piel y constelaciones

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Mayo 2014


La luz que se filtra por las persianas se clavan en mis párpados, y hacen éstos, pesados como piedras, se sientan intimidados. Abro los ojos, y siento como si dos algodones estuviesen pegados a ellos y me impidiesen abrir los ojos por completo. Parpadeo un par de veces para intentar que la sensación se disipe, pero parece que sólo lo empeoro.

Me incorporo y examino la habitación; estoy en casa de mi tía, en una habitación pequeña donde la luz entra débilmente por las persianas bajadas. Mi hermana duerme profundamente en la cama de al lado.

Me rasco la cabeza pensando en cómo he llegado hasta aquí, si ni siquiera esta es mi cama habitual, ya que yo normalmente dormía en la cama en la que está tumbada mi hermana, y me veo una pequeña venda blanca que me rodea el brazo izquierdo.

Frunzo el ceño. ¿Qué me ha pasado? ¿Por qué tengo el brazo vendado? No, ¿por qué tengo los dos brazos vendados?

¿Y por qué no me acuerdo de nada?

Dios mío, seguro que me han pegado. Seguro que ha sido Alicia, que ha venido, me ha visto vulnerable y ha aprovechado para dejarme inconsciente o... algo.

Me levanto de un golpe y mientras mi cerebro sigue divagando en historias y escenarios de posibles hechos, mi hermana se incorpora en la cama.

-¡Nora! -le digo, mientras bebe de una botella de agua con la cara más larga que he visto en ella- ¡Que me han pegado!

Deja la botella de agua encima de la mesilla de noche muy despacio sin dejar de mirarme, con una cara de odio que no me merezco.

-A ti no te han pegado, subnormal. A ti te han llevado al ambulatorio, pero por borracha.

Y me lo dice con todavía más odio.

Me quedo sorprendida.

¿Ambulatorio? ¿Por beber?

-¡Pero si no bebí casi nada!

Mi hermana resopla frustrada y se da la vuelta en la cama, con el teléfono en la mano.

-Pues a mí me has jodido la noche, bebiste o no.

No la escucho y salgo corriendo al baño, donde me miro en el espejo con cara horrorizada. Tengo los ojos hundidos y la piel más pálida de lo normal.

No es lo normal. No me tiembla todo el cuerpo, ni me duele la cabeza a horrores, ni nada de nada. Ningún rastro de alcohol en el cuerpo, o de que lo hubiera habido.

Me empiezo a poner nerviosa. El bochorno, la vergüenza y la mala suerte me empiezan a trepar con mucha fuerza por la garganta y salen precipitadamente en forma de lágrimas que se deslizan por mi cara.

Y, mi cuerpo empieza a temblar con tanta fuerza que tengo que sentarme en el suelo para no caerme de bruces. Los temblores se reemplazan por espasmos, y la calma empieza a transformarse por ansiedad.

¿Cómo he podido ser tan tonta? No recuerdo nada de la noche, como si no hubiese existido nunca y yo habría tenido una noche sin sueños donde me dormí demasiado tarde y en mitad de la calle... Me tapo la cara con las manos, aunque no haya nadie en le baño.

Tengo un impulso de llamar a Vergara, aunque luego la reprimo; probablemente esté dormido; después de pasar toda la noche conmigo en brazos... Y mi vergüenza aumenta. Y así lo hacen los espasmos. Termino por tumbarme en el frío suelo del baño, y me araño la cara para intentar que los temblores cesen.

Pero mi mente se ofusca en torturarme de cualquier otro modo:

En lo segundo que pienso es en mis tíos. De algún modo, si he estado en el ambulatorio como mi hermana me ha dicho, ha tenido que haber alguien mayor de edad responsable de mí.

Me empiezo a dar golpes en la cabeza y en todas las partes del cuerpo que se me ocurriesen. Cada vez más fuerte. El brazo izquierdo, golpes en el borde de la bañera... Me araño las rodillas, las muerdo con fuerza, tratando de que mi mente se enfocara en otra parte, como en mi propia supervivencia, en hacer que pare de hacerme todo eso, pero no lo hace hasta que mis rodillas empiezan a sangrar...



Paso el resto del día en la cama, ya que me siento sin fuerzas para seguir continuando con mi vida como si nada hubiese pasado.

Y me llama Vergara.

-¿Qué tal estás?-me pregunta nada más descolgar el teléfono.

Suspiro.

-¿Física o mentalmente? -me tumbo y me pongo una mano sobre los ojos.

Se ríe un poco.

-Ambas.

-Mal las dos.

No quería contarle mi incidente en el baño de mi tía; tenía el brazo como una bola de golf y completamente verde a causa de mi violencia hacia mí misma, y ambas rodillas con costras formándose con lentitud. Las clavículas me dolían a horrores; moradas y algo hinchadas.

Me avergonzaba de ello, pero no voy a negar que en su momento me aliviaron como agua en medio del desierto. 

Se ríe de nuevo.

-¿Te acuerdas de algo de la noche? -me pregunta después.

Pienso.

-Hasta que fui a tirar la botella en la plaza. Después de eso no me acuerdo nada.

Suspira.

-Pues madre mía...Hay telita.

-Lo siento, de verdad. No sé qué me pasó, si fue por el azúcar o por que bebí muy rápido o por qué...

-A mí también me ha extrañado, de normal sueles beber más. Yo creo que fue el azúcar.

Suspiro de nuevo.

-¿Podemos olvidarlo y no hablar nunca más en la vida de esto?

Esta vez, suelta una carcajada.

-¿Y tú crees que voy a dejar que se te olvide? Te lo voy a recordar todos los días de tu vida -dice con burla, como si en realidad, le divirtiera las ituación.

Ojalá algún día me hiciera gracia a mí. Posiblemente lo haría.

Me quedo en silencio unos minutos y me río falsamente.

-Ja, ja, muchas gracias eh -digo con sarcasmo.

-De nada.

En realidad, lo que más me molestaba de aquello era que, como tan sólo podíamos vernos los fines de semana, había aprovechado ese fin de semana para pasarlo con él exclusivamente, pero tenía la sensación de que no había estado apenas con él. Tendría que esperar a el fin de semana que viene para verle de nuevo.

-Siento haberte jodido la noche -digo al final de un largo silencio, ambos metidos en nuestros propios pensamientos.

-No me has jodido la noche, tranquila. No es la primera vez que tengo que cuidar de alguien. La cosa es que esta vez tenía que cuidar de ti. Me preocupaste mucho.

-Lo siento.

-Deja de disculparte. No pasa nada, ¿de acuerdo? A todo el mundo nos ha pasado alguna vez -dice, y puedo adivinar su sonrisa al otro lado del teléfono.

Me quedo en silencio.

En realidad, tenía razón. Me acordaba de que también tuve que cuidar yo de Julia una vez, en carnavales del año pasado, o de Erika el verano pasado...

Me siento mejor, y dejo de rascarme la rodilla.

-Gracias -digo al final.




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⏰ Última actualización: Mar 15, 2016 ⏰

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Roller Coaster (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora