Solo otro baile más

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El color naranja del ambiente mezclado con el envolvente silencio del salón me hacían sentir somnolienta. Un bostezo se escapó de mi boca mientras me colgaba el bolso al hombro y salía del cuarto. 

Mientras caminaba por el oscuro pasillo hacia la salida un débil silbido me detuvo.

- ¿Ya te vas? -- Marius me miraba desde la puerta de su oficina.

- Sí, terminé por hoy -- me cubrí la boca escondiendo otro bostezo -- no pienso en sobrecargarme estas semanas. Lo que menos necesito es una lesión. Además, empecé clases con un instructor que no conoce la piedad y me hace ensayar hasta que mis pulmones ardan -- mencioné mientras le sonreía y apoyaba una de mis manos en mi cintura.

- Pues felicita a ese instructor de mi parte. Solo practicando apasionadamente puedes asegurar la beca a Francia. Además, tengo la suficiente experiencia para llevar a una bailarina al límite sin lesionarla -- aclaró mientras se cruzaba de brazos de manera arrogante.

-¡Ey! Estábamos hablando de ti en tercera persona. Así es más fácil hablar mal sobre ti. 

El sonido de una puerta cerrándose nos hizo mirar en dirección a James, quien salía de uno de los salones. Después de una pequeña plática entre los tres, James y yo caminamos en dirección a la salida. Volteé hacia Marius quien me guiñó un ojo y me dedicó una sonrisa ladina. Miré el reloj que marcaba las ocho de la noche y el oscuro cielo invernal me recibió al abandonar el edificio. Una fina capa de escarcha cubría los vidrios de los autos y la luz de los faros parecía haberse quedado atrapada en la neblina. Divisé el auto de Valentina en el estacionamiento, así que me despedí de James y avancé hacia aquel rápidamente.

- ¿Qué parte de alístate rápido no entendiste? -- Eleni se encontraba de copiloto y tenía sus manos atrapando la calidez que el aire acondicionado entregaba.

- Me quedé hablando con Marius y James -- dije mientras alzaba los hombros intentando restarle importancia.

- Pues que desconsiderado de tu parte. Tengo hambre, quiero llegar rápido a casa -- se quejó nuevamente Eleni.

- ¿Qué tal si pasan a comer algo a mi casa? -- ofrecí. Yo vivía a cincuenta minutos de La Ville, pero Eleni y Valentina vivían a una hora y media. Y dejar a Valentina sola en un auto junto a una Eleni hambrienta significaba exponerla a la tortura.

- ¡Aceptamos! -- Valentina chilló. Aunque sabía que lo hacía más por el apetito de Eleni que por el suyo.

Si bien el tráfico de Londres representó un gran obstáculo, lo más difícil fue encontrar el llavero en mi bolso. Como siempre. Cuando lo encontré, abrí el portón corredizo que permitía entrar a los estacionamientos del condominio. El usado y viejo auto de Valentina desteñía entre los lujosos vehículos que se encontraban ahí estacionados. Mis padres no tenían auto, de manera que el estacionamiento del piso quince siempre estaba vacío.

En Du Raffort cada departamento era un piso por sí solo. Y uno muy grande y lujoso. ¿Mi familia tenía el dinero suficiente para costear este lugar? No. Esta era la única propiedad que mi abuelo había logrado salvar una vez que todo le fue embargado al quebrar su empresa, y solamente porque había logrado poner el departamento a nombre de mi abuela a tiempo. Mis padres vivieron junto a ellos en el departamento y, al morir mi abuela dos años después que mi abuelo, mi madre como única heredera pasó a ser la dueña. Si bien había pensado en vender el departamento, los recuerdos atados a nuestro hogar siempre la disuadían. En casa, tanto mi padrastro como mi madre trabajan, pero el sueldo de él se consumía en los gastos comunes del complejo, viviendo con la escasa remuneración que mi madre recibía como secretaria.

- Sus tortillas son las mejores señora. Espero que Alice nos invite a comer más seguido -- Eleni acomodó su bufanda mientras se dirigía a la puerta de entrada.

La BailarinaWhere stories live. Discover now