Forbidden Love [Thranduil] || WATTYS LONGLIST 2018|| PROCESO DE CORRECIÓN

Before the Battle

El rey Elfo iba a la par del humano ahora al frente de lo que alguna vez fue el pueblo de Esgaroth, ambos cabalgan entre la masa dorada que se podía ver desde kilómetros, una formación perfecta de elfos Silvanos, aquel ejercito llenaba a la perfección la planicie algo gris por la nieve que se encontraba entre el Valle y la montaña, los enanos desde arriba observaban como el prepotente rey que detestaban se acercaba con galanura, aquella armadura plateada brillaba como el filo de una espada al entrar en contacto con lo rayos del sol, los ojos azules llenos de superioridad que el enano repugnaba como ningunos otros. Thranduil se acercaban un poco más a lo que una vez fue el puente de entrada a la esplendorosa montaña y los salones de ésta, una flecha surco directo a las patas de su alce, lo cual los hizo detenerse.

— La próxima ira entre tus ojos— dijo sin respeto alguno el enano dejando a un Thranduil algo divertido por su pequeña muestra de rebeldía, los enanos comenzaron a reírse, además de emitir algunos otro sonidos demasiado molestos para los elfos, Thranduil con un movimiento muy ligero de cabeza hizo que los miles de elfos apuntaran flechas directo dónde los enanos se conglomeraban a observar como si de un desfile se tratase el ejercito dorado aglutinado en sus puertas o lo que alguna vez fueron, Thorin no dejo de apuntar inclusive cuando sus amigos y compañeros de aventura escondieron sus sucias cabezas detrás de la fortaleza construida una noche antes, aunque no lo quisiera, el enano buscaba a aquella hermosa mujer, pero no tuvo mucha suerte, Muirgen se había quedado en el valle sólo por seguridad o la tranquilidad de Thranduil puesto que ella quería estar ahí a su lado, desde lo alto pudo observar lo que pasaba, como Thranduil se abría paso y quedaba ante el enano.

— Tu padre manda a decir que los niños están bien— comentó Bartram al lado de ella, ésta vez vestía aquellos hermosos y gráciles vestidos de colores que acentuaban mejor su figura, por el contrario, como dispuesta a la batalla llevaba un traje parecido al que usaba Tauriel sólo que la armadura del pecho era de un ligero plateado, el metal se pegaba a sus curvas hasta terminar en una falda de red hecha de metal, sus piernas estaban acentuadas en unos pantalones de piel oscura con las botas del mismo materias pero con detalles en metal por protección, su cabello iba recogido en una trenza hermosa que se aferraba a la pequeña tirara que mostraba su posición en el reino.

— Mis hijos me preocupan Bartram, pero sé que mi padre y abuelo los protegerán, ¿soy una mala madre?— sus ojos azules le atacaron, él iba vestido de forma normal, nada para una batalla, Muirgen se veía afligida.

— Eres la mejor de todas— le dijo besando su frente como siempre, con la devoción ciega que le ataba a ella, como si se tratase de cadenas irrompibles, se tomaron las manos para observar lo que pasaba, sus ojos enfocaban mejor la escena, Muirgen deseaba salir directo al lado de su amado, tal vez el señor Baggins tenía razón y si era ella quien le pedía a Thorin detener todo esto, él lo haría.

— Debo ir— beso ligeramente la mejilla de su amigo antes de que éste la detuviese se volvió parte del viento transparente que corría helado por aquel lugar, la chica se apareció en medio de los dos bandos enemigos como podría llamarse, a Thorin se le ilumino la mirada mientras que al rey los tintes de preocupación llenaron cada milímetro de sus pupilas celestes.

— Princesa Muirgen, por fin nos honra con su presencia— el elfo bajo de su transporte para ir directamente al lado de Muirgen pero ésta le detuvo con la mano. 

Se quedó a escasos pasos de ella, ¿era a caso que le viento se había vuelto difícil de digerir en sus pulmones? ¿celos?, sí, era eso, celos de un sucio, arrogante y además poco agraciado enano que veía con dulzura extrema a la dueña de su corazón, de su vida y alma, Muirgen es una hechizo extraño en el que caen todos cuanto la ven, digeridos por la magia de sus cabellos, de sus ojos, escupidos lentamente a un abismo blanco y terso que lleva por piel, estaba más que seguro que el enano sentía eso y más por la princesa, por su Muirgen.