7.

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La única cosa que se escucha en el bosque es el hulular de los búhos y mi propia respiración entrecortada. Las hojas crujen con un silbido espeluznante cuando el viento que llega desde el mar las agita. Aunque apenas puedo ver nada en la oscuridad, corro como una loca. Tengo que alejarme de la mansión lo máximo que puedo en el menor tiempo posible. Debo esconder El Libro. Aún no me creo lo que he hecho.

De repente, tropiezo con una rama del camino. Pierdo el equilibrio y caigo de cabeza sobre la tierra. Una vez, ese mismo camino estaba pavimentado con pequeñas piedras (¿lo hicieron nuestros antepasados?), pero por suerte para mí, la mayoría de ellas han desaparecido debido a las grietas del terreno. Mis rodillas se llevan la peor parte y el dolor hace que se me salen las lágrimas. Suelto un gemido, masajeándome mis doloridas piernas.

En el silencio de la noche, oigo un ruido entre los arbustos. Algo se mueve a mi alrededor. Algo grande. ¿Un animal salvaje? ¿Tan cerca de la mansión? Normalmente no se arriesgan tanto.

Sin poder esperármelo, me deslumbra una luz cegadora que no tengo ni idea de dónde ha salido. Increíblemente brillante, como si estuviera mirando directamente al sol. Antes de que pueda encontrar el aire necesario para gritar, una mano desconocida me tapa la boca, deteniendo el grito en mi garganta.

—Cállate —me urge una voz masculina.

¿Saúl?

La voz no suena demasiado adulta, así que podría pertenecer a alguien de la mansión. ¿Pero de dónde viene esa horrible luz tan brillante?

—Si me prometes que no vas a gritar, te quito la mano de la boca. ¿Lo entiendes? —continúa la voz. ¡Qué raro! El tipo habla diferente a como hablamos nosotros. Las palabras suenan más melodiosas y sus «r» son más redondas que rasposas. Un extraño.

Asiento en silencio.

Él aleja su mano y yo inspiro profundamente, bloqueando la luz de mis ojos con ambas manos.

—Quítame eso de la cara —siseo—. Me estás dejando ciega, ¡por el amor de Luke!

Afortunadamente, aparta la luz de mi rostro. Durante un segundo, sólo soy capaz de ver puntitos bailando delante de los ojos. Luego, el chico, que no parece mucho mayor que yo, la apunta hacia su propia cara. La luz le alumbra desde abajo, distorsionándole las facciones con sombras grotescas.

Yo tenía razón. No le conozco.

—¿Qué es esa cosa? —le preguntó en shock—. ¿Y quién narices eres tú?

—Me llamo Walt —responde—. Uno de los náufragos me dio esta lámpara.

—Naufra... ¿qué?

—El hombre que apareció en nuestra playa —Walt señala hacia el oeste—. Más allá del Muro.

Miro a Walt con incredulidad.

Es un Loco. Así que sí que existen en realidad.

—¿Y tú qué? —continúa, alejando un poco la lámpara de su cara. Ahora ilumina el árbol que está a nuestro lado. Estoy segura de que a él también le estaba molestando.

—Yo soy Leia —le digo en apenas un susurro—. Vivo en la mansión.

—¿Vives en esta parte del Muro?

—Sí.

—Eres una No Creyente —murmura—. Entonces... sois reales.

Alzo una ceja. ¿Qué es lo que acaba de llamarme? Yo creo en La Fuerza con toda mi alma y mi corazón. Obviamente, no tiene ni idea de qué está hablando.

La IslaWhere stories live. Discover now