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Doy vueltas alrededor del silencioso y oscuro salón, alumbrado únicamente por la débil luz procedente de la entrada. Me detengo frente a la ventana y observo las nubes rojizas que cubren el cielo nocturno. Las fuertes nevadas de los últimos días han cesado, pero las temperaturas siguen por debajo del mercurio. Incluso ahora, estado en el interior de la casa, puedo sentir el desapacible frío arañando los gruesos muros e intentando colarse por las rendijas y grietas.

—¿Allison?

Me giro hacia la puerta. Diviso la figura de mi hermano al otro lado, de pie frente a la escalera. Camino hacia él y esbozo una sonrisa cuando lo veo vestido con su traje de chaqueta, impecable. Sin embargo, su rostro está contrariado, mientras sus manos intentan ajustar la pajarita al cuello de su camisa.

—¿Necesitas ayuda? —pregunto, divertida. Él me lanza una mirada.

—¿Tú qué crees?

Suelto una risa.

—A ver, déjame a mí.

Mi hermano deja caer los brazos con un resoplido y acepta mi ayuda. Deshago el desastroso lazo que ha hecho y vuelvo a colocar la cinta negra alrededor de su cuello, comenzando a entrelazar los extremos de ésta y haciendo varios nudos entre sí. Mientras, Tyler me observa con una mirada llena de desconfianza.

—Allison, ¿te importaría darte algo más de prisa? —dice, moviendo la pierna derecha con movimientos impacientes.

—Cierra el pico y no me desconcentres.

Tras varias maniobras más, termino finalmente de hacer la pajarita. Doy un paso hacia atrás y observo con detenimiento mi trabajo.

—¿Cómo ha quedado? —pregunta mi hermano, no muy convencido.

—Genial —miento. Él hace ademán de mirarse en el espejo, pero consigo agarrarlo del brazo a tiempo y conducirlo hacia la puerta—. No hay tiempo para emperifollarse. Llegamos tarde.

Salimos al exterior. La oscuridad ha caído por completo y nuestra calle está desértica. Tan solo se escuchan el ulular del viento y el crujir de las ramas de los árboles que danzan al ritmo de éste. La noche no es en absoluto agradable o acogedora, pero tampoco creo que a nadie le importe.  Al fin y al cabo, es la última del año.

Desbloqueo el seguro del coche y me apresuro a ocupar mi sitio frente al volante. Tyler se deja caer en el asiento de atrás, cerrando la puerta con fuerza y frotándose las manos en un intento de entrar en calor. Decido poner en marcha el motor y encender la calefacción, que enseguida me calienta el rostro con una bocanada de aire cálido.

Apenas esperamos un par de minutos más hasta que la figura de Harry aparece frente a la luz de los faros del coche. Me saluda con un pequeño gesto y una sonrisa antes de entrar en el interior del vehículo y sentarse a mi lado.

—Qué f-frío —murmura, estremeciéndose de los pies a la cabeza y recolocándose el gorro que cubre su rizada melena. Me vuelve a sonreír y se gira hacia mi hermano—. Hola, campeón, qué bien te veo. Oh, Dios. Espera. ¿Quién diablos te ha hecho esa pajarita?

Tyler pone los ojos en blanco.

—Mi hermana —responde. Harry me lanza una mirada de terror.

—Allison, es horrible.

—¡Oye! —exclamo, molesta, pero él sacude la cabeza.

—Espera dos minutos —me dice—. Tengo que solucionar esto.

Dicho esto, se pone de rodillas sobre el asiento y se estira hasta la zona de atrás, obligándome a pegarme a la ventanilla. Con una clara expresión de fastidio dibujada en mi rostro, espero mientras Harry hace su trabajo. Transcurren más de dos minutos. Cinco, incluso. Sé que se nos está haciendo tarde, pero Harry parece tan concentrado que interrumpirlo se me antoja un delito.

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