CAPITULO 11-SALVO AMANDA

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A la hora prevista, Karlie se encontró con Derek en el vestíbulo de la editorial. Tomaron juntos un taxi hasta la casa que él compartía con Julio, pues allí era donde se solían reunir todos los amigos.

Cuando llegaron a la casa, Karlie temió por su salud al ver el estado frenético en el que se hervían esa noche las ollas, cazos, sartenes e incluso platos, que volaban por la cocina en direcciones opuestas y órbitas imposibles. Las actividades caseras no eran el punto fuerte del novio de Derek.

—Deja que te eche una mano con eso —le dijo, remangándose la chaqueta.

—Gracias. Ya sabes lo mal que se me da cocinar. Por un momento he estado a punto de atizar a Amanda con esa sartén. Casi la dejo sonada.

—¿Más todavía? —bromeó Karlie—. Lo dudo.

—¿Crees que si le doy un sartenazo recuperará el poco juicio que le queda?

Karlie se encogió de hombros. —Todo es probarlo.

Al otro lado del pasillo, los demás ya estaban a la mesa disfrutando los aperitivos que Josh había sacado para amenizar la espera mientras se hacía la cena. Mike había acudido a la cita con Rose, su novia, que ahora era una más del grupo, y Amanda venía en compañía de Christofer a secas, su extravagante novio del que ninguno sabía su apellido. Christofer era un naturista a quien había conocido gracias a las cartas que ambos enviaban a una revista especializada en animales extraños (y sospechosamente inexistentes).

Al día siguiente era festivo y todos parecían estar pasándolo en grande. Josh se acercó a la cocina para saludarla tan pronto como advirtió su presencia. Y aunque ella le correspondió con un beso tan tibio como indiferente, a él pareció bastarle. Estaba demasiado ocupado mascando para alarmarse por un saludo algo más frío de lo habitual.

Pero Karlie sí era muy consciente del comportamiento que estaba teniendo. En varias ocasiones Julio había tenido que repetir lo que le estaba diciendo para que le prestara atención. Había saludado a los demás con un gesto y durante el trayecto hasta la casa apenas intercambió palabra con Derek.

Intentaba no pensar en ello, pero era incapaz de quitarse a Taylor de la cabeza. Su encuentro en el ascensor estaba todavía demasiado reciente y aunque estaba decidida a olvidarse de ella, cada dos segundos se preguntaba dónde estaría, con quién, que estaría pensando... si estaría pensando en ella o si sentiría lo mismo. Por supuesto, el hecho de no llevar bragas no ayudaba en absoluto, pero, detalles aparte, era consciente de que nunca se había sentido tan confusa.

Por suerte, un mal día lo tenía cualquiera, y como era la primera vez que se comportaba así delante de sus amigos, todavía no les había dado motivos de preocupación o sospecha.

Salvo en el caso de Amanda.

Amanda siempre había tenido ese don. Sí, el don de ver donde otros no lo hacen. Y la virtud de ser la persona más inoportuna con el noventa y nueve por ciento de sus comentarios. Por eso, cuando sacó la bandeja de pudding y se sentó a la mesa, a Karlie se le dispararon todas las alarmas. Amanda, que estaba sentada justo enfrente de ella, la miró con los ojos entrecerrados, algo que para ella era una señal inequívoca de peligro. Hubo un momento en el que le pareció advertir que le sonreía con compasión y eso le puso los pelos de punta.

Decidió entonces evadirse y participar lo menos posible en la conversación para no darle más motivos de sospecha.

Las voces de sus amigos se convirtieron entonces en meros sonidos en la lejanía, Karlie perdida en sus recuerdos, Karlie tratando de comer sin conseguirlo. En un momento dado, Josh le ofreció vino, pero ni siquiera se dio cuenta. Lo único que escuchó con claridad fue la altisonante voz de Amanda cuando dijo: —...eso es que está enamorada.

101 Reasons to hate (KAYLOR)Where stories live. Discover now