Pasión para dos

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Notita: Durante el capítulo escuché Often, de The Weeknd.

La corbata desarreglada y el resto de su aspecto relajado no lograron sino poner a Alice un poco más nerviosa de lo que ya estaba y, sin notarlo, estudió la figura del hombre que se encontraba al otro lado de la puerta. Pero él lo notó. Claro que lo notó.

Se hizo a un lado, invitándola a pasar sin mencionar palabra alguna. Alice miró hacia el interior, intentando buscar alguna señal de peligro, pero la sala principal parecía bastante inofensiva y común, dejando de lado los elegantes y pretenciosos muebles que adornaban el lugar.

La castaña inhaló profundamente, convenciéndose de que, habiendo hecho esto muchas veces antes, la única persona que debería estar nerviosa en esa habitación era el hombre de mirada aguamarina. Después de todo, él le había comentado que no frecuentaba clubes de striptease. Sin embargo, la forma socarrona en que él la observaba le demostraba que, lamentablemente, ella era la única con un nudo en el estómago, luchando por mantener una respiración rítmica.

Él la examinaba, intentando anticipar cuál sería el próximo movimiento de la joven que, viéndose tan recatada, había venido a darle un espectáculo tan atrevido. Pensó en ofrecerle algo para beber, pero esperaría pacientemente a que ella hablara primero. La vio acercarse a la ventana y prestó atención a las palabras que iban a salir de su boca.

- ¿Y la música? ¿Sin música o qué? -- Alice lo miró con una pizca de impaciencia y desinterés.

Una sonrisa involuntaria se formó rápidamente en los labios de Ian, quien apuntó en dirección a su laptop, instándola a reproducir la música que quisiese. Ella sabrá mejor, pensó.

Él estaba bastante entretenido, y ni siquiera el baile había empezado. Ella se sentía bastante inquieta, y ni siquiera el baile había empezado. 

Sabiendo lo nerviosa que se encontraba, optó por seleccionar una lista de melodías seductoras y lentas. No haré ningún truco que pudiese hacerme resbalar y morir en ropa interior en el departamento del vecino. Mi madre moriría solo para ir a pedirme explicaciones al más allá -- meditó mientras se mordía el labio.

En cuanto la música comenzó a sonar, intentó engañarse a sí misma con que se encontraba en Il Mío Gioiello y, en cierta medida, resultó. La confianza ocupó su cuerpo y volteó encontrándose con la figura de Ian aun en medio del salón, mirándola con cierta curiosidad e impaciencia. 

Caminó hacia él y lo tomó de la corbata guiándolo al sofá. Ian tragó en seco mientras era invadido por un torbellino de emociones. Se preguntó si la regla de no tocar a la bailarina se aplicaba en esta situación y la respuesta le llegó tan pronto ella lo sentó e intentó llevar sus manos a la cintura de Alice.

- No se toca a la bailarina.

Ian soltó un bufido, pero no se desanimó y se sirvió un vaso de whisky, preparándose para disfrutar el espectáculo.  

Alice se deshizo lentamente del abrigo a la vez que las pupilas de Ian se dilataban, admirando a la mujer que, rodeada de una luz tenue, bailaba para él. Sintió como su corazón y su respiración se aceleraban, mientras Alice movía su figura, recorriendo con sus manos lugares que él también quería recorrer. El lento y sensual contoneo de sus caderas electrizaba cada parte de él, invitándolo a ser culpable de todos los pecados que ella le ofreciese cometer. 

No sabía cuantos minutos habían transcurrido, ni cuantas canciones habían sonado, pero pensó en que aunque ella le regalara toda la noche, ésta seguiría siendo insuficiente.

La castaña inclinó su cabeza hacia atrás, jugando con su cabello y dejando su cuello expuesto, provocando en Ian el deseo irrefrenable de besarlo, morderlo y marcarlo. Pero se contuvo, siguiendo las reglas de Alice muy a su pesar.

La mirada de Ian se encontró con la de Alice, y una sensación caótica, nociva y peligrosa se apoderó de sus cuerpos.

Alice se obligó a mantener la compostura, luchando contra las ganas de experimentar el placer de ser tocada por el hombre dueño de la mirada más hipnotizante que alguna vez hubiese visto.

Se volteó, invitándolo a contemplar su cuerpo desde todos los ángulos. No sabía si estaba nerviosa o excitada...o ambas, pero podía sentir como las mariposas de su estómago combatían contra el fuego que se encendía en la parte baja de su abdomen.

Hizo su recorrido hacia el cuerpo del primer hombre que había exaltado sus emociones de forma tan violenta, quien la observaba expectante, y posicionó sus piernas a cada lado de Ian. En el instante en que las manos de él palparon la piel de su cintura, una sensación volcánica los embargó, pero tan pronto como Alice sintió el hormigueo causado por los labios de Ian sobre su pecho, se sobresaltó, volviendo en sí, separándose de él.

Se levantó dejando a un excitado y frustrado Ian en el sofá.

- Creo que hemos terminado por hoy señor Hearst -- Ian exhaló, intentando prolongar en su cuerpo las sensaciones que la perfecta mezcla de Alice y Esmeralda habían generado en él, pero tan pronto como ella se alejo de él, supo que la necesitaba para seguir disfrutando del paraíso al que ella lo había llevado.

Ian no dijo nada, lo que aumentó el nerviosismo de Alice, quien se maldecía por dejar que sus emociones la descontrolaran. Y vaya que la habían descontrolado. Aquellos minutos se habían sentido maravillosos, pero venían acompañados de un sabor amargo. Su respiración se aceleró en cuanto Ian acortó la distancia entre ellos y se negó a realizar algún movimiento, pensando que cualquier incitación la haría saltar a sus brazos y dejar que la poseyera ahí mismo.

Por otro lado, Ian, quien siempre se había creído dueño de sus impulsos, se encontraba fascinado por la tormenta que la mujer de ojos color avellana podía causar en él. Una tormenta que quería sentir una y otra vez, hasta ser consumido por ella. Sin embargo, con la poca razón que le quedaba, tomó el abrigo de Alice y se lo extendió. Ella lo recibió y lentamente lo puso en su cuerpo, mirando hacia la ventana, intentando divisar alguna estrella fugaz para desear un poco de fuerza y razón.

- Espero que mantenga su parte del trato -- La exigencia lo sorprendió, y lo hizo recordar que ella no estaba en su departamento por voluntad propia. El pensamiento lo molestó, pero al recordar como Alice había reaccionado ante él, la idea de transformar su chantaje en un placer mutuo se instaló en su mente. Vio a Alice caminar hacía la puerta, y tan pronto ella abandonó el departamento, una sonrisa maliciosa se formó en su rostro.

Había encontrado el oasis en medio del desierto. El Santo Grial del cual quería beber por siempre. A una mujer gloriosa, capaz de hacerle sentir que estaba en el cielo y en el infierno a la vez. Y no tenía pensado dejarla escapar.

La Bailarinaحيث تعيش القصص. اكتشف الآن