39. Clases.

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El despertador sonó a las seis de la mañana y con él, sonaron mis pies en el suelo para sentarme en la cama y levantarme para prepararme, pues hoy empezaba la escuela de adultos.

Escuela de adultos, centro de adultos, clases, academia o lo que era igual; muchísimas personas en una habitación pequeña, muy juntos, compartiendo ese espacio hasta mediodía y...

No.

Esa Katie insegura había muerto ayer con mis pensamientos negativos, nada de eso iba a influir en mi vida de ese modo de nuevo. Todo iba a cambiar para bien de una buena vez por todas.

Me lo merecía.

Entré al baño con la ropa previamente Abby yo habíamos quedado llevar para ir conjuntadas. No quería ponerme esa ropa, pero no pude hacer que cambiara de opinión de ninguna manera.

Era imposible hacerla cambiar de opinión, siempre tenía una respuesta que darme y no quería contradecirla. Quería que me enseñara sus formas, que me enseñara cómo ser una despreocupada chica de veinte años.

Me aseé y me lo puse viéndome al espejo. No estaba cómoda, pero me dijo que me nos veríamos genial, que yo me vería genial. Incluso me dijo que después me pondría maquillaje en el baño y me enseñaría a maquillarme.

No estaba acostumbrada a usar faldas a pesar de que me había puesto alguna que los chicos habían elegido y comprado para mí, pero aún así me sentía algo desnuda al saber que iba a ir a clase, donde todas las personas eran desconocidas, de esta manera.

Abby me había dicho que me pusiera una medias por encima de la rodilla, pero eso no lo iba a hacer, me iba a poner unas normales. Un poco altas, tal vez, pero no tanto como esas, ya que iba a llevar mis botas de siempre.

Seguí mirándome en el espejo cuando mis ojos llegaron a mi parte superior; una camisa blanca de botones y una chaqueta de punto. Abby me dijo que usara corbata, pero no tenía ninguna, así que no me podía poner que no tenía.

Me sentía rara y no entendía por qué se suponía que debíamos usar esta ropa como si fuéramos colegialas, pero de algún modo mi amiga me había influenciado con ese estado de ánimo tan feliz, tan contagioso, y no quería decepcionarla.

Salí a la habitación de nuevo, me colgué la mochila preparada de anoche antes de dormir, aunque sólo llevaba un cuaderno y un estuche con utensilios, pues los libros me los deberían de dar hoy en al acabar el día, y salí al pasillo.

Cuando llegué a la cocina, tenía una mano en mi mochila sobre mi hombro y la otra tiraba un poco de mi falda hacia abajo porque nunca a penas había usado alguna en mi vida salvo por estos días atrás y me sentía rara yendo a clases con una.

Mike estaba ahí junto a los demás chicos, mirándome todos cuando entré, lo que me hizo sentir incómoda por mis anchos muslos medio-descubiertos, pero enseguida me mentalicé que eso quedó atrás y sonreí sin mostrar los dientes.

—Buenos días, chicos. —Saludé dejando la mochila en una silla de la barra.

Ellos me dieron unos asentimientos o sonrisas mientras me saludaban de vuelta y me subí a la encimera para beberme una taza de café que Matt me había extendido para el desayuno junto a mis reglamentarias pastillas de vitaminas y un plato pequeño de fruta picada.

Pude sentir la mirada de Mike en mí todo el tiempo, frunciendo el ceño, pero no quería que supiera que me sentía incómoda usando esto. Quería demostrarle que ya era una adulta, que podía usar lo que quisiera, y que iba a recuperar mi vida.

—¿Qué hacemos hoy? —Preguntó Ian a mi lado.

—Clases de nuevo. —Respondí comiendo del platillo sobre mis muslos y rió mirándome de arriba a abajo rápidamente con un poco de rubor.

Katie.Where stories live. Discover now