treinta y siete.

5.3K 567 75
                                    

Vota para seguir con el maratón.
Si ves errores ortográficos o de algún otro tipo, avísame.

No podía creerlo.

Pensé que a partir de ese día todo comenzaría a ir bien. Pero no fue así. Sucedió todo lo contrario.
Fue como si el mundo hubiera decidido conspirar contra mi familia.
Para empezar, cuando mi padre llegó a casa, ebrio, tuvo una enorme discusión con mi madre. Él le dijo que era demasiado posesiva y que él ya estaba harto de ella.
Luego se dirigió a mí, y dijo que por mi culpa estaba estresado, porque yo siempre le daba problemas.
Mamá terminó diciéndole que parara, con lágrimas en los ojos.
Mi padre le soltó una bofetada. Y yo no podía creer que aquello estuviera pasando.
¿A dónde diablos se había ido la felicidad? Ahora sólo quedaba dolor. Ver a mis padres pelear rompió mi corazón en pedazos.
Simplemente quería tener una familia normal. Pero todo se estaba derrumbando repentinamente, y yo no podía hacer nada más que observar. Sí, simplemente mirar.

¡Pero tenía dieciocho años! Podía vivir sola. Sólo debía conseguir un trabajo mejor para pagar la renta de un apartamento, ¿qué más me detenía?
Así que lo hice. Subí a mi habitación y comencé a empacar maletas. Sabía que no iba a encontrar el apartamento tan pronto, así que iba a dirigirme a un hotel.
Rompí mi alcancía para emergencias y guardé todo el dinero en mi billetera.

Cuando bajé con las maletas, vi a mamá acorralada entre la pared y mi padre.
- ¡Déjala en paz! - Le grité.
Papá se separó, y caminó hacia mí. Me tomó del brazo fuertemente, hasta que dejé de sentirlo.
- Eres una buena para nada, no tienes derecho a decirme qué hacer... - Dejé de escucharlo y vi a mi mamá, quien me rogaba en silencio que me fuera. Que escapara.

Tomé un respiro antes de soltarle una patada en la entrepierna a mi propio padre, para luego salir de allí. Corrí y corrí, las llantitas de mis maletas se atoraban en el suelo.
Vi a un taxi pasar, y le hice una seña.
En cuanto se paró a mi lado, subí y le pedí que me llevara al hotel más cercano.

Después de registrarme y recibir mi llave, me dirigí a la habitación asignada y me tiré en el pequeño sofá que había.
Apoyé los codos en mis rodillas y mi rostro en las palmas de mis manos.
Maldita sea, me sentía tan mal, tan frustrada.

Tenía que comenzar a vivir como una adulta. Debía dejar los juegos tontos, debía dejar de pensar en darle celos a Rubén. De abrir los ojos al mundo real y sus problemas.
No podía vivir más en una cápsula.
Pero era tan difícil. Todos los días pensaba en Rubén, quisiera o no. Todo me recordaba a él, y era muy doloroso no tenerlo conmigo.
Luego estaba Billy. Era tan encantador, y me gustaba mucho.

Quería forzarme a estar enamorada de él para así olvidar a Doblas.
Maldito Rubén, con esa sonrisa amplia, los ojos verdes que tenía y aquel cabello alborotado. No podía superarlo.

¡Tenía que hacerlo!

Cerré los ojos con fuerza durante unos segundos, esperando poder obtener algo de paz. Tomé varios respiros profundos, antes de soltar un enorme grito de frustración.

¡¿Qué demonios se suponía que hiciera ahora?!
Tenía tantas cosas por lograr, cómo conseguir mi apartamento, superar a Rubén y ayudar a mi madre emocionalmente.
Todo era tan malditamente fácil cuando yo era pequeña. No tenía problemas, ni preocupaciones.

De un segundo a otro, me encontré a mí misma, con mi teléfono en mano, marcando el número de Rubén.
Tenía la oreja pegada a la bocina, con el molesto sonido tras el cual debería venir una voz. Seguí esperando que aquellos pitidos cesaran para poder escuchar la voz de Rubén.

Pero parecía que nunca lo harían. Y efectivamente, aquel momento jamás llegó. Arrojé mi teléfono al suelo con frustración y escondí mi rostro en mis manos.
Pronto me levanté, tomé mi teléfono y revisé si estaba bien.

Le envié un mensaje a Dyre.
"Necesito hablar con alguien".
Pronto lo vio, y me llamó.

- ¿Qué ha pasado? - Su voz mostraba genuina preocupación, y agradecí mentalmente tenerlo de amigo.
- Mis padres se pelearon. Acabo de salir de casa, y estoy en un hotel; mañana buscaré un apartamento. Soy una idiota, Dyre. Se me ocurrió llamar a Rubén y él no me contestó.

Escuché un profundo suspiro seguido por un chasquear de labios.
- Mañana por la mañana ven a mi casa, te podrás quedar mientras consigues un apartamento.
- Gracias, de veras lo aprecio...
Hubo un silencio ensordecedor. Aquellos segundos se sintieron como minutos, y cuando acordé me hallé a mí misma sollozando con el teléfono apoyado en mi oído. Callaba mis jadeos llenos de pesar con mi mano.
- Eh, eh, ¿qué pasa? - Me preguntó Dyre.
Mordí mi lengua y apreté a los ojos en un intento de callar mi llanto.
Cuando intenté hablar, el nudo en mi garganta oprimió mi voz.
- Ya no puedo. - Dije con voz queda.
- ¿Qué?
- Que ya no puedo. - Repetí, aumentando el volumen de mi voz. - Estoy harta. Necesito a Rubén. Y lo necesito ya.
Mi amigo se quedó callado por unos cuantos segundos.
- Eso está muy mal.

Me molestaba demasiado no recibir ningún tipo de consuelo de parte de mis amigos. Diablos, se suponía que ellos me ayudaran.

Maldita Celia, ella se la pasaba besando los labios de Rubén mientras yo moría de frustración.

- Billy te quiere. - Me dijo Dyre. - Deberías darle una oportunidad. Y también debes decirle que hemos terminado. - Pude jurar por su tono de voz que estaba haciendo comillas cuando dijo "hemos terminado".
- De acuerdo.

Noruega. ✔️Where stories live. Discover now