CAPITULO 15 - TODA LA NOCHE

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Taylor intentó abrir su apartamento, pero siempre es complicado atinar con la cerradura cuando alguien te empuja contra la puerta y estás de espaldas a la madera, mientras la otra persona te da pequeños mordiscos en el cuello y los intercala con la suavidad reparadora de su lengua. Karlie mordía y lamía; lamía y mordía, y luego pasaba lentamente su lengua por la piel del cuello de Taylor como si así quisiera reparar el daño que sus dientes hubieran podido causar.

—Llave, cerradura —consiguió decir Taylor, casi sin aliento.

En algún rincón de su cerebro Karlie procesó estas palabras y aunque no quería dejarla ir, le dio una tregua para permitirle que abriera. Habían recorrido un largo camino para llegar a este momento y ahora no estaba dispuesta a esperar. Necesitaba llegar hasta el final, y si era necesario estaba dispuesta a suplicarle a Tay que, por favor, acabara con aquella tortura. La deseaba tanto que incluso dos segundos eran muchos, dos segundos sin besar a Taylor se hacían eternos.

Sus besos sabían demasiado bien para dejar de besarla durante tanto tiempo. Su lengua era suave y hábil, estaba mojada, pero al mismo tiempo le abrasaba, provocándole un incendio en cada fibra de su ser. Karlie pensó que aquellos besos eran muy diferentes a los de Josh, porque cada vez que la lengua de Taylor bailaba con la suya, se sentía como si estuvieran haciendo el amor. Había sido así desde el principio, cuando descubrieron que entre ellas no había necesidad de reajuste. Sabían cuándo lamer, cuándo morder, en qué momento debían acelerar el ritmo y cuándo era necesario pausarlo para recuperar el aliento. Y con cada nueva bocanada de aire, cuando obligatoriamente tenían que separarse para poder respirar, le quedaba aquel sabor de despedida en los labios.

Por eso fue tan doloroso hacerse a un lado. Escuchó el clic de la cerradura y vio que la puerta se abría, mostrándole el interior del apartamento de Taylor, que en aquel momento le pareció como la entrada a un mundo nuevo. En aquel lugar podía ser ella misma, dar rienda suelta a lo que sentía, sin pesar en el qué dirán, en las expectativas que la gente tenía de ella. En el apartamento de Taylor podía ser la Karlie que siempre quiso ser pero nunca se atrevió.

Sin embargo, al ver el vestíbulo en sombras y escuchar el ronroneo de su gato, cuyas pezuñas hicieron un ruido muy característico al advertir la llegada de su dueña, fue para Karlie una sobredosis de realidad que no se esperaba. Le golpeó de repente, a traición, y cuando se dio cuenta ya no pudo escapar de ella. Palideció.

—¿Estás bien? —le preguntó Taylor.

Sí, estaba bien y sabía que aquello era lo que quería, pero no pudo evitar que el miedo la paralizara. Por primera vez desde que habían salido del restaurante, comprendió lo que estaba a punto de pasar. Inesperadamente sus miedos seguían allí, intactos. Eran los mismos que había tenido durante meses, cuando dejaba que su mente volara libre y se imaginaba cómo sería estar con Taylor, compartir un momento íntimo con ella, oler su piel, acariciarla, yacer desnuda con ella. Estos momentos siempre venían acompañados de un instante de pánico, cuando se daba cuenta de que no tenía ni idea de cómo tocar a una mujer. Eso era algo que no se aprendía en el colegio ni que figurara en los libros de la universidad que tan concienzudamente había leído.

—Karlie. —La voz de Taylor sonó dulce esta vez—. ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

Karlie miró al suelo y comprendió que todavía estaba en el felpudo de la puerta. Sus pies no se habían movido. Estaba paralizada como una figura de hielo y sentía el mismo frío por dentro. Taylor la observó desde el interior de su apartamento.

—¡Sí! Digo, ¡no! Es decir, yo... ¿Y tú? ¿Tú estás segura?

Taylor sonrió divertida, de medio lado, como si nunca le hubieran hecho una pregunta más fácil de responder. Se acercó hasta ella, la tomó de la mano y le dio un beso.

101 Reasons to hate (KAYLOR)Where stories live. Discover now