anillos, no de la pureza

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xxi

Abril 2014

Lunes. Mi conciencia no quería dejarme en paz.

Mi hermana había ido con mi madre a por Álex y Vergara, mientras yo trataba de no resbalarme en la ducha de los nervios. Mi mente me decía que dejara de exagerar a la tercera vez que recogía el armario. De todas formas, no lo hacía por él. Realmente estaba hecho un desastre.

Cada una se engaña como quiere.

La tarde fue bastante intensa. E incómoda.

Después de comer, subimos a mi habitación y le dejé que eligiera un disco mientras yo me escondía en el baño, tratando de tranquilizarme.

Negué frente al espejo unas cuantas veces.

No iba a perder la virginidad con alguien con el que apenas hablaba una semana. Por mucho que me gustara.

Cuando volví, me tendió un disco de color negro. Paramore. Le sonreí.

Por alguna razón ya lo sabía.

Lo puse en el reproductor y antes de que me diera cuenta ya me había cogido en brazos y tumbado en la cama.

Tragué saliva. Iba a ser difícil.

En realidad, fue bastante incómodo. A ratos el ambiente subía bastante de temperatura, sus besos bajaban de mi cuello a mis costillas y ombligo. Y, más tarde, volvíamos a cero. Como si no hubiese pasado nada. Yo lo prefería así, y agradecía la música, ya que si no hubiera estado hubieran habido muchos silencios incómodos.

Al cabo de un tiempo hablando de tonterías, que realmente me agradaban, suspiró y se giró hasta quedarse de costado, sin mirarme.

-No sé cómo actuar contigo.

Le miré atenta, esperando a que siguiera, ya que no sabía muy bien a qué se refería.

Subió la mirada y me miró a la cara, aunque no directamente a los ojos.

-No sé si quieres que siga, o que pare, o qué... -apartó la mirada de nuevo.

Me humedecí los labios y me incorporé, sentándome con las piernas cruzadas sobre el colchón.

-Bueno, soy virgen -le respondí, sabiendo perfectamente a qué se refería.

Fue entonces cuando él me miró sorprendido a mí.

-¿En serio?

Asentí, bajando la mirada y jugando con un hilo suelto de mi colcha.

-No lo sabía.

Me reí más alto de lo que esperaba reírme.

-No te lo he contado. Pero esperaba que lo hubieras deducido... quiero decir, mírame.

Se encogió de hombros y se arrancó un pellejo del labio inferior, que lo tenía lleno de heridas.

-Justo por mirarte no lo había pensado.

Me reí, pero no dije nada.

Nos quedamos un rato en silencio. Anklebiters sonaba en el fondo. Se incorporó hasta quedarse a la altura de mi cara, y me besó con ternura, poniendo una mano sobre mis piernas cruzadas.

-¿Quieres que empiece y cuando quieras parar me dices? -dijo con un brillo especial en los ojos.

Apartó la mirada. Sonaba peligroso. Tentador.

-Vale. Pero si digo para es para, ¿de acuerdo?

Ni siquiera me contestó. Con su fuerza, me tumbó de nuevo sobre la cama y besó con tanta fuerza mi cuello que tuve que echar la cabeza hacia atrás y hacer un esfuerzo descomunal para no gemir de la sorpresa. Y de la excitación. A quién iba a engañar. Apretó sus caderas contra la mía, abriendo mis piernas con las suyas, recorriéndome el costado con la palma de la mano, haciendo todo lo posible para que de mis labios no saliera la palabra "para". Intentado convencerme. Se quitó la camiseta para ponérmelo más difícil. Su piel morena, cálida, suave, chocaba en contraste con mis manos frías y blancas, que no podían resistir acariciar su torso perfectamente definido. Disfrutaba del calor de su piel sobre la mía. Los comentarios negativos parecían desaparecer de mi mente. Cuando me quitó la camiseta mi mente no me chillaba que iba a ver mi poco atlético cuerpo. Solo gritaba "más, más más y más". Sólo quería que me besara, que me acariciara, tocara, mordiera. No pensaba en otra cosa. Sus caderas presionaban cada vez con más fuerza contra la mía, su respiración era cada vez más agitada contra mi oído, haciendo que mi piel se erizara por completo. La excitación comenzaba a llegar a su punto álgido, mi espalda se curvaba con el paso de sus dedos, labios, abriéndose paso a besos. No quería que parara, qué tontería. Quería que nunca dejase de besarme, de acariciarme, de hacerme sentir de esa forma.

Pero esto no era una cuestión de querer.

-Para -dije cuando comenzaba a soltarme el botón de los vaqueros.

Subió la mirada.

-¿Quieres que pare?

Respiré hondo mientras negaba firmemente con la cabeza.

Se rió.

-Por favor -dije con la boca seca.

-Bueno, vale -se acercó de nuevo a mí, acariciándome la cintura, y me dio un beso tierno en los labios.

Me sonrió y se tumbó a mi lado, donde en seguida me apoyé en su hombro.

-¿Por qué no quieres que siga? ¿No te ha gustado?

Sonreí ligeramente.

-No, nada de eso. Es sólo que,... No quiero perder la virginidad con alguien que acabo de conocer... no sé.

Me miró y me acarició la barbilla.

-Vale, es comprensible. No voy a presionarte.

-Ni pienses en hacerlo.

Se rió, y mi cabeza subía y bajaba conforme sus carcajadas.

-Me encantas.

Sonreí.

Se quitó el anillo que llevaba en el dedo pulgar, me agarró la mano y me lo colocó en el dedo corazón.

-Me lo regaló Alicia, pero quiero que lo tengas tú. Que veas que no eres una cualquiera para mí, ¿vale?

Me reí y acaricié el anillo con el pulgar.

-Aún así no voy a darte mi virginidad -bromeé.

Se río de nuevo.

-Ah, ¿no? Pues traelo -alargó la mano en mi dirección.

Cerré el puño con rapidez y escondí la mano, riéndome.

Me acarició la barbilla.

-Te estaba vacilando, rubia.

-Más te vale.

Me atrajo hacia sí y me besó de nuevo.

-Me encantas -me susurró.

Roller Coaster (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora