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, apoyándose en el pecho de su marido.

"Amor..."

"Estoy bien, no te preocupes."

La brisa que se filtraba por la ventana se sintió reconfortante. Lo suficientemente fresca como para sacudirle de arriba a abajo, erizándole la piel en una sacudida repentina. Era de madrugada y él aún no había logrado conciliar el sueño. No después del día que llevaba.

El aliento de Juanjo chocó contra la piel de su cuello. Martin no pudo evitar estremecerse.

"No lo pareces."

"Pues te prometo que estoy bien."

"¿Seguro? ¿No quieres que hablemos de lo que ha pasado antes?"

"No lo sé" sus palabras sonaron avergonzadas, el tono de su voz siendo a penas un susurro entrecortado.

"Eh, que soy yo. Puedes confiar en mi" los brazos que le envolvían le apretaron con más fuerza, y Martin no pudo evitar hacerse pequeño entre las manos de Juanjo. "De entre toda la gente con la que podrías haberte casado has acabado dando conmigo, y mira tu por donde, no hay nada que yo disfrute más que escuchar a mi marido hablar. Sobre todo si lo hace de las cosas que le preocupan. Así que, después de catorce años juntos, ¿de verdad vas a decirme que te da vergüenza contarme algo?"

Apretó los ojos con más fuerza cuando notó los labios de Juanjo besarle la mejilla, luego la mandíbula, trazando un recorrido tranquilo por su cuello hasta llegar a la curva de su hombro. Los dedos que le sostenían se aferraron con más fuerza a la piel de sus caderas, cubiertas tan solo por el elástico de los calzoncillos negros que vestía, y la barba de pocos días que recubría el mentón de Juanjo le hizo estremecerse de pies a cabeza, acelerándole también el ritmo del corazón.

Frunció el ceño y trató de encontrar su voz, pero nada parecía querer salir por su garganta. El nudo que le aprisionaba el estómago a penas le había dejado descansar en toda la noche, y de repente no encontró las palabras para hablar de lo que tanto le estaba preocupando. Todo lo que Martin quiso hacer fue hundirse entre los brazos que le sujetaban, quedarse ahí por siempre. Habían sido unas semanas complicadas. Necesitaba un respiro.

"¿Has cogido la mochila con las toallas?" le había dicho esa misma mañana Juanjo, hablando en un tono bajo para no despertar a Eric.

Habían salido temprano y aún les quedaban algunas horas de viaje antes de llegar a Bilbao, en dónde a penas el verano pasado habían conseguido encontrar una casa para pasar sus vacaciones cada vez que pudieran escaparse de Madrid. Martin intentaba concentrarse en el libro que tenía sobre su regazo y Juanjo, a su lado, conducía de manera tranquila, sin prisas. En la radio se reproducía alguna canción que ninguno llegó a identificar. Hacía calor. Según habían visto la noche anterior mientras cenaban, aquellas últimas semanas de agosto serían las más calurosas de todo el verano. Se notaba en el aire y en la piel pegajosa de la mano de Juanjo, reposando como en un acto natural sobre el muslo de Martin.

"Si."

"¿Y el peluche del crío? Ya sabes cómo se puso la última vez cuando se nos olvidó cogérselo."

Martin apretó los labios en una sonrisa contenida, tratando de aguantarse una carcajada. Levantó la vista y miró a su hijo a través del espejo retrovisor. Seguía durmiendo, con los labios entreabiertos y las mejillas tan sonrosadas como las tendría cualquier niño de seis años.

"Si, también lo he cogido" entrelazó su mano con la de Juanjo, dándole un suave apretón cómplice. "Estate tranquilo, he comprobado la lista mil veces antes de salir."

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⏰ Last updated: Oct 23, 2024 ⏰

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Guilty as Sin?Where stories live. Discover now