Lo que siempre he querido

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Una lejana melodía comenzó a escucharse cada vez más cerca, haciendo que mi mano instintivamente buscara el celular en la mesa de noche. Mis ojos se abrieron siendo recibidos por la oscuridad, y aunque las cortinas estuviesen cerradas, sabía que el cielo aun estaba oscuro. Levantarse un domingo a las seis de la mañana debiese ser ilegal.

Maldito Marius y el momento en que decidió que en vez de una sesión a la semana serían tres: los domingos, miércoles y viernes a las siete de la mañana, en su casa. Y Marian aun no regresa - pensé.

Una melodía comenzó a inundar el ambiente y cuando miré el teléfono no fui capaz de comprender por qué la hora marcaba las seis y media, hasta que mi cerebro reaccionó y fui consciente de que me quedé dormida sin notarlo. Mi plan de prepararme con calma fracasó.

Me obligué a levantar mi cuerpo mientras intentaba convencerme de que despertarse un domingo antes que el mismísimo sol valía la pena. Vamos Cenicienta, soñar es desear.

Una vez lista, salí del departamento hacia el ascensor mientras acomodaba mis orejeras, mis guantes y mi bufanda. Al salir del edificio inmediatamente fue recibida por el frío viento y sentí como mi nariz tomaba un leve color rojizo. Miré al cielo y las estrellas me confirmaron que en estos momentos debería estar en mi cama calentita. Metí las manos en mi bolso buscando mis llaves, chequeando cada bolsillo tres veces sin éxito, hasta que mágicamente las pude palpar. ¿Por qué nunca puedo encontrar las llaves rápido?

Abrí la reja y el recuerdo de mi primer encuentro con el señor Hearst pasó por mi mente. Mis pulmones instantáneamente pidieron más aire, haciéndome respirar hondo en un profundo suspiro, hasta que el recuerdo de nuestro segundo encuentro en El Mio Gioiello hizo que una sensación de angustia se instalara en mi pecho. 

Comencé a pensar en que la casa de Marius queda a media hora caminando y seis minutos en taxi, pero las calles están vacías y ningún taxi se encuentra haciendo su recorrido. Domingo, seis cincuenta de la mañana, Marius te odio. 

Busqué en mi lista de contactos "Arenas Cab." y en 5 minutos ya me encontraba en camino a la casa de Marius. Y Marian aun no regresa - me repetí. 

Miraba por la ventana mientras mis pensamientos vagaban hasta que volví a recordar esos ojos color aguamarina. Sin embargo, ya no era el momento en que nos topamos por primera vez lo que mi mente repasaba. Ni el momento en que abrí la puerta de la habitación número dos y mi mundo se tambaleó al verlo sentado esperando por mí. Mi mente había elegido concentrarse en el momento en que posó sus manos en mi cintura y fui incapaz de decirle que las retirara. Sus cálidas manos sobre mi piel desnuda no habían sino enviado múltiples corrientes por toda mi espina dorsal. Maldito traje diminuto que deja mi piel expuesta...gracias por la experiencia.

Carraspeé al notar que mi garganta se había secado y relamí mis labios mientras me imaginaba cómo se sentiría tener las manos del señor Hearst recorriéndome completamente

- Son £ 14

La voz del taxista me devolvió bruscamente a la realidad y pude sentir como mis mejillas se teñían de rojo. Pagué y me bajé del taxi mientras en mi mente repetía que tales pensamientos solo eran producto de la falta de sueño, que mi cerebro estaba apagado y que en un domingo a las siete de la mañana ninguna persona posee una mente sensata. Marqué a Marius y noté que cortó mi llamada. Que descortés. Después de unos segundos intentando descifrar si me cortó porque venía en camino a abrir su portón o si en realidad se había quedado dormido, escuché la puerta de entrada abrirse y seguí con mi mirada el camino que hizo hasta la reja.

- Diez minutos tarde. Son las siete con diez minutos -- su tono de voz era neutro y, como siempre, no supe que emoción estaba intentado demostrar.

La BailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora