eremophobia

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Marzo 2014

No estaba orgullosa de mí misma por perdonar tan rápido; aunque tampoco sabría nunca qué hubiera pasado si no hubiera perdonado a Sara por lo que había pasado. 

Sólo sé que hoy en día no me arrepiento de haberlo hecho. 

De todas formas, no vale la pena matar una relación de diez años por un chico 

No salía los fines de semana, pero sí que iba todos los martes y jueves a aerobic. Odiaba el deporte con todas mis ganas, pero ese me gustaba particularmente. Además, no se me daba demasiado mal. 

Erika me espera en la sala de los enormes espejos donde se practica el ejercicio. Lleva el pelo recogido y unas mallas cortas ajustadas, a pesar del frío que hace en la calle. 

Realmente me da envidia. Primero: la seguridad con la que lleva esas mallas que dejan al descubierto medio muslo. Segundo: lo bien que le quedan los recogidos. Tercero: su sonrisa real. 

Nada de eso tengo yo. Yo no tengo la seguridad para llevar ese tipo de mallas cortas; me limito a ponerme unos pantalones de chándal no demasiado ajustados, aunque a mí me pareciesen demasiado ceñidos en la parte trasera. Yo no puedo llevar el pelo recogido con esa confianza por complejo de orejas grandes. No lo son para tanto, pero yo las odio igual. Y mi sonrisa no es real. 

Pienso todo eso; lo oculto lo mejor que puedo. 

Me da un fuerte abrazo cuando me ve y sonrío. Sin enseñar los dientes, sin los ojos. Como siempre. 

-Mira quiénes están -me dice, y señala con la cabeza la pista de squash que está al lado de nuestra sala.

Fuera de ella están Tomás Vergara y Jorge lanzándose una pelota azul pequeña. Y, dentro de la pista, separado de la sala por un cristal, Victor Blasco jugando sólo con la raqueta. 

Me pongo nerviosa por muchas razones. La primera: los brazos de Blasco estaban al descubierto, y gracias a la fuerza con la que le da a la pelota con la raqueta, sus músculos están en completo tensión. Tengo que apartar la mirada con mucha rapidez. La segunda, lo serio y sombrío que está el rostro de Vergara, intentando sonreír pero aparentemente sin conseguirlo. No es como yo lo recordaba; sonriente y alegre, por muy pocas veces que lo haya visto. Me quedo muy quieta mirándole. 

Hace demasiado tiempo que no lo veo. 

-Qué vergüenza saludarlos, ¿no? -digo.

Eri me mira. 

-Yo ya los he saludado -dice encogiéndose de hombros. 

Otra razón para ponerme nerviosa. 

Tan nerviosa, que cuando avanzamos más en la sala del suelo azul, me tropiezo y casi me caigo. Menos mal que ahí está Eri para evitarlo. Voy a colocarme el pelo bien, luego recuerdo que lo llevo recogido. 

Genial. 

Vergara me saluda tímidamente con la mano cuando me ve. Mi corazón da un vuelco. 

Me sorprendo con ese gesto; me quedo mirándolo parpadeando unas cuantas veces. 

Trato de esbozar una sonrisa sincera, de verdad, y le devuelvo el saludo, también tímida. 

Blasco también me saluda desde la pista. 

Se acuerdan de mí. A pesar de haber estado casi un mes entero sin verles. 

Si ya había tenido mis dudas sobre si volver o no volver a salir, definitivamente ya no las tenía. 

Roller Coaster (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora