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Harry recorre la habitación de un lado a otro por vigésima vez, con el rostro colorado por los nervios y el calor de la calefacción. Mientras, yo lo observo desde la cama, donde he permanecido desde que Harry colgó el teléfono. Exactamente hace media hora, el tiempo que llevamos esperando a que Douglas aparezca.

—¿Dónde se habrá metido? —gruñe.

Como por arte de magia, una luz procedente de los faros de un coche ilumina la habitación, seguida del ruido del motor, que cesa al instante. Antes de que pueda realizar cualquier movimiento o decir algo, Harry se abalanza sobre la cama para echar un vistazo a través de la ventana.

—Es el coche de Douglas —observa, con claro nerviosismo.

Sale a grandes zancadas de la habitación, así que me incorporo rápidamente y lo sigo. El timbre suena mientras estamos bajando las escaleras, las cuales crujen bajo nuestros apresurados pasos.

—Espérame en el salón —me dice.

Asiento y me dirijo a la habitación del fondo, que permanece a oscuras. Enciendo la luz, y una cálida y amplia estancia aparece ante mí. Me dirijo al sofá más cercano y me siento en él. Enseguida me llega la juvenil voz de Douglas, riendo por algo que acaba de decir. Sin embargo, Harry no ríe de vuelta, y el silencio vuelve a reinar en la casa.

Les escucho acercarse al salón y aguardo callada la llegada de ambos, con el corazón latiéndome con fuerza contra el pecho. Todo va a salir bien, me digo. Y aunque la incertidumbre me recorre de arriba a abajo, consigo creerme mis palabras. Al menos un poco.

La figura de Douglas atraviesa el umbral del salón, y rápidamente sus ojos se posan en mí. Me lanza una mirada de desconfianza y se gira hacia Harry, que aparece tras él.

—¿Qué hace ella aquí? —pregunta, con cierto tono despectivo. Harry no responde, y se acerca hasta donde yo me encuentro.

—Siéntate ahí —le indica, señalando el sofá que se encuentra justo a mi lado y sentándose junto a mí.

—Tío, espero que no me hayas hecho venir para decirme que tú y la remilgada estáis saliendo —ríe.

Le fulmino con la mirada, pero me ignora por completo. Se sienta cómodamente en el sofá, apoyando uno de sus brazos en el respaldo.

—¿Y bien?

Harry me mira con desesperación. No deja de frotarse las manos, nervioso, y me pregunto si será capaz de hablar con Douglas o, en cambio, le dará una parada cardíaca antes de poder decir cualquier cosa.

—Douglas, ¿tú...? —empieza a decir, pero se detiene. Lo observo tragar saliva e intentar disimular el temblor de sus manos—. ¿Mataste a Logan?

Giro la cabeza para mirarlo con los ojos abiertos de par en par, incapaz de creer que haya sido tan sumamente rotundo e idiota. Me vuelvo hacia Douglas, que mira a Harry con el rostro desencajado. Entonces, sin previo aviso, se abalanza sobre él, lo tira al suelo y comienza a pegarle.

—¡Hijo de puta! —grita, fuera de sí.

—¡Eh! —grito, agarrando a Douglas por la espalda e intentando apartarlo de Harry, pero su fuerza es desmesurada—. ¡Por el amor de Dios! ¡Para!

Finalmente, consigo separarlos y Douglas se incorpora, con la respiración agitada y mirando a su amigo con odio. Me agacho para ayudar a Harry, que se retuerce en el suelo. Le retiro las manos de la cara, y descubro su nariz llena de sangre. Aprieto la mandíbula e intento cortar la hemorragia, pero Harry me aparta con el brazo y se levanta, con los ojos clavados en Douglas.

—¿Lo hiciste? —vuelve a preguntar. Douglas avanza hacia él hasta quedar a un centímetro de su nariz.

—Ni siquiera sé cómo te atreves a dirigirme la palabra otra vez —murmura entre dientes. Varias partículas de saliva salen disparadas de su boca.

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