42. Querer, deber y poder.

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Llegamos a casa, aparcó el coche y solo estaba el vehículo de Matt a la vista, que seguía averiado, y eso me puso nerviosa porque significaba que estaríamos solos.

Ahora que me veía en la situación real, no sabía si quería hacer lo que mi boca había dicho sin pensar con esa rudeza, pero era más por mí, mis inseguridades y mi horrible cuerpo marcado con cicatrices, que por él.

Sabía que él no haría nada que me pudiera hacer sentir incómoda o asustada, que si le decía de parar, él pararía, pero mi miedo y vergüenza de experimentar la primera vez voluntaria estaba ahí.

Ni siquiera había sido capaz de explorar mi propio cuerpo aún.

Aunque John me obligaba a estar "presentable" siempre y no tenía vellos en ningún lado que no fuera la cabeza, eso no era el problema; el problema eran las cicatrices que me quedaban, que habían algunas verdaderamente horribles y desagradables de mirar.

Nos bajamos del coche, yo sintiendo su mirada comiéndome de arriba abajo, entramos en casa y nos dimos cuenta de que el único que estaba en el salón jugando a la consola era Josh, así que suspiré internamente.

No miré a Néstor para saber si iba a llevar a cabo mis palabras y ruegos o no, aunque lo dudaba ahora que había alguien más en casa. Solo saludé a Josh con un beso en la mejilla y subí a mi habitación con la excusa de hacer todos los deberes atrasados.

Suspiré en la soledad de mi habitación, me pasé la mano por la frente que comenzaba a sudar y me quité los zapatos junto a la mochila lanzándola al suelo, por alguna parte cerca del escritorio.

Me tiré sobre la cama boca abajo y di un pequeño rebote, pero eso no me impidió apretar mi cara con fuerza contra la almohada para hacerme saber que no era un sueño, que estaba viviendo esto de verdad.

Me apoyé con los antebrazos en el colchón, miré mis babas en la almohada y me reí en silencio, simplemente porque me había hecho gracia el apretar hasta que la saliva salió y porque tenía que calmar mis nervios de alguna forma, aunque ahora estaba más aliviada.

Aliviada en el sentido de que Josh estaba con nosotros y no podríamos llevar a cabo lo que le pedí, porque de verdad se lo pedí y no sabía si estaba preparada para tener relaciones sexuales de forma voluntaria.

Quería, sí, y con él, después de todo lo que me había imaginado, quería mucho más, pero estaba llena de dudas, inseguridades y preguntas. Todo era un caos en mi cabeza.

¿Y si no le gustaba? ¿Y si no me gustaba a mí? ¿Y si no sabía que hacerle? ¿Y si me dolía? ¿Y si no le gustaba mi cuerpo? ¿Y si se levantaba y se iba? ¿Y si en el momento mi mente decidía recordar cosas? ¿Y si me ponía a llorar o me daba un ataque de pánico mientras lo hacíamos?

Esas últimas preguntas serían humillantes si pasaran y quería dejar de pensar tanto por unos minutos o tal vez horas.

Josh estaba aquí, así que Néstor no iba a poder entrar en mi habitación.

Miré el reloj de la mesa de noche y vi que eran casi las cuatro y media de la tarde, por lo que me levanté, encendí el ordenador y me puse música con los auriculares conectados mientras hacía todas las tareas posibles.

La directora le había dado a Mike todos los libros y él los había traído a casa, pues estaban sobre mi escritorio menos los que yo necesitaba en el día, que seguían en mi mochila hasta que los saqué para hacer los deberes de hoy.

Intentaba concentrarme, de verdad lo intentaba, pero no podía porque el momento "aparcamiento-beso-conversación" seguía repitiéndose una y otra vez en mi cabeza, seguido de dudas sobre si el momento hablado llegaba y de muchas fantasías sexuales, hasta que me vi forzada a parar de escribir.

Katie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora