CAPITULO 4 - LA PIEDRA DE SU ZAPATO

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—¿De veras era necesario tirar el colchón por las escaleras? Casi matas del susto a esa pobre mujer.

—¿Y era necesario robar mi cama? —contraatacó Karlie.

—¿Cómo que tu cama? Ahora no empieces a hacer teatro: sabes tan bien como yo que ninguna de las camas era tuya. Tú llegaste después y yo ya me había quedado con una.

—¡Porque ni siquiera me diste opción de elegir!

—¿Cómo iba a hacerlo? ¡Te fuiste a tu habitación!

—Oh, eso es rastrero incluso para ti, Swift. ¡Tú sabías perfectamente que no había otra habitación y no me lo dijiste! Debería darte vergüenza.

—Se te da muy bien hacerte la víctima, Kloss. ¿Te lo habían dicho antes?

Ella no se hacía la víctima. Bueno, quizá, un poco. Puede que con Derek y Josh dramatizara más de lo necesario, a veces incluso más de lo humanamente posible, según qué tema estuvieran tratando. Pero era solo porque estaban demasiado acostumbrados a que ella fuera la fuerte, la estable, la que nunca tenía dudas, miedos o momentos en los que, francamente, le entraban ganas de frenar el tren del mundo y bajarse.

Josh nunca tenía en cuenta que había veces en las que se sentía una autómata, no una humana, y no lo hacía porque eso era exactamente lo que la gente esperaba de ella, que fuera como un robot sin sentimientos, perfectamente programado.

—No es de tu incumbencia —replicó con testarudez, aunque fuera consciente de que Taylor tenía razón.

Detestaba esos momentos en los que un comentario suyo la hacía recapacitar. Se suponía que Taylor no tenía ese poder sobre ella. Se suponía que era una descerebrada de falda demasiado corta, extremadamente corta; tanto, que a lo mejor hasta se creía que le hacía un favor al planeta ahorrando tela. Ahora iba a resultar que las minifaldas eran de ecologista.

—Eso quiere decir que sí.

—Eso quiere decir que estamos aquí para lo que estamos, Swift, y que todo aquello que no tenga que ver con la misión, no es de tu incumbencia. —La miró con los ojos borrachos de furia y ligeramente humedecidos por la rabia que sintió—. Bien. ¿Por dónde empezamos?

Taylor se alegró de que su compañera cambiara rápidamente de tema y la salvara así de una dramática e incómoda conversación que no estaba preparada para tener.

Si consolar a sus amigos no era uno de sus puntos fuertes, consolar a un enemigo tenía, necesariamente, que acabar en catástrofe. Además, en ese momento no le apetecía sentirse culpable, mucho menos por algo que hubiera ofendido a Karlie Kloss.

A Taylor siempre le había hecho sentir muy incómoda ver a la gente llorar. A regañadientes, barajó la posibilidad de disculparse. Le daba mil patadas en el estómago porque ella también era muy orgullosa, pero por mucho que Karlie fuera la cara opuesta de su moneda, no disfrutaba haciendo daño a la gente, y en esta ocasión parecía claro que acababa de poner el dedo en la llaga.

Se estaba preparando mentalmente para formular una disculpa, pero una gota le impidió hacerlo, una gruesa gota que impactó con fuerza contra su nariz. Pestañeó, incómoda, levantó los ojos hacia el cielo y se lo encontró cubierto de gigantescos nubarrones negros.

—¿Por dónde empezamos, dices? Me temo que por esto —dijo, sacando un paraguas plegable de su bolso y haciéndole una seña para que se acercara.

La pequeña localidad costera de Durness es uno de los parajes más espectaculares de Gran Bretaña.

Sus pequeñas calas son el paraíso de cualquier niño deseoso de jugar al escondite, ya que se encuentran repletas de angostas y húmedas grutas cavernosas que habitaron los humanos en otras épocas. Estas cuevas son uno de los principales atractivos de este diminuto destino norteño, al que acuden los turistas para ver lo que a muchos les parece el final del mundo y es tan solo la parte en la que Escocia acaricia el Mar del Norte.

101 Reasons to hate (KAYLOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora