6. Correcto

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Llevaba casi tres meses trabajando con el Profesor Galván y era algo realmente extenuante, pero me gustaba, me mantenía al límite siempre

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Llevaba casi tres meses trabajando con el Profesor Galván y era algo realmente extenuante, pero me gustaba, me mantenía al límite siempre. Me encantaba la forma en que se manejaba, todo era tan ordenado y preciso, nada fuera de los tiempos ni de los esquemas que él mismo preparaba. La verdad eso me asombraba muchísimo y solo lograba extender mi admiración por él, era tan distinto a mí que soy la personificación del caos y el desorden. Sin embargo, desde que estaba trabajando con él me había visto en la obligación de organizar mejor mi vida y mis horarios para no fallarle, y eso era bueno.

Durante las vacaciones habíamos trabajado días de por medio, luego lo hacíamos a diario. Podría decir que tenía una especie de conexión especial con él, o al menos así lo sentía yo. Es como si no necesitara demasiada información para saber lo que quería o lo que necesitaba... respecto al trabajo, claro. A nivel personal era un verdadero misterio. Lo había visto actuar con sus alumnos de diferentes cursos, era capaz de reconocer a todos por la voz y eso era algo asombroso, ni yo que los conocía de vista podía recordar tantos nombres. Pero a todos los trataba exactamente igual, no era rudo ni maleducado, pero era completamente impersonal, era como si no tuviera ningún sentimiento, ninguna emoción. A veces los alumnos se le acercaban a explicarle algún motivo por el cual no habían podido hacer alguna tarea o lo que fuere, y él no se conmovía nunca, era como si le diera igual. Era un hombre realmente frío y distante.

Sin embargo había descubierto que tenía debilidad por Sonia, su secretaria. Una vez entré al despacho antes de que ella saliera y sin que me vieran, los oí hablando. Ella le llevaba algo para tomar y él le agradecía llamándola: mamama. Incluso su voz al hablar con ella se suavizaba de una forma especial, y ella lo cuidaba, eso era obvio.

Estaba sentada en la cafetería, el profesor de Castellano no se presentó así que aproveché para adelantar un trabajo. Roberto estaba conmigo estudiando para una prueba.

—Oye, ¿y cómo te va con Galván? —me preguntó esa tarde.

—Bien, demasiado bien... —sonreí.

—No sé cómo entender ese «demasiado». ¿Acaso ya lo metiste entre tus piernas? Si es así por favor cuéntame cómo es —murmuró emocionado yo solo negué y sonreí.

Con los ojos del alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora