masturbación oral

1.2K 100 6
                                    


v

Diciembre 2013

Esta mañana me he despertado con un mensaje de Paula un tanto alarmante.

Paula: Hola cielo!

Paula: Oye, ¿puedes ir a la plaza de toros antes de subir al instituto? Eri y yo queremos hablarte de algo importante...

Respondo con un simple "vale" y me visto como cada día, normal. No tengo un estilo fijo; simplemente me gustan las sudaderas y los vaqueros, como a cualquier personaje cliché. No soy nada diferente. La gente dice que lo soy, pero en el fondo soy como cualquier otra persona de mi alrededor; una adolescente con la idea de estar deprimida, pero que no sabe muy bien si lo está. Estoy segura de que no soy la única en este colegio.

La verdad es que la curiosidad me pica más de lo que espero. Hace mucho que ninguna de las chicas me habla por privado, y mucho menos para quedar conmigo. ¿Que será eso tan urgente? Es miércoles, pueden esperar al fin de semana para contármelo... Decido dejarlo a la suerte.

Una vez me bajo del autobús en donde ellas me han pedido, y me encuentro con las dos de pie, con las mochilas colgando de sus espadas y anclandolas casi al suelo. Me acerco a ellas, y cuando lo hago, Paula me abraza más fuerte de lo normal.

Comienzo a preocuparme.

Eri lo mismo. Hace mucho que no me abraza Eri, pero cuando lo hace, parece que no quiere soltarme nunca.

-¿Pasa algo? -pregunto con una sonrisa burlona y una ceja alzada.

Actuación.

Paula me agarra de la mano.

-Aquí no, vayamos a un sitio donde no haya mucha gente.

Nos movemos y la intriga crece en mi estómago con cada paso que doy. Las dos están más serias que cualquier otro día. Miro mi reloj, y ya llegamos tarde a la primera hora.

-Vamos a llegar-

-No vamos a ir a las dos primeras horas -dice Paula, con la mirada al frente y con la voz seria.

Frunzo el ceño. Tiene pinta de ser importante.

Llegamos a una pequeña plaza en las afueras de la ciudad, y nada más llegar, nos sentamos al sol, ya que hace bastante frío. Me quito la mochila, y Eri se sienta en el suelo. Paula y yo nos quedamos de pie.

-¿Qué ocurre? -digo al final, cuando veo que las dos se quedan en silencio, mirando al suelo con los brazos cruzados.

Paula me mira a los ojos. Se ha alisado el pelo; está preciosa.

Cómo no.

Se aclara la garganta.

-Vas a dejar de meterte los dedos.

Mi corazón comienza a latir con muchísima fuerza a partir del momento en el que pronuncia esas palabras. Mi boca se seca, no sé qué decir al respecto.

Dejo escapar una pequeña risita.

-¿De qué habláis? -digo con una sonrisa juguetona en la cara.

Claro que sé de lo que hablan. Tal vez con eso las despisto unos segundos.

No lo hago.

-Sabes muy bien de qué te estamos hablando, Isabelle.

Eri se queda callada en todo momento.

La verdad es que Paula siempre es la que mejor habla, a la que no le tiembla la voz cuando se trata de algo serio, por muy nerviosa que esté.

Jadeo, y sonrío de medio lado irónicamente, sin saber cómo reaccionar. Mejor sonreír que llorar.

-¿Cómo os habéis enterado?

-Eso no importa. ¿Por qué no nos lo has contado?

Resoplo.

-Claro. Claro que sí. ¿Por qué no? Es increíble que sigáis sin entenderlo -digo sarcástica.

La ira comienza a reemplazar el miedo en mis venas.

Es increíble que algo así tenga que pasar para que mis supuestas amigas se preocupen por mí.

-¡Somos tus amigas! -dice Paula, casi gritándome.

-¿De verdad lo sois? Porque últimamente parece que no os esmeráis por serlo.

Se aparta un mechón de pelo de la cara y suspira exasperada.

-Te recuerdo que has sido tú la que se ha encerrado.

-¿Alguna vez te has siquiera preguntado el por qué? ¿Crees que a mí me gusta sentirme excluida de vuestro grupo, en el que yo estuve un tiempo? ¿Que lo hago porque me gusta encerrarme, y sentirme perdida cuando habláis de algo en los recreos? ¡Vosotras me encerrasteis!

-Se acabó. No he venido aquí a discutir contigo. Belle, nosotras nos preocupamos por ti aunque tú creas que no.

-¿Sí? Antes de enterarte de esto, ¿alguna vez te has preguntado por qué no salgo? ¿Te has preguntado si estoy bien, o si necesito un abrazo, o si estoy tan hundida en mi propia mierda que necesito una mano para ayudarme a salir? Creo que no.

Se queda callada. Tengo razón.

-Vamos a contarle a tu madre.

Mis ojos se abren en sorpresa.

-¿Qué? No podéis hacer eso.

-Lo vamos a hacer. Esta misma tarde.

-Creo que esa es decisión mía.

-No puedes decidir sobre eso ahora, Isabelle -Eri es la que habla esta vez.

-¿Y por qué no?

-¡Por que estás enferma! ¡No piensas razonablemente ahora mismo!

Eso ya es la gota que colma el vaso.

-¿Qué me has llamado?

-Tenemos que contarle a tu madre.

-¡No soy bulímica!

-Necesitas ayuda, Belly. Y tu madre va a buscartela. Así que decide, o se lo cuentas tú, o se lo contamos nosotras.

-¿Quién sabe esto?

-Nuestras madres, y Sara.

-Yo no le voy a contar nada.

-Bien.

Junto mis dedos en puños.

-¡Ves! Esto es justo lo que iba a pasar si os lo contaba. Que me tacharíais como enferma, como alguien que necesita ayuda. No entiendo por qué os metéis. Esto es cosa mía.

-Así no vas a conseguir nada.

Suspiro. Me quedo callada y no hablo más hasta que ellas lo hacen. ¿De qué me sirve a mí protestar, si siempre se salen con la suya?

Eri suspira desde abajo, y me mira con ojos llorosos.

-Isabelle, tienes que prometernos que no volverás a hacerlo.

Pienso por unos segundos.

-Está bien -miento.

-Y, tienes que salir más. Si no quieres sentirte excluida, simplemente sal más.

Cruzo los dedos detrás de mi espalda. 


Roller Coaster (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora