Capítulo 18

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S04C18:
PIEZAS

***

La situación se fue de las manos. Y no recuerdo en qué momento todos se pusieron contra Tyler:

— ¿No te das cuenta del daño que nos estás haciendo? Supongo que no —dijo Amy.

— ¡Pero necesito que me escuchen! Ellos nos han mentido. Y sino, ¿por qué harían algo así? No hay otra explicación ¡Por el amor de dios!

— Basta Tyler, cálmate —ordenó Rebecca—. Estamos frente a una gran oportunidad, y no voy a permitir que lo arruines.

— Es verdad, ella tiene razón —agregó Julie—. Esta es una oportunidad que no podemos dejar pasar. Es decir, ¿haz vistos este lugar? No hay forma de que esto se venga abajo.

— Creíamos lo mismo del Museo... —respondió él.

— A diferencia del Museo, las personas no se atreverían a desafiar a todo un Escuadrón militar, por favor. Y los cadáveres no son amenaza alguna...

— Julie, ¿de verdad vas a vivir con gente así? ¿Cómo planeas dormir de noche sabiendo lo que estas personas hacen?

— Tiene que haber una explicación lógica a todo esto. No todo es lo que parece —explicó Samanta.

— ¿Acaso no escuchaste lo que dije? ¡Esta gente captura personas y las tortura hasta morir!

— Cuéntalo una vez más —dijo Matt con una mano en su barbilla intentando entender lo que sucedía.

— La entrada está en el Ayuntamiento. El ascensor te lleva hasta el subsuelo, varios metros bajo tierra. Allí lo vi todo. Había varios cuartos, eran algo así como oficinas. En unos había monitores de las cámaras de seguridad de toda la Metrópolis ¡Nos espían las 24 horas!

— ¿Qué? ¿Hay cámaras aquí? —exclamó Hillary, algo perturbada.

— No, aquí no. Pero afuera sí, en todas partes.

— ¿Y qué hay con eso? —interrumpió Rebecca.

— No lo interrumpan —ordenó Matt—. Continúa.

— En las otras oficinas había papeleríos, planes, proyectos... mapas. Luego, otra vez en el elevador, antes de que volviera hacia la superficie vi que había un piso más abajo. Y entonces no dudé en bajar. Una vez allí, el extenso pasillo de concreto separaba las diferentes celdas, clasificadas en diferentes categorías: nivel uno, dos y tres. El primer nivel tenía una banda roja en la puerta de cada celda, el nivel dos, una naranja. Y por último, el tercer nivel, una roja. Avanzando hacia el final del pasillo había una última puerta: el depósito. No necesité abrirla para saber qué había dentro. Un monitor a un lado de la puerta blindada me facilitó el trabajo: dentro almacenan herramientas de tortura, ¡y decenas de cadáveres amarrados!

— Pero, ¿por qué harían algo así? —interrogó Hillary.

— Porque los usan para torturar a las personas que tienen capturadas en aquellas celdas.

— ¡Debe haber motivos para hacerlo! —interrumpió Rebecca.

— ¿Ah, sí? ¿Tú crees que es humano torturar personas? Sin importar los motivos joder, eso está jodidamente mal.

— Hay gente que se merece cosas aún mucho peores —dijo Matt por lo bajo.

— ¿Enserio van a dejar que los niños convivan con gente como esta? ¡Esta gente es peligrosa! —Luego giró y la miró justo a los ojos a Samanta — ¿Sammy? Por favor dime que tú no...

El Diario de Thomas J. (I)Where stories live. Discover now