Cuando Blancanieves llegó, con gruñidos y los colmillos afilados, se encontró a la pequeña Cenicienta echa un ovillo, con los zapatos hechos añicos. Sentía curiosidad. Jamás había visto a una chica tan bella llorar así. Era como si estuviera... Rota.
—Eh— preguntó, mientras el vacío repetía— ¿por qué lloras?
Cenicienta, que creía estar sola en este mundo, volvió la cabeza, y vio a una extreña chica. Era muy alta, y vestía como un chico. Pero no era eso lo que más resaltaba en ella; eran sus labios. Rojos como la manzana más alta del árbol, como las luces más brillantes del árbol de Navidad.
—¿Me has escuchado?—Blanca se acercó a ella, con paso firme— Yo soy Blancanieves, aunque me llaman Blanca.— levantó la mano para saludarla.
Cenicienta aceptó su mano.
—Soy...—pensó que podría ser un nuevo comienzo para su nueva vida— Serena. Encantada de conocerte.
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Colorín, colorado, esto aún no ha acabado
Short Story¿Y si te digo que Aurora tomaba pastillas para dormir? ¿Y que Blancanieves odiaba las manzanas? ¿Me creerías si te contara lo que realmente le ocurrió a Cenicienta? Olvida todo lo que te contaron: esta es la verdad. Portada realizada por la maravi...
