CAPÍTULO 11

86K 6.7K 975
                                    

(Colin)

La temperatura había cambiado drásticamente. De no ser por el saco negro en mi cabeza y las muñecas amarradas con esposas, podría darme el lujo de ubicarme.

Me ordenaron tomar asiento y guiándome por el tacto, terminé por caer en lo que parecía ser una silla metálica. Me quitaron el saco de la cabeza y así pude divisar a dos hombres de traje militar, parados a ambos lados de la puerta.

Me habían metido dentro de una cabina, recubierta por una tela acolchonada. Tenía demasiada experiencia como para saber que estaba en una habitación psiquiátrica. Varios recuerdos cruzaron por mi mente, como cuando me enviaron a un psiquiátrico en las afueras de Oregón. Allí tuve a un compañero que intentó ahorcarme con un cinturón de cuero, que había robado a uno de los guardias. Recordé que su intento había fallado, cuando Él me obligó a arrancarle un dedo con los dientes. Al día siguiente lo encontraron colgado por el cuello, en un nudo de sábanas blancas.

—¿A qué se deben las ataduras metálicas? —pregunté con la boca totalmente seca—. Creí que a los locos se los ataba con correas, para que no puedan lastimarse a sí mismos.

"Tú estás más que loco", respondió Él.

Ninguno de aquellos dos hombres respondió. Simplemente se quedaron estáticos mirándome, como si fuese a escapar. Unos diez minutos más tarde, Sigma ingresó en el cuarto y cerró la puerta a sus espaldas.

Se acomodó en cuclillas frente a mi rostro y me tomó por el mentón.

—Veo que estás familiarizado con el lugar. Eso te hará sentir más cómodo, pero relájate y respira, aquí nadie intentará matarte ni ahorcarte.

—¿Cómo está tan seguro de ello? —Alcé una ceja y me enfrenté a aquellos ojos, que no decidían si eran celestes o grises—. Estas ataduras no me aseguran salir ileso.

Se apartó y salió de aquella cabina. La puerta se aseguró con traba y empezó a hablarme a través de un micrófono. Lo vi por la ventana rectangular apretando varios botones, hasta que las luces brillaron con mayor intensidad.

—¿Recuerdas que le he dado un reloj eléctrico a tu hermano? Esos diminutos choques que pudiste experimentar pasarán a ser fuertes descargas a medida en que vaya subiendo la escala en este control.

—¿Qué es lo que logra con todo esto? —Intenté forcejear, pero mi fuerza no se comparaba con un pedazo de metal—. ¿Qué pretende obtener?

—Pretendo controlar tu enfermedad. Verás... cuando era pequeño tenía un hermano menor que a sus dieciocho años mató a mis padres. Yo tenía cinco años más que él y me especialicé como psicólogo solo para poder ayudarlo y ¿qué crees que hizo después de todo lo que le he brindado? Intentó apuñalarme en medio de un abrazo.—Frotó su rostro con frustración antes de seguir hablando—. En cualquier momento tú podrías llegar a hacer lo mismo. Por lo cual necesitamos que pierdas los estribos para que aprendas a aceptar lo que tienes. Si consigues mí objetivo, podrás dominar a Él.

Quedé pasmado ante su patético intento de ayuda. Se suponía que tendría que lograr mejorar mi estado, no incitarlo a controlarme. Dejé de esforzarme por intentar comprender las ideas que navegaban por aquel cerebro corrompido.

Pobre idiota.

—Bien, Colin. Empecemos charlando un poco sobre tu vida, ¿sí? —Hizo una pausa para colocarse unos lentes con marco—. ¿Amas a tu familia?

—Sí —respondí secamente y al instante sentí una leve corriente eléctrica recorrer mi cuerpo.

—Siguiente pregunta. ¿Echas de menos a tu madre, Colin?

No Soy una Falla ||LIBRO 1||Where stories live. Discover now