Extra i. Los que se quedaron.

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EXTRA UNO

LOS QUE SE QUEDARON

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¿Qué había sido de los que se quedaron en el Reino de los Cielos cuando Zaira se marchó? ¿Cómo había quedado aquel lugar, aquel «paraíso», después de la rebelión? ¿Seguiría igual de restrictivo con sus normas o habría cambiado radicalmente?

La paz había regresado después de seis largos días de batallas; ángeles contra ángeles, humanos contra humanos y ángeles contra humanos. La victoria había sido finalmente para los revolucionarios, para el ángel Keigar que había dirigido y comenzado el ataque. 

Oh, Keigar, quien se habría pensado que este tosco ángel sería quien se rebelaría. Había sido una sorpresa para todos, pues él siempre había puesto su trabajo y las leyes del reino por encima de todo. Sin embargo, había tirado todo eso por la borda por una sola persona, por un solo ángel, por Zaira. ¿Por qué por ella? Porque habían sido amigos durante siglos, habían crecido juntos, se habían apoyado mutuamente, habían estado ahí para el otro siempre que hizo falta. Incluso si al final su relación se torció, Keigar –pese a sus negativas– seguía apreciándola y por ello, no había podido permitir que la historia del ángel terminase así. ¿Encerrada en el Laberinto por la eternidad? No, jamás de los jamases habría tolerado aquello.

Ahora Keigar había tomado el puesto de uno de los líderes del Reino de los Cielos. Había sido escogido por los otros dos líderes tras la derrota y muerte de Haxis, en sus manos, durante la rebelión. Su posición había cambiado significativamente y aunque el rubio nunca había visto del todo mal las normas del reino, se decidió a cambiarlas para el mayor beneficio de todos. Para evitar que otra historia como la de Fred y Zaira se volviese a repetir. Una historia en la que un ángel tenía prohibido enamorase de un humano. Esa estúpida norma impuesta hace milenios fue la primera en ser revocada, pero no la última.

¿Quién había ayudado a Keigar con su nueva posición y sus decisiones? Nada más ni nada menos que el querido sirviente de Zaira, Kain. El ángel menor le había pedido al mayor que trabajase para él y aunque éste se había negado en varias ocasiones, ya que alguien tenía que hacer cargo de la mansión de Zaira y sus territorios, finalmente accedió. Se unió al Consejo como la mano derecha de uno de los líderes y dejó el cuidado de las propiedades de su señorita a los sirvientes humanos que la habían servido durante siglos.

Por supuesto, todavía frecuentaba la mansión, para asegurarse de que todo estaba bien. Y también, un poco, debido a la nostalgia, ya que había vivido allí desde que era un joven ángel. Aunque realmente esa nostalgia se debía a que su señorita ya estaba allí. La extrañaba muchísimo, no podía evitarlo. Por suerte, podía comunicarse con ella de vez en cuando, siendo así capaz de escuchar su armoniosa voz. Se sentía aliviado cada vez que la morena le contaba cosas curiosas que le sucedían en el mundo humano, pues de esa manera sabía que le estaba yendo bien, tanto a ella como a Fred.

¿Quieres mi ayuda? ➳ Fred WeasleyWhere stories live. Discover now