PRÓLOGO

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| "...Se adentró en el castillo hasta llegar a la habitación donde dormía la princesa. Durante mucho rato contempló aquel rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que siempre había esperado en vano. Emocionado, se acercó a ella, se inclinó a la muchacha y delicadamente la besó. Con aquel beso, de pronto la muchacha abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño. Al ver frente suyo al príncipe, murmuró: "¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento tanto tiempo esperado." El encantamiento se había roto. La princesa se levantó y tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el castillo despertó. Todos se levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido. Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y feliz que nunca" |

¿Por qué siempre debía ser una princesa y un plebeyo? ¿O una plebeya y un príncipe? ¿Por qué en todos esos estúpidos cuentos debía ser el príncipe el que salvara a la tonta chica de buenos sentimientos de la bruja mala? ¡Y para colmo, siempre debía ser el hombre más lindo de todos el que salvase el día! ¡Bah!

¿Por qué no podía la chica salvarse por sí misma? O mejor aún, ¿Por qué no podían ser dos chicos? ¿Qué tenía de malo que fuese una historia homosexual? ¡Por eso había tantas niñas tontas que crecían creyendo que algún día conocerían a su príncipe azul, solo para darse cuenta más tarde que eso no existía, sumiéndolas en una especie de depresión!

—¡Baah!— gruñó un pequeño chico de cabellera rosada. Frunciendo el ceño, apartó su mirada del libro que sostenía entre sus largos y gráciles dedos.

—¿Qué pasa ahora, Yong?— al escuchar su nombre, el hermoso muchacho giró su cabeza, encontrándose con la tranquila e incluso divertida expresión de su mejor amiga, ChaeRin.

—¿Por qué los cuentos deben de ser tan racistas?— la muchacha le miró sin entender de lo que hablaba esta vez su mejor amigo. Frunciendo el ceño, se acercó a delgado chico y tomó de entre sus manos un libro de pasta beige que leía al frente La bella durmiente.

—¿Racista? ¿De qué hablas, Yong? Es solo la bella durmiente. Yo adoro esta historia, es muy romántica, o por lo menos la versión de cuento de hadas.

—¡Racista, dije!— chilló enojado— ¿Cómo puede ser así? ¡Es tan machista!— su amiga le miró aún sin entender— Solo la última parte me hace querer vomitar. ¿Por qué siempre tiene que ser una chica desvalida que necesita que un idiota machista le salve? ¡Y por qué demonios debe de ser una linda chica delicada!

—Yong, es solo un libro para niñas. Es obvio que tiene que ser así. Toda niña sueña con tener su príncipe azul que la salve de la bruja mala.— la rubia muchacha se carcajeó a costa de su mejor amigo, quien se limitó a virar los ojos— En todo caso, ¿De dónde sacaste ese libro?

—Una de las niñas que toman mi clase lo olvido aquí.— tomó un pequeño carruaje de juguete que estaba sobre su mochila— Junto con esto.— su amiga solo sonreía ante los gestos exagerados del pelirosado.

—En todo caso, no entiendo por qué te molesta. Yo también quisiera un hombre que me tratara como a una princesa. ¡Aún estoy a la espera de mi príncipe azul!

—Esos no existen, Rin. Solo existen hombres estúpidos que creen que pueden tratarte como la damisela desvalida que necesita ser salvada de la bruja mala.— gruñó— Como mi último novio, ese idiota creía que yo era su dulce florecilla. ¡Yo no quiero eso!

—¿Y entonces que quieres?— su amiga viró los ojos, divertida.

—Quiero a un hombre rudo, que me lleve en su motocicleta a las tres de la mañana por la ciudad. Quiero a un hombre que me haga el amor salvajemente. Que me traté como lo que soy, un chico que puede valerse por sí mismo. Yo no quiero flores y corazones. No soy de ese tipo de personas. Yo quiero algo real.

—Estás completamente loco.— la muchacha rio divertida solo para girarse y salir del pequeño salón, yendo por sus cosas.


¿Qué había de malo en lo que él quería? Las últimas relaciones que había tenido, las había terminado él. Esos tontos creían que podían tratarle como a una mujercita que necesitaba un macho para salvar su día.

Quizás la forma en que los nuevos chicos trataban a sus relaciones, era culpa de esos estúpidos cuentos de hadas. En todos y cada uno, dejaban ver a las mujeres como una hermosa criatura que necesitaba ser protegida. Sí, sí, tenía claro que él no era una chica, pero por alguna razón, en todas sus relaciones sus parejas así lo creían.

Querían que fuese lindo y delicado. Se aterrorizaban porque salía tan tarde de la academia de danza. Chillaban de angustia cuando conducía su motocicleta. Y se encanalizaban cuando quería que fuesen rudos en la cama.

Para él no todo era amor. ¿Qué había del sexo? Él era un hombre al que le encantaba, y si bien él era el pasivo, eso no cambiaba nada. Él quería una relación que le hiciera sentir adrenalina. Estaba cansado de que tratasen de cambiarle por alguien delicado, él podría serlo todo menos eso.

Agitó su cabeza un par de veces, recogiendo ambos objetos que su pequeña estudiante, anduvo con ellos hasta donde se encontraba su casillero. Al día siguiente se encargaría de regresarlos. Notó que su mejor amiga hablaba por teléfono por lo que no dijo absolutamente nada, simplemente se despidió con la mano y luego salió de la academia, encontrando al guardia de seguridad, al cual le sonrió con amabilidad para luego atravesar las puertas de cristal.

Vio su Honda estacionaba a unos cuantos metros, justo al lado de un auto que apenas llegaba. Caminó a paso firme hasta su motocicleta, dejando de lado el hecho de que alguien se disponía a bajar del auto. Sobre su hombro descansaba su bolso, por lo que lo tomó con una de sus manos en un agarre firme. Sintió su piel erizándose, quizás debió haber traído una pequeña chaqueta esa mañana o por lo menos una camisa que mostrase menos. Apenas era una camisa sin mangas que dejaba entrever un poco sus costillas.

Sintió su teléfono vibrar desde el bolsillo de sus holgados pantalones, por lo que bajó la mirada para buscarlo, sin percatarse de que alguien igualmente se movía sin prestar demasiada atención, hasta sentir como era arrojado al piso, cayendo sobre su trasero.


—Maldición.— murmuró apenas al sentir un dolor en su cadera.

—¡Oh dios! ¡Lo siento tanto, señorita!— escuchó decir aquello a una gruesa voz que logró erizar los vellos de su nuca. Alzó la mirada, completamente intrigado, ignorando el término. Ji Yong se encontró con los ojos más oscuros que nunca había visto. Sínicamente descendió un poco la mirada, apreciando unos preciosos y apetitosos labios rosados en forma de corazón. Se dio cuenta de que aquella persona estaba tendiéndole una mano, por lo que se limitó a tomarla, sin siquiera decir o hacer otra cosa, hasta que sintió un dolor en la cadera, cosa que le hizo quejarse— Lo lamento, señorita. ¿Se lastimó? ¿Le duele mucho?— su subconsciente ni siquiera tomaba en cuenta esa corta palabra que debería de tenerlo echando humo por las orejas, él solo podía concentrarse en aquella ronca y excitante voz. De pronto sintió un firme agarre en sus caderas, cosa que le hizo volver a la realidad al poder sentir el cálido tacto sobre su piel ya que su camisa se había alzado un poco. Alzando la mirada, se encontró de nueva cuenta con aquellos profundos ojos negros.

—Estoy bien.— apenas y murmuró.

—¿Segura?— la incógnita le hizo reaccionar y fruncir el ceño. Separándose de ese cálido tacto que quería seguir sintiendo, le miró fingiendo irritación.

—Seguro.— dijo firme, frunciendo el ceño— Soy un chico.— el hombre frente a él le miró sorprendido.

—Lo siento mucho.— sonrió incómodo— Es solo que...

—¿Parezco una chica?— le cuestionó con las manos en las caderas. Sí. Quiso decir el de oscura mirada— Quizás...— se respondió él mismo— Pero no lo soy. Si me disculpa, me tengo que ir.— mirándole una última vez, se subió a su Honda y luego de unos segundos, se alejó de allí, dejando a aquel hombre con ganas de mirarle un poco más.    

ATYPICAL PRINCESSWhere stories live. Discover now