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—No puede ser.

Guardo silencio. Han pasado tres semanas y aún me cuesta recordar lo sucedido. Aunque algunas imágenes han comenzado a ocultarse tras una neblina cada vez más espesa, todavía soy capaz de evocar el olor a pólvora y muerte que me lleva persiguiendo desde entonces. A veces incluso me reencuentro en sueños con los ojos sin vida de Douglas y su cuerpo ensangrentado sobre el asfalto.

En el instituto apenas se habla de ello. El suicidio de Douglas y la verdad sobre el asesinato de Logan han sido acogidos en silencio. Supongo que nadie se imaginaba que el desenlace de la historia fuese a ser este. Estos últimos días, todos los estudiantes no han dejado de mantener sus miradas puestas en mí, como si yo contuviese todas las respuestas. Y quizás sea así, pero para mí todo sigue siendo igual de confuso que el primer día.

—Logan nunca me contó nada.

Alzo la mirada hacia Paige. Está sentada sobre el alféizar de la ventana, con las rodillas pegadas al pecho y la vista clavada en algún punto más allá del cristal. Lleva el pelo recogido en una cola de caballo y su rostro está limpio de maquillaje. No lleva ropa de hospital, sino unos simples vaqueros y un jersey demasiado grande para su pequeño cuerpo. Casi parece la de siempre. Casi, porque ahora soy capaz de vislumbrar el vacío que Logan dejó en ella y que pasó desapercibido para mí durante meses.

No dejo de observar sus gestos. Me da miedo que pueda echarse a llorar y llamar la atención de los médicos. La primera advertencia que he recibido al llegar al hospital ha sido evitar hablarle a mi amiga de cualquier asunto que pueda alterar sus nervios. He intentado cumplir las normas durante los primeros minutos que pasado en esta habitación, pero Paige enseguida me ha leído la mirada. Y yo, demasiado cansada de mentir, le he contado todo, a excepción de los detalles más macabros que aún me persiguen en la memoria. Paige, sin embargo, parece tranquila. Está sorprendida, eso sí. Y algo conmocionada. Pero tranquila, después de escuchar toda la historia y procesar que quien mató a su novio fue nada más y nada menos que uno de sus mejores amigos.

—No creo que Logan planease contárselo a nadie —respondo, sin demasiadas fuerzas. Rememorar lo ocurrido me ha dejado exhausta—. Douglas sufría trastorno bipolar, y él lo sabía. Quizás le daba miedo que no fuese a tomárselo bien. Al fin y al cabo, fue lo que sucedió.

La conversación que mantuvimos con la detective McCarthy días atrás resurge en mi mente. Por lo visto, Logan fue a hablar con los padres de Douglas cuando se enteró de que ambos eran hermanos y el tema salió a relucir. La madre le aseguró que utilizaba medicación. Sin embargo, en su última investigación, la policía ha encontrado su habitación los botes casi llenos; ni Douglas estuvo medicándose, ni tampoco sus padres estuvieron pendientes de que fuese así.

Paige asiente, en silencio. Se baja del alféizar y se acerca a la mesa supletoria que está junto a su cama, sobre la que descansa una botella de agua. Coge un vaso de plástico, lo llena y se lo bebe de un trago.

—¿Y Harry? —pregunta, sentándose sobre el colchón—. ¿Cómo está?

—Físicamente, mejorando. Psicológicamente... destrozado.

—Se pondrá mejor.

—Ha perdido a sus dos mejores amigos —señalo.

—Pero aún te tiene a ti —dice, clavando sus ojos castaños en los míos. Yo suspiro.

—Como si estuviese sirviendo de mucho...

—Él te necesita, Allison. Aunque no lo veas así, pero te necesita. Solo tienes que ver lo mucho que ha cambiado desde que estás con él.

No respondo, porque no sé qué decir, así que me limito a apartar la mirada. Siento los ojos de Paige sobre mí, esperando a que abra la boca y responda a sus suposiciones. Sin embargo, yo me mantengo en silencio, escuchando las voces lejanas procedentes del otro lado de la puerta.

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