Esmeralda

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Cansado, agobiado, irritado. No me gustaba viajar. Así de simple.

Salí del aeropuerto y me acerqué a uno de los hombres que ofrecía servicio de taxi.

- ¿Necesita taxi? -- asentí, tomó mis maletas y las acomodó en la parte trasera del auto mientras yo me subía. El hombre se subió y me miró esperando que le dijera la dirección, y no había caído en cuenta sino hasta ese momento de que yo no la sabía.

- Condominios Du Raffort ¿Sabe dónde queda? -- lo miré serio e impaciente.

- ¡Claro! -- sonrió y comenzó a conducir hablando de mil temas que no escuché y, luego de una hora de viaje y de historias, llegamos. Pagué, me bajé y esperé a que él bajara para abrir el maletero, y una vez con maletas en mano emprendí mi camino hacia la reja.

Divisé una silueta esperando fuera del condominio y pronto apareció un anciano que quitó el seguro al portón, rápidamente me acerqué por atrás y empujé la reja sintiendo la mirada asustada de la mujer que allí se encontraba y la mirada alerta del guardia ¿Es qué acaso parecía yo un delincuente?

Después de presentarme como el enviado de André, escuché como el anciano me presentaba a aquella mujer, quien parecía estar en su propio mundo. "Alice" fue todo lo que oí.

Nunca me había interesado alguien a primera vista, probablemente por estar acostumbrado a ser yo por quienes los demás sintieran interés, pero despertó mi curiosidad ver como ella apenas notaba mi presencia. Después de unos segundos se retiró y al minuto, aburrido con la conversación que el guardia me ofrecía, me retiré también.

Llegué a mi piso y fui inmediatamente a la habitación, necesitaba una cama. Me quité el saco y me solté el cuello de la camisa. Dormir en el avión, irónicamente, me había cansado aun más y, además, había terminado con un dolor de cuello y espalda insoportable, así que apenas mi cuerpo tocó la cama mis párpados comenzaron a pesar.

"Alice". La mujer de la entrada pasó por mi cabeza sin saber por qué. Tomé mi celular y llamé a André para comunicarle mi llegada y me informó que a las nueve de la noche debía estar en el Du Raffort Center para reunirme con Mauricio.

Corté la llamada y suspiré "planeo dormir todo lo que resta del día" pensé. Cuando desperté el reloj marcaba las siete con cuarenta así que me metí a la ducha, esperando que el agua aliviara el dolor por el viaje. No resultó

Salí de la ducha, me vestí, arreglé un maletín y después de caer en depresión tras abrir el refrigerador y verlo vacío, hice una lista mental con todas las cosas que tendría que comprar. El departamento era de André y solo había vivido en el dos años, cuando tenía veinte y actualmente lo único que hacia por el era mandar a limpiarlo tres veces al año. En un acto de nobleza - nótese el sarcasmo-  se aseguró de que el departamento estuviese preparado para mi llegada.

Llamé a un taxi y a los quince minutos estaba afuera, rápidamente salí.

- A Du Raffort Center por favor -- el hombre asintió y agradecí el hecho de que al parecer todos los taxistas conocían las instalaciones Du Raffort. Una vez que llegamos, le pagué al taxista y me bajé intentando adivinar a cuál de todos los edificios tenía que entrar.

- Ian, te estaba esperando --sentí una voz a mis espaldas y volteé.

- Díaz -- lo miré irritado. A pocos hombres despreciaba tanto.

- Así que el viejo Du Raffort te mandó a reemplazarme -- su boca esbozaba una sonrisa, pero veía furia en su mirada --pues bien, creo que mi hora a llegado --se rió y miró hacia el complejo de edificios -- Esto Ian, es el Du Raffort Center

La BailarinaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora