ii. Un nuevo comienzo.

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CAPÍTULO DOS

UN NUEVO COMIENZO

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De un instante a otro, todo se había venido abajo.

Fred había escuchado una explosión que lo lanzó por los aires, causándole un gran daño, pero, a partir de ahí, nada. Todo se había vuelto oscuridad para él. ¿Qué había pasado? ¿Por qué sus ojos no se abrían? ¿Por qué ya no podía oír ni sentir nada? ¿Por qué parecía que ninguno de sus sentidos era capaz de captar algo? ¿Podría ser... que hubiese muerto? No. No. Se negaba a creer que aquello pudiese ser así. No podía ni quería estar muerto. ¿Qué pasaría con su familia, entonces? ¿Qué pasaría con su gemelo, con George? No podía dejarles, no podía causarles tal dolor. Pero, sobre todo, quería estar con ellos. Y además, aún era joven, demasiado, a penas había cumplido los veinte hacía un mes... No podía estar muerto.

De un momento a otro, empezó a sentirse ligero; demasiado ligero y eso no podía ser normal. Sintió que su cuerpo no pesaba nada, que no había nada que lo atara o lo encadenara. Sintió de alguna manera que era libre, como si se hubiera liberado de las ataduras del cuerpo humano. Y eso provocó que sintiera miedo. Eso no era bueno. Pero lo peor era, sin duda, que aún no podía ver nada, todo seguía oscuro y aunque no le gustase reconocerlo, de repente la oscuridad le aterraba, tal y como le aterraba a un niño pequeño.

Un largo rato después, sintió como algo le molestaba en los ojos; le picaban, le ardían. Trató de rescárselos, de frotárselos con el dorso de las manos, pero no podía moverse; sus músculos y articulaciones no parecían responderle. Entonces, trató de abrirlos, pero no fue hasta unos minutos más tarde, no fue capaz. Los abrió de golpe y una fuerte y brillante luz, que se encontraba justo en frente de él, lo cegó.

Observó a su alrededor, preguntándose donde se encontraba o buscando alguna pista que se lo indicase, pero en aquella sala no había nada; solo había una gran luz procedente de lo que parecía el techo, todo lo demás era blanco.

Consiguió, por fin, moverse. Se incorporó, sentándose sobre el blanco suelo y se palpó el pecho con las manos para asegurarse de que todo estaba bien, que todo estaba en su sitio. Pero el miedo y la desesperación se apoderaron rápidamente de él al hacerlo. No tuvo ni que bajar la mirada para darse cuenta de lo que estaba pasando. Sin embargo, no quería afrontar la realidad, no quería afrontar aquello. O más bien, no podía.

—Bienvenido al Reino de los Cielos, Fred Weasley —dijo una sonora voz desde algún lado de la extraña sala.

Fred se estremeció al escucharla, no porque le produjera miedo en sí, sino más bien por lo que había dicho. «Reino de los Cielos», esas palabras golpearon la mente de Fred.

¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred WeasleyWhere stories live. Discover now