Lilo

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Lilo

Aquella mañana, las olas eran perfectas en Hanalei Beach. Muchos surferos se habían lanzado al mar y Lilo había sido una de ellos. Se había despertado temprano, cuando el cielo estaba gobernado por una brillante luna llena. Se vistió en silencio; no quería que su hermana se despertara. Bajó de puntillas las escaleras hasta el garaje, donde se encontraba su tesoro más preciado: su tabla. Había pertenecido a su padre. Aún se podían distinguir los arañazos sobre la madera. Lilo la acarició con sus dedos y susurró convencida:
-Hoy la encontraremos.

• • •

El viaje en coche hasta la playa había sido relajante. La radio seguía apagada, pero había disfrutado de una verdadera melodía creada por las olas, el viento y el sonido de los pájaros. Incluso el motor de su destartalada pick up seguía el ritmo de la canción. Tras aparcar, salió del coche y el olor a mar entró en ella. Cogió la tabla y corrió hasta la arena. Para ser tan temprano, había muchos surfistas. Hanalei Beach no era una playa para turistas, así que conocía a la mayoría; era un pueblo pequeño, donde todos sabían tus secretos y tus miedos. Aquellos chicos habían compartido esa playa con ella desde que empezó a andar. Por eso le resultó raro ver a aquel chico desgarbado de pelo azul dirigiéndose a la orilla. Su piel blanquecina comenzaba a volverse rosada debido al sol. Debía ser un forastero, pensó. No le dedicó más tiempo y corrió hacia el mar. El neopreno se le ajustaba perfectamente al cuerpo mientras nadaba con la tabla. Se subió a ella y observó las olas que se aproximaban. A lo lejos pudo apreciar algo interesante. Parecía su ola, aquella que buscaba desde hacía meses. Se tumbó sobre la tabla y nadó rápidamente. Justo cuando iba a levantarse para coger la ola, una sombra apareció a su lado. El chico del pelo azul estaba junto a ella y pretendía coger su ola.
- ¿Pero qué estás haciendo? -le gritó Lilo-

El chico sólo la miró. Sonrió enseñando los dientes y avanzó, surcando la ola como un profesional. Lilo se quedó boquiabierta. En un segundo, acabó bajo el agua, revolcada a causa del movimiento del mar. Había visto como la ola que llevaba esperando desde hacía meses había sido robada por un niñato. Volvió a sentarse sobre la tabla, observando como el chico andaba sobre la arena mientras todos les aplaudían y vitoreaban. Esto no iba a quedarse así, se prometió.

• • •

- ¿Tienes idea lo que acabas de hacer? -Lilo se acercaba al bar en el que el joven de pelo azul se encontraba sentado con cara de pocos amigos. En cambio, él no paraba de sonreír-. No me parece gracioso.

- Pues a mí sí -su voz era ridículamente aguda, como el ladrido de un caniche-. Estás muy guapa cuando te enfadas.

- ¿Disculpa? -dio dos zancadas rápidamente-. ¿Sabes con quién estás hablando?

- Lilo Pelekai, diecisiete años, surfeas desde antes de empezar a andar, vives con tu hermana, pareces la chica más interesante de todo Hawaii.

- Oye, alienígena -le dio un pequeño empujón sobre el pecho-, no eres nadie, absolutamente nadie para hablar sobre mí.

- ¿Por qué querías esa ola? -la miró con intensidad-.

- ¿Y a ti por qué te interesa?

- Te he quitado algo que parece importarte. Quiero saber por qué.

El joven no apartaba la mirada. Sus ojos eran de un azul profundo; tanto que a Lilo le costaba mantener la mirada, y su orgullo no se le permitía. Nadie le ganaba en una pelea, pero debía ser fiel a sus principios. Así que frunció el ceño y fue sincera.

- Llevaba esperando esa ola mucho tiempo.

Él giró la cabeza, como intentando comprender las palabras de Lilo, buscando un significado entre líneas. Durante un segundo, pareció entenderlo todo. El brillo en sus pupilas se acentuó y la morena puedo contemplarlo. Después, el chico del pelo azul sonrió enseñando los dientes, como ya lo había visto hacer en más de una ocasión.

- Lo siento.

A Lilo le dio un vuelco el corazón. Nadie en mucho tiempo se había disculpado con ella. La gente la temía o la ignoraba, pero no se preocupaban demasiado de su existencia. Por ello, ver cómo unos ojos extraños se abrían por completo a ella, con total sinceridad, la dejó sin aliento. Pero él no se percató de ello y lo único que hizo fue levantarse de la banqueta y alejarse hacia el aparcamiento. Lilo sabía que aquello estaba mal, que no debía mostrarse débil frente a nadie, pero rechazando los pensamientos negativos de su subconsciente, corrió tras él y gritó.

- ¡Eh, alienígena! -él se giró lentamente. Aún sonreía-. Siento haberte hablado así. Yo...

- No te disculpes, hawaiana. Ya tendrás ocasión de hacerlo -le guiñó el ojo y se marchó-.

• • •

No fue la última vez que se vieron. Todas las mañanas de ese verano, Lilo corría por la carretera con su pick up. Cogía su tabla y buscaba con la mirada en la orilla al chico del pelo azul. Cuando lo encontraba, sonreía de medio lado y buscaba su ola hasta que se ponía el sol, mientras él solo se quedaba allí, viendo pasar las horas. Después, a veces, iban a tomar un helado o Lilo le enseñaba los típicos bailes hawaianos. Pero la mayor parte del tiempo únicamente se sentaban en la playa, en silencio, como si ambos supieran más del otro de lo que deberían. Y así pasaron los días, como quien anda por la arena, sin saber que el final se aproximaba a una velocidad vertiginosa. Stitch, como había descubierto que se llamaba tras un par de semanas y mucha insistencia, se había convertido en su amigo. Le había contado más cosas de las que nadie sabía sobre ella: cómo le afectó la muerte de sus padres, el esfuerzo que hacía su hermana cada mes para conseguir salir adelante, lo mal que la trataban las otras chicas de la escuela... Toda la vergüenza se había perdido, jamás había confiado en alguien tanto. Por el contrario, Stitch prefería seguir callado. Apenas sabía algo de su vida más allá de que era extranjero y que había llegado a Hawaii por casualidad. Pero a Lilo no le hacía falta nada más.

- ¿En qué piensas?

Era difícil de explicar, pero Lilo muchas veces pensaba que Stitch estaba en la luna.

- En tu ola -aquello dejó pasmada a Lilo. Eso era lo único de lo que no había querido hablar-

- Aquello pasó hace tanto tiempo...

- ¿Por qué querías esa ola? -la pregunta que no quería escuchar-. ¿Por qué todos los días buscas una ola como esa?

- Es difícil de explicar...

Stitch hizo un gesto queriendo decir "soy todo oídos". Entonces se lo contó.

<<Nueve años atrás, veía a mi padre competir en un prestigioso campeonato de surf. Iba en cabeza, superando a sus otros contrincantes por una gran diferencia. Cuando quedaban unos segundos para el final, ocurrió. Mi padre siempre estaba hablando de ello. La ola de su vida apareció de la nada. Todo el que lo vio lo recuerda como si fuera ayer. Fue... precioso. A las pocas semanas, a mi padre le diagnosticaron cáncer y no pudo volver a competir nunca más. Antes de morir, le prometí que cogería esa ola. Repetiría lo que él hizo, en su honor. Desde entonces la busco desesperadamente>>

Las mejillas de Lilo estaban húmedas cuando terminó su historia. Su gran secreto descubierto por el que hace unos meses era un desconocido. Quién lo hubiera imaginado. Stitch secó sus lágrimas mientras la miraba con compasión.

- Quiero contart...

Y entonces lo besó.

¡Aquí tenéis! Este capítulo llevaba en borradores más de tres meses y no conseguía terminarlo de ninguna manera. Pero bueno, aunque no esté muy contenta con el resultado, espero que podáis disfrutarlo. De verdad que quiero centrarme en esta historia, así que no os vayáis muy lejos ;)

Gracias por todo el apoyo en los comentarios, no sabéis la fuerza que me dan.

Un besazo,

-R.

Colorín, colorado, esto aún no ha acabado Where stories live. Discover now