Oportunidades

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Entré a mi casa repasando la hermosa semana que había tenido: Había entrado en el juego de Marius y estaba a punto de entrar en el juego de mi nuevo vecino. Y maldije mi personalidad.

Siempre me había dedicado a tomar la salida más fácil sin detenerme a pensar en las consecuencias. Mi frase de vida había sido "¿Para qué enfrentar un problema hoy si puedes enfrentarlo mañana?" y, al parecer, el día en que todos mis errores me explotan en la cara estaba cerca.

El reloj marcaba cerca de las cuatro de la mañana y sentía como el cansancio caía sobre mis hombros, hasta que una voz me sacó bruscamente de mis pensamientos.

- ¿Alice? ¿Qué haces acá? Creí que estarías con Valentina.

- ¡Mamá! Me asustaste ¿Valentina? -- Me tomó algunos segundos recordar mi perfecto plan, sin fisuras. Y es que cuando el idiota de Ian se subió a mi taxi y le dio al chofer la dirección del condominio me quedé demasiado en blanco para procesarlo.

- ¿Entonces? ¿Qué ocurrió?

- ¿Ah? ¡Ah! sí, pues que me enojé con Valentina y terminamos peleando y preferí volver a casa...a las cuatro de la mañana -- ¿Soné convincente? Creo que no.

- ¡Pero tu estás loca mujer! Es un viernes y son las cuatro de la mañana, ¿Sabes lo peligroso que es? ¡Acuéstate inmediatamente!

- Esta bien -- tampoco es como si fuera a ponerme a hacer otra cosa -- Buenas noches mamá.

Me dirigí a mi habitación y tan pronto como estuve en la cama el recuerdo de Ian asaltó mi mente ¿Sería su propuesta real? ¿Diría mi secreto si no aceptaba? ¿Valía la pena arriesgarme a saber si él era capaz de exponerme?

El sonido de la radio y la aspiradora interrumpieron mi sueño, cuyo protagonista era nada más que el poseedor de aquellos ojos aguamarina que se hacía llamar Ian Hearst. Imbécil.

Debía admitir que era guapo. O muy guapo. ¡Bueno ya! Era maravilloso.

"Es decepcionante verte trabajar en ese lugar, no se como puedes humillarte de esa forma y siento pena por tus padres y lo que sentirán cuando se enteren de que su hija baila en un tubo por dinero"

Sus palabras atacaron mi mente. No era la primera vez que escuchaba algo parecido, pero siempre me afectaba. Me afectaba que me recordaran que nunca alguien se había sentido orgulloso de mi. Me afectaba sentir el rechazo, una de las principales razones por la que siempre decía "si" a todo -- si no los contradices entonces les agradarás -- ¿Por qué tenía la necesidad de sentirme aprobada por alguien?

Comencé a perderme en los recuerdos, hasta que me vi a mí misma con cuatro años en el funeral de mi padre, sin entender realmente lo que pasaba. Mis recuerdos de él eran casi inexistentes, de manera que en mi infancia no existía una figura paterna hasta que Angelo Russo llegó.

Y me sentí feliz cuando él apareció en mi vida, porque por primera vez desde que tenía memoria iba a tener a alguien para darle un regalo en el día del padre. Me sentí feliz porque alguien me iba a cargar en su espalda de la misma forma en que mi vecina era cargada por su padre. Me sentí feliz porque en las ceremonias de fin de curso tendría a dos personas mirando orgullosos como su hija crecía y sacaba buenas notas. Me sentí feliz porque ninguno de mis compañeros podría molestarme diciendo que no tenía papá.

Y estaba tan alto en mi nube de felicidad, que cuando lo escuché pelear con mi madre y decir que el único problema de su relación era que ella ya tenía una hija mi corazón se rompió.

Y se rompió un poco más cuando no lo vi sentado junto a mi madre en las ceremonias de fin de año. Y otro poco cuando no me quiso cargar en su espalda. Y otro más cuando encontré mi regalo del día del padre en la basura.

La BailarinaWhere stories live. Discover now