cuarenta y dos.

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Todo pasó tan rápido.
Quisiera borrar estos recuerdos de mi cabeza, y jamás volver a pensar en cómo fue ese día.
Fue el Jueves 18 de Febrero de 2010.
Billy y yo estábamos sentados en el suelo, jugando Jenga. Mi novio había insistido en que nos pusiéramos a hacer algo que me distrajera; ya que estaba algo alterada. La salud de mi madre había empeorado considerablemente. Ella se encontraba hospitalizada, al cuidado de mis tíos, y mío, por supuesto. Aquella noche el turno era de la hermana mayor de mi madre. Literalmente ella me había obligado a irme a casa, y relajarme. Así que me fui. Cuando llegué, vi a Billy acostado en el sofá. Claramente me estaba esperando, así que fui a saludarle y después de cenar algo ligero ambos nos sentamos en la sala. Él notó lo tensa que estaba; fue en ese momento cuando me obligó (técnicamente) a que jugara Jenga con él.
Pero la verdad es que no me podía concentrar. Había dejado a mi madre, sí, al cuidado de mi tía, pero sentía una responsabilidad enorme.
Además, si no estaba ahí hasta el último instante, me sentiría bastante culpable.
De hecho, esa última semana la había pasado hablando con ella, siempre sosteniendo su mano. Le decía lo mucho que la amaba. Porque era cierto. La amaba demasiado y tenía muchísimo miedo de perderla.

Dieron las tres de la mañana. Me di cuenta de que Billy se estaba muriendo de sueño, pero no decía nada. Me acerqué a él, lo tomé de las mejillas y planté un beso en sus labios.
- Deberíamos dormir. - Le dije, antes de levantarme del suelo y comenzar a recoger las piezas del juego.
Él imitó mi acción, se estiró, y me ayudó a recoger.
Cuando acabamos, nos fuimos a mi habitación. Nos acostamos, y pronto noté que él se había quedado dormido. Tenía su brazo alrededor de mi cintura, abrazándome fuerte.
Me quedé viendo hacia la ventana. La luna apenas y se alcanzaba a distinguir.
Mi teléfono comenzó a vibrar casi en el momento en que cerré los ojos. Al instante lo tomé y contesté la llamada.
- ¿Sí?
Me senté en la cama, mientras Billy se despertaba y prendía la lámpara.
- Ya es hora. Te recomiendo que vengas.
Escuchar a mi tía decir aquello hizo que mi corazón diera un vuelco. Tenía ganas de llorar.
- Ya voy. - Dije antes de colgar.
Rápidamente me puse zapatos y una chaqueta, cosa que también hizo Billy.
Subimos al auto y fuimos hasta el hospital.

Abrí la puerta del cuarto donde estaba mi madre, y la vi. Estaba tan débil. Se veía completamente diferente a unos meses atrás. Puse mi cabeza en su pecho y comencé a llorar.
- Te amo, te amo, mamá. ¿Entiendes? Te amo. - Le decía entre sollozos, sosteniendo su mano con fuerza.
Sentí cómo acariciaba mi cabello.
- También te amo. - Susurró. - Por favor quédate con alguien que te ame y te cuide.
Asentí con la cabeza mientras la observaba.

Estaba viendo a mi mamá morir. Sus ojos se cerraron, haciéndome soltar un grito desgarrador.
- ¡Mamá!
Billy se acercó a mí, me retiró de encima de ella y me abrazó con fuerzas. Me aferré a él, y lloré. Escuché cómo mi tía salía de la habitación hecha un mar de lágrimas, para avisar a los doctores.

Extrañada miré a Billy.
- ¿Qué estamos haciendo aquí? - Cuestioné, cuando me vi a mí misma en el panteón, vestida de negro. Él no contestó.
Había muchos de mis familiares allí, pero no me atrevía a dar la cara. No me sentía segura. Me estaba preguntando dónde se encontraba mi madre. Supongo que todavía no podía caer en la cuenta de que ella ya no estaba. Pensaba que todo era irreal. Que ella seguía con vida.
Pero en el momento en que vi el ataúd, me derrumbé en los brazos de Billy.

Tras el discurso que dio el padre, se me pidió decir unas palabras.
Me acerqué, con la hoja doblada entre mis manos temblorosas.
- Mi mamá nunca quiso que llorara su muerte. - Comencé, con voz quebrada. - Pero como es lógico, estoy dolida. Mamá podía hacerme feliz en segundos. Me daba los mejores consejos. Siempre estuvo conmigo, y siempre me supo apoyar. Ciertamente, ella fue la mejor madre que Dios pudo haber escogido para mí. Y estoy agradecida infinitamente por haberla tenido desde que nací. La amo. Todavía la amo. Espero que nunca la olviden. Era una mujer ejemplar...
Mi discurso continuó hasta el momento en que no pude seguir por las lágrimas acumuladas.
Cuando enterraron su cuerpo sentí como una parte esencial de mí se iba.

- Gracias, gracias... - Les dije a unos tíos lejanos cuando me consolaron.
Después de que se marcharan, siendo los últimos, me quedé con Billy frente a la tumba.
- ¿Podrías darme un momento a solas?
- Claro. - Me dijo él. Beso mi cabeza y se retiró.
Suspiré mientras miraba el suelo, con una lágrima corriendo por mi rostro.
- Supongo que esto es todo. Te amo demasiado... - Susurré, como si ella me escuchara.

A lo lejos distinguí a una figura de traje, venía caminando hacia mí. Fruncí el ceño, intentando descifrar de quién se trataba.
Maldita sea, conocía esa forma de caminar. Las manos en los bolsillos y la cabeza en alto.

Era mi padre.

Corrí hasta el auto, soltando las flores que llevaba en mis manos. Le pedí a Billy que arrancara y me llevara a casa.
Había tenido suficiente con ese día y la última persona de la que quería saber era mi padre.
Después de lo que había pasado le tomé un odio inmenso.

Alrededor de las cinco de la mañana, me levanté por sexta vez, caminé a la cocina y me serví otro vaso de agua. Esa vez, Billy me acompañó. Recargado en la mesa, me miró y me otorgó una pequeña sonrisa. Aquello me bastó para sentirme más segura. Sabía que iba a poder pasar por aquello con su ayuda.

Nos quedamos callados, viéndonos el uno al otro, hasta que él soltó una pregunta.

- ¿Quieres mudarte conmigo?

___
Hola Bola :D adivinen quién se ha pasado las vacaciones enteras en casa. ¡Yo!
Quería compartir con ustedes que voy a ver a mis baes (lo había dicho en el preguntas y respuestas ggg) en tercera fila y con soundcheck;-; amo todo ah. Igual faltan mil años.

¿Ustedes qué tal? ¿Qué les regalaron?

Noruega. ✔️Where stories live. Discover now