25. LA PRIMERA VEZ.

35 4 0
                                    

En la sala de baile, Ariette se despidió de sus acompañantes. Desde dónde estaba no había quitado el ojo a sus amigas. Observó como cada una de ellas se marchaba bien acompañada y sin acordarse de ella: Sonja con aquellos dos chicos (¡dos!) y Lana con ese rubio. Cada una estaba en su mundo.

Ella intentaba como podía disfrutar de esa experiencia y de todo lo que le podía ofrecer el juego, aunque no acababa de encontrarle el sentido a todo eso. Al menos Lana y Sonja tenían unos claros objetivos, Sonja más que nadie, pero en cambio ella se hallaba algo perdida. Sí que todo era muy emocionante, pero sin la influencia de las otras todo era superfluo y caótico y carecía de sentido. Eran ellas las friquis, no Ariette.

Lentamente se acercó al ventanal más próximo para salir a la terraza. Apoyada en la baranda y con los ojos cerrados, absorbió el aire fresco con profundidad en un intento de desintoxicarse del aire viciado de la sala. Cuando los volvió a abrir, una vocecita a su lado la asustó.

- Hola. - le dijo una voz de niño.

A su lado había un precioso niño con un irreal cabello tornasolado entre fucsia y púrpura que la miraba con fijeza.

- ¡Hola...! ¿Qué haces tú aquí a estas horas, pequeñín? - le respondió ella preocupada por encontrar un niño fuera de su cama a esas horas de la madrugada.

- Te estaba buscando. ¿Quieres ser mi amiga?

- Sí, claro. ¿Pero no deberías estar en la cama?

- Yo quiero jugar contigo. Pero quiero que seas chiquita.

- ¿Si me hago chiquita, te irás a dormir?

- Sí, pero quiero que me acompañes...

Desde el interior de la sala, tirado en una silla, un rezagado que está demasiado borracho para tenerse en pie ve chisporrotear una luz en el exterior convirtiendo a una linda muchacha en una niña hada. A continuación la ve alzar el vuelo hacia la oscuridad de los jardines. Acto seguido se desmaya vencido por la borrachera y el cansancio.

*

*

*

A Lana, el camino hacia su habitación nunca le pareció tan largo.

Con Balan habían estado hablando de trivialidades desde que salieron de la sala caminando tranquilamente. Él llevaba su chaqueta colgada de un hombro. Su otra mano cogía la mano de ella. Para cualquiera que los viera, mas bien parecía que el chico sólo la acompañaba hasta sus aposentos para evitarle cualquier altercado por el camino, como todo un caballero. Y en el fondo así era: ella sabía que si en el último momento decidía echarse atrás, él se lo respetaría. Quizás por eso aún estaba más decidida a hacerlo.

Cuando ya enfilaban el pasillo hacia su habitación, Balan se percató de algo.

- Lana... Estás temblando.

- Son los nervios... - contesta tragando saliva.

- Oye, si prefieres dejarlo para otro momento...

- ¡No...! - dice agarrándolo repentinamente del brazo. Pero se da cuenta de que parece que actúe como una loca y que eso podría asustar a Balan. - ...Perdona. - lo suelta y baja su mirada arrepentida.

Entonces Balan le levanta la barbilla para que lo vuelva a mirar, y se la acerca para besarla dulcemente. Ella siente todo su calor en ese beso. Lentamente se van abrazando, cada vez con más intensidad, mientras que el beso se va haciendo más salvaje.

- ¿Sabes que me encantan tus besos? - le dice él aprovechando un pequeño respiro. Ella como toda respuesta le sonríe y lo vuelve a besar.

El uno por el otro van acercándose a la puerta de la habitación de Lana sin dejar de besarse en la boca y otras partes, con la respiración entrecortada y tropezando alguna que otra vez con la pared o con sus propios pies. Cuando aterrizan al lado de dicha puerta, Lana saca la llave de su bolsito e intenta como puede abrirla, mientras Balan le besa el escote.

CASTLE WARSWo Geschichten leben. Entdecke jetzt