ellipsism

345 28 4
                                    

xxv

Mayo 2014


Realmente yo había cambiado muchísimo ese año. Fue uno de los peores años de mi vida, pero me hizo reflexionar sobre muchas de las cosas de las que antes no me daba cuenta. Las patadas. Las piedras. Lo tonta que era. Lo terriblemente tonta que era. Lo tonta que soy. Pero todo aquello forman parte de la personalidad de una persona, y si yo era muy propensa a perdonar y a perdonar a las personas que no merecen ser perdonadas, es porque yo era y soy así. Y por muchas pedradas y patadas que me dieran, yo siempre lo voy a dejar pasar, y a dar segundas, terceras y cuartas oportunidades.

Tóxico. Pero yo no me di cuenta, y sigo sin hacerlo.

De buena, tonta.

Sobre finales de abril, después de dos meses de relación falsa, Sara rompió con Blasco. Ésto, desde luego, dejó devastado al pobre chaval. Realmente le gustaba, se le notaba en el brillo de los ojos cada vez que alguien pronunciaba su nombre, o minutos antes de que ella apareciera. Y se apoyó en mí, y nos hicimos realmente buenos amigos.

La cosa es que a partir de ese momento, la relación entre Sara y Ion se intensificó de tal modo que todo el mundo, incluída yo y, por supuesto, excluído Blasco, pensaba que el causante de la ruptura fuera que a Sara le gustara Iom.

Sinceramente, ese tipo de cotilleos y rumores que no tenían base fiable, me asqueaban en todo sentido. Un amigo mío estaba sufriendo simplemente porque Sara aún no estaba del todo preparada para una relación real, ya que él era dos años mayor que ella y ambos tenían ideas distintas de una relación seria. Ella simplemente no estaba preparada para algo así, y a mí me alegraba saber que se lo había dejado saber relativamente pronto.

Desde ese punto, el grupillo de amigos que habíamos creado artificialmente comenzó a resquebrajarse. A Blasco le dolió tanto la ruptura con Sara que en seguida quiso rehacer su ego, ya que Blasco siempre ha sido una persona orgullosa y muy precavida a la hora de vestir y cuidar su imagen. A Blasco nunca le habían herido los sentimientos de ese modo; siempre era él quien finalizaba sus relaciones y quien dejaba tiradas a las chicas, no al revés. Así que consiguió rehacer su orgullo yéndose con otra chica ni siquiera dos días más tarde.

Y se fueron formando bandos. Yo lo pude ver con mis propios ojos, cómo poco a poco yo me iba quedando en medio de todos, sin saber muy bien hacia cuál de los lados me quería inclinar.

A Sara, por supuesto, la siguió su prima y todo el resto de chicas, a excepción de Eri, mi hermana y yo. El resto de chicas formaron una especie de comité "Anti-Blasco", en las que todas, de un día para otro, comenzaron a ignorar y a dejar de saludar a Blasco y a todo relacionado con él. Por ello, todas las chicas a excepción de nosotras tres dejaron de venir a las cenas y a las quedadas que hacíamos todos los fines de semana. Yo trataba de compaginarlo, quedaba un día con ellas, y un día con ellos, cosa que me parecía absurdo, pero necesario a la vez si no quería perder el contacto con nadie.

La actitud de los chicos con respecto a esto no fue para nada negativa, muchos de ellos seguían en contacto con ellas, pero la relación que había antes se estropeó de todas las maneras.

Mientras tanto, a Eri comenzaba a interesarle más de lo normal Mikel, un chico de la cuadrilla alto, moreno y fuerte, con cara amable. Aunque esa historia es aparte, más de una vez les había visto marcharse juntos, hablar sobre temas interesantes y sin pausas incómodas para ninguno. Daba gusto verles, siempre sonriendo.

-Creo que estoy enamorada -me dijo Eri una vez estábamos solas, hablado sobre cosas irrelevantes.

Aunque aquello no era irrelevante, sabía que a ella se le pasaría pronto, o igual las cosas se intensificarían con el paso del tiempo.

Yo me había enamorado una vez. Aunque, obviamente, no había sido correspondida. Aún así, las cosas que sentía fueron fuertes y muchas veces exasperantes. Tan sólo tenía 11 años, y el chico del que estaba enamorada me manipuló a su antojo, moldeándome para hacerme a su medida.

Tal vez esa es la base de por qué yo soy así. Con 11 años no tienes por qué tener complejo por tu cuerpo, o no te tienes que preguntar por qué el chico que hace semanas juraba que me quería, ahora ni siquiera me mira por los pasillos.

Tal vez fuera eso.

No dudaba que de Eri estuviera enamorada, pero seguía teniendo fe en que no lo estuviera, ya que es una de las peores sensaciones cuando no puedes ser correspondida. No le desearía eso a nadie. Y no estaba bastante segura de que Mikel lo estuviera de ella.

Vergara y yo continuábamos hablando, aunque apenas. Yo hasta ese entonces no había sentido sentido nada más fuerte que la atracción, pero aún así pensaba que era un buen chico y me caía bastante bien. De todas formas, sabía cómo era yo en ese tipo de situaciones; tendía a encapricharme con demasiada facilidad. No quería que mis sentimientos fueran a más si no había ninguna esperanza.

Ya había sufrido bastante. 




Roller Coaster (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora