CAPÍTULO 7

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Formamos una fila y caminamos, hasta quedar frente a un gran portón de metal.

Dos hombres abrieron las puertas desplegables y dejaron a nuestra visión un gran espacio verde. Parecía ser un campo rectangular, con el césped cortado a la perfección. Tres tribunas, suspendidas por grandes vigas, se alzaban rodeándolo. Todo el laboratorio lo encerraba, con sus pasillos, formando un rectángulo que se interrumpía en una punta por toda la cabeza del lugar. Ver desde este punto la inmensa plataforma me hizo cambiar de parecer. Sus estructuras eran enormes y prácticas. Era como si todo el laboratorio tuviera un bosque por debajo que se extendía por todas partes y algo lo sostuviera elevado en el aire, exceptuando la parte norte del lugar.

Estaba segura de que, si me paraba en medio del campo, podría tener una vista panorámica de todo el lugar. Por parte me impresionaba, pero, luego, ver tanto encierro me estaba haciendo perder las esperanzas de que algún día podría escapar y ser libre. Era consciente de que no sería libre de un día para el otro. En este caso convenía evaluar el lugar y planificar todo a la perfección, sin importar el tiempo que llevara. Incluso no me vendría mal aprender a controlar estos malditos ojos fugaces. Si no puedo quitármelos, por lo menos puedo utilizarlos y hacer que Sigma se arrepienta de la falla que creó.

Nos condujeron hacia los vestidores mixtos, para que nos alistáramos con muñequeras, coderas y una malla elástica bajo la ropa. Supuestamente servía como protección, en caso de que una hoja filosa o una flecha nos atravesara. No detenía el daño, sino que lo reducía para que después pudiésemos ser atendidos por los médicos y no desangrarnos a mitad de camino. Una vez que terminamos de alistarnos nos ordenaron que dejáramos todos nuestros armamentos en una caja, antes de salir. A regañadientes, terminé accediendo a depositar mi daga adentro y el cuchillo dentado que había tomado. No me gustaba la daga lejos, me sentía desprotegida sin ella.

La luz de la mañana chocó contra mi vista, pero una vez que me acostumbré fui a reunirme con el resto, al borde del campo. Intenté buscar a alguien que me resultara conocido, pero había tanta gente, que casi no veía nada. Después de estirar el cuello un poco, me encontré a Colin quien charlaba con Katherine y Luke. Me reuní con ellos y escuché las obscenidades que escupía la rubia, pero ¿referidas a quién?

—¡Volvió! —Señaló a alguien entre la multitud—. Creí que la había dejado internada en el hospital, ¡pero no!

Miré a donde apuntaban y divisé a esa tal Arden. Era morocha, con el pelo lacio y largo, llegándole más o menos hasta la cintura, su piel era aceitunada y su figura delgada resaltaba sus músculos. Debía de tener mi altura.

Me miró de pies a cabeza, con sus achinados ojos rosados y sonrió. No supe identificar si su sonrisa expresaba superioridad o tan solo simpatía; la primera opción era más viable en este lugar.

—Jayden no se equivocaba al decir que tenían buen servicio médico —comenté cruzada de brazos.

—Hay veces en las que es demasiado bueno, lastimosamente —gruñó la rubia de ojos rojos. Tenía ambos puños apretados, aparentando estar muy furiosa. Una gota de sangre resbaló por su mano y aterrizó en mis borcegos negros. Se había clavado las uñas en la piel, con profundidad, pero aun así se limpió en los pantalones despreocupadamente.

— Recuerda buscar tu ancla Kate —le recordó Luke, levantando su mentón—. Solo respira y piensa en ello.

Así mismo lo hizo y al abrir sus ojos, estos habían dejado de brillar con tanta intensidad como antes.

—¿Qué es eso del ancla? —pregunté, interesada en el tema.

—Es algún recuerdo, persona u emoción, de las cuales nos basamos para calmarnos y así poder controlar nuestros poderes —respondió Luke—. La mayoría usa como ancla el enojo y la ira, ya que no muchos tuvimos vidas normales y lindas. La mía es la familia, cuando los recuerdo me tranquilizo y así puedo controlar y ver las emociones de los demás sin que me estén sofocando.

No Soy una Falla ||LIBRO 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora