Nueva York, Estados Unidos
- Buenas tardes, su boleto y documentos por favor -- entregué lo que me pidió y miré a aquella mujer detenidamente causando que se sonrojara -- está todo en orden, que tenga un buen viaje.
Le sonreí y pasé por la puerta de embarque.
No se en qué momento decidí que debería mudarme a Londres. Ah claro, se me olvidaba: Yo no lo decidí.
André Du Raffort había creado una empresa inmobiliaria a sus treinta años y estaba presente en una variedad de países, pero no estaba contento con los resultados que obtenía en Londres. En ese país le había encargado la administración a Mauricio Díaz, pero su nombre se había transformado en sinónimo de incompetencia y Du Raffort decidió despedirlo y ponerme a mí en su reemplazo antes de que él causara verdaderos problemas.
André, a sus setenta años, con una esposa y tres hijos, ya había hecho su vida en Estados Unidos y no estaba dispuesto a dar un giro en su vida y mudarse para arreglar el problema personalmente, así que decidió enviarme a mí, su más confiable socio.
- Su ticket por favor --una voz me sacó de mis pensamientos --asiento número cinco, primera clase --asentí -- adelante -- abrí la primera cortina que vi y me sorprendió la cantidad de gente --no no --miré a la azafata -- la otra cortina, esa es clase económica.
Sin duda debería haber aceptado cuando André me ofreció su jet privado, pero estaba tan enojado con su decisión unilateral de enviarme a Londres que le dije "no" solo por el placer de llevarle la contraria. Ahora me arrepiento.
Busqué mi asiento y una vez que lo encontré, me senté y saqué mi computadora con la esperanza de poder avanzar algo de trabajo, pero a los pocos minutos decidí que lo mejor sería dormir.
____
Londres, Inglaterra
Me desperté y sentí como unos brazos me rodeaban. Me aseguré de que mi acompañante estuviese dormido y suavemente me levanté, intentando no despertarlo. No sabía muchas cosas en la vida, pero sabía que debía salir de aquí rápido. Me incorporé, vestí, tomé mi bolso y me dirigí hacia la puerta triunfante.
- Así que te vas sin despedirte -- me quedé quieta, con la esperanza de desaparecer o mezclarme con el color de las paredes. Sentí como él se levantaba de la cama y venía hacia mi.
- Marius tengo que irme, mis padres pueden estar preocupados --creo que había dado la peor excusa.
- Ayer les dijiste que dormirías en casa de Eleni, así que no deben estar preocupados --me abrazó y no me moví -- más preocupados estarán si es que te apareces por su casa a estas horas, son las seis de la mañana.
- Yo...solo quiero irme --me moví entre sus brazos --sabes bien que no me gusta esto --evité su mirada.
- ¿Entonces por qué lo haces? --me miró con burla. Lo mismo me preguntaba yo -- yo digo, mi querida Alice, que en el fondo de tu corazón, te encanta -- susurró mientras sus labios jugaban con la piel de mi cuello -- como sea, si quieres irte...vete, pero las calles son peligrosas a estas horas, sobre todo para una mujer tan hermosa -- juntó sus labios con los míos de una forma fugaz.
- Hay clases a las ocho, quiero llegar temprano --lo miré -- alguien me dijo que las verdaderas bailarinas llegan con una hora de anticipación.
Maldigo el día que Marian decidió ir a Roma a visitar a sus padres y la maldigo a ella por aceptar la excusa de Marius para no acompañarla "Mi amor, debo quedarme para preparar La Cenicienta con la escuela de ballet".
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La Bailarina
RomanceAlice no recordaba el momento exacto en que sus días dejaron de ser tranquilos. Su vida era una rutina, poco común, pero rutina al fin y al cabo: Ser una bailarina de ballet en el día y una bailarina exótica por las noches. La Ville era una de las...