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26 de agosto, 2009.


Es de madrugada, y por alguna u otra razón, no dejo de pensar en Noah. En su risa nerviosa de cuando eres nuevo en algún sitio y estás rodeado de una multitud de desconocidos, y no sabes si reír o llorar.

Me he puesto los auriculares y me he sentado en el borde de la ventana a observar las estrellas. Esta es la hora muerta, sé que a esta hora la noche es más oscura y por consiguiente las estrellas brillan más, es un mundo mágico el que está arriba.

A veces pienso que las estrellas son peces y el cielo es el mar.

Yo y mis teorías del universo.

No hacía esto desde que papá se fue, desde entonces perdí el interés.

Ahora tengo ganas de hacerlo nuevamente, quiero escribir, quiero llenar estas páginas de sangre, quiero escribir sobre él, sobre ese chico tímido y callado que se sentó en la esquina del salón de clases.

"Ojalá piense en mí", me repito en mi mente.

Pero luego recuerdo que es una ilusión, una idea, un fantasma de lo que quizás nunca será. Y me pongo triste, viene de nuevo esa canción que se repite en mi cabeza.

Y suspiro.

Inhalo ilusiones que pronto se exhalan en realidad. Y me doy un gran portazo, no sé por qué soy tan poética cuando tengo cosas mejores de las que escribir, pero siento la necesidad urgente de desahogarme.

Ahora vamos a la realidad de nuevo:

¿Por qué se fijaría en mí?

¿Por qué un chico como él se enamoraría de un desastre como lo soy yo?

A nadie le gustan los desastres.

Y yo soy un desastre.

El Diario de AnnalisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora