25. Defendiéndote

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Las cosas volvieron a la normalidad, o eso quise creer... o mejor dicho, hacerme creer a mí mismo. Cuando uno vive tantos años ocultándose de todo y de todos, cuando uno se pasa la vida tratando de esconder —hasta de sí mismo— aquello que siente, es más fácil fingir que todo está en orden. Aun cuando es la primera vez que mi corazón sintió todo aquello, que mi mente me llevó a ilusionarme, a soñar que quizás y después de todo, había alguien que podría amarme... que a lo mejor también yo podía merecer aquello.

Me dolió enterarme de la realidad y luego del golpe y la rabia, me sentí muy mal. Ella no lo había hecho porque estaba enamorada de ese chico, lo había hecho solo por ayudarlo. Me había dicho que lo hubiera hecho también por mí. Me costaba entender aquello porque yo no tenía amigos que se jugaran por mí de esa forma, no tenía a nadie que sacrificara su trabajo y sus estudios por hacerme un favor. Pero luego medité un poco más, si ella hubiera necesitado algo, yo lo hubiera hecho también, sin pensarlo dos veces, aunque nunca fuéramos más que amigos... Y lo entendí.

A la mañana de aquel lunes decidí no presentar el informe, le dije a mamama que lo rompiera, que lo olvidara, ella no dijo nada pero adiviné su felicidad, la conocía demasiado. Hablé con Solange y solicité un permiso para que el chico rindiera un nuevo examen que le diera la oportunidad de recuperar esa nota. No quería perjudicar a alguien a quien Ámbar quería. Lo mandé llamar a mi oficina y él entró atemorizado, seguro porque ya sabía lo sucedido.

—Profesor Vargas, me dijeron que me mandó a llamar.

—Así es, Cabral. Tome asiento.

—Profesor, si es por lo del trabajo... yo... Solo no perjudique a Ámbar, ella no se lo merece, es una gran persona... Si quiere, puede culparme a mí, asumiré la responsabilidad de lo que ella hizo. —Aquello me extrañó, el joven daría la cara por ella cuando que en realidad él no había hecho nada. Eso debía ser de lo que Ámbar hablaba cuando me dijo que eran amigos. Me dio un poco de celos el saberla tan cerca de él; pero no porque tuviera celos de él como hombre, sino porque anhelaba ese lugar... conocerla como nadie la conocía.

Con los ojos del alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora