32

3.7K 277 50
                                    

La ciudad amanece sumida en una espesa niebla y un frío casi polar. A través de la ventanilla del coche, observo a los operarios retirar las luces de Navidad que cuelgan de las farolas y edificios. Sin ellas, las calles vuelven a adquirir el aspecto cutre y deplorable que siempre ha caracterizado a Baltimore. Incluso los rostros de las personas que caminan por la calle ya no sonríen; al parecer, la rutina nos ha ensombrecido a todos de nuevo.

El tráfico está espeso. Apenas avanzo unos metros cada cinco minutos. Mi hermano hace rato que se quedó dormido, con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza apoyada en el cristal empañado. La última canción que sonó en la radio aún sigue retumbando en mi cabeza, a pesar de que la impaciencia me hizo apagar la música nada más introducirme en el atasco.

Tardo en salir de allí al menos diez minutos más. Sin embargo, una vez dejada atrás la avenida principal, logro llegar al instituto sin más dificultades. Aparco como puedo en el único y estrecho hueco que encuentro y despierto a mi hermano para hacerle saber que el trayecto ha llegado a su fin.

Nos dirigimos al edificio con parsimonia, intentando retrasar el momento de cruzar el umbral lo máximo posible. Apenas hay gente en el exterior, solo un par de estudiantes fumándose un cigarro en las escaleras de la entrada. El resto permanece en el interior del instituto, resguardándose del mal tiempo que hoy acecha a la ciudad.

Una vez en el recibidor me despido de Tyler, dispuesta a dirigirme a mi clase. No obstante, antes de poder hacer nada, me detiene sujetándome por el brazo. Le lanzo una mirada desconcertada, pero él se acerca a mí y me abraza. Yo me quedo quieta, envuelta en sus brazos y sin saber qué hacer. Mi hermano nunca suele abrazarme. Al menos, no en público. Tampoco es algo habitual en mí. Aun así, decido responder a su gesto y coloco mis manos en su espalda. Su calidez me hace sentirme un poco mejor.

—Intenta tener un buen día, ¿vale? —me dice, separándose de mí. No es hasta que lo miro a los ojos cuando me doy cuenta de lo mucho que ha crecido. Casi es tan alto como yo, y su mirada refleja tal discernimiento que me cuesta reconocerla. ¿Cuánto me he perdido durante estos meses?

—Vale —murmuro. Él me sonríe, se recoloca la mochila y se marcha. Yo tardo más en reaccionar, cuando el timbre suena y la gente comienza a dispersarse.

Entro en la clase segundos después que el señor Campbell. Mis ojos buscan rápidamente a Harry, que se encuentra sentado en su sitio, haciendo girar el lápiz que tiene entre sus dedos. Ni siquiera levanta la mirada cuando ocupo el asiento de delante, y no sé si es porque está tan perdido en sus pensamientos que no se ha percatado de mi presencia o porque, simplemente, no quiere hacerlo.

El profesor comienza la clase con un discurso motivador acerca de los próximos seis meses al que decido no prestar atención. El sencillo hecho de pensar en la cantidad de días que quedan para acabar el curso me resulta extenuante. Solo vuelvo a fijar la vista al frente cuando oigo mencionar algo acerca del trabajo que debíamos hacer para hoy, pero antes de que consiga procesar la información, el señor Campbell ha pedido voluntarios y Harry ha levantado la mano.

—Vamos —murmura al pasar por mi lado, mientras camina hacia el principio de la clase. Yo me incorporo y lo sigo, sintiendo todas y cada una de las miradas de los alumnos puestas en nosotros. El señor Campbell se sienta sobre la mesa, observando a Harry colocar la cartulina sobre la pizarra. Tras ello, con un movimiento de mano, da inicio a la exposición.

Harry se enzarza en una charla sobre microorganismos, protozoos, bacterias, virus y ciclos biogeoquímicos. Yo hablo sobre patógenos, mecanismos innatos y adquiridos e inmunopatología. La gente escucha, mi compañero se expresa con fluidez y yo intento balbucear lo menos posible. Enseñamos fotos, interactuamos con los alumnos y generamos algunas risas, siempre evitando mirarnos el uno al otro. Después, las voces cesan y me doy cuenta de que el tiempo ha pasado demasiado rápido y hemos acabado. La gente nos aplaude, el profesor nos da la enhorabuena y me lanza una mirada cómplice que no sé cómo interpretar. Harry pide ir al servicio y el señor Campbell asiente. Lo veo dirigirse a la puerta y salir al exterior. Yo vuelvo a mi sitio y soy incapaz de prestar atención a los siguientes trabajos porque sé que Harry no va a volver.

InsideWhere stories live. Discover now