UN CUANTO FELIZ

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Anochece, el Sol se oculta para dejarle espacio a la serenidad que todo lo cubre; para el pequeño infante es momento de ir a la cama. Antes de eso, se encuentra suspendido en la maraña del sueño arropado con la cálida manta azul cielo, mientras el esplendor de la Luna es cubierto por las densas nubes que hacen precipitar su llanto. A este inocente le acompaña la mejor taza de chocolate caliente y un dulce beso en la frente.

-Madre, está delicioso el chocolate, pero, ¿A dónde vas? (pregunta el niño desconcertado cuando la sombra desaparece).

Amanece, la mañana cae como copo de nieve en la telaraña del sueño que brinda el desenlace... los ojos del pequeño se abren al mundo y este le recibe con el respetuoso silencio del pésame, solo aves canturrean una triste melodía de despedida. Con el afán de ver a su progenitora y con los ojos llenos del dulce sueño, el niño corre hasta la sala donde la rutina se hizo cotidiana en el espíritu de su madre, la cual, en esta ocasión, dejaba todo en silencio, ya no se encontraba presente en aquella silla que guardaba a su cuerpo enfermo y cansado por el acumulo del tiempo.

Hubo una breve pausa... las coronas, las sillas, las veladoras y el altar seguían alli: aquella manta azul, ese chocolate y el dulce beso cálido fueron un sueño que viví.

Nunca Es Tarde Para Llegar A Tiempo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora