47. -La verdad.

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Cuando Mike aparcó el coche en el jardín de casa le dije que saldría un momento a hablar con Abby sobre las fotos, lo cual aceptó porque ya le había contado en el camino, y terminó de entrar en casa mientras yo volví a salir poniendo rumbo hasta el parque.

Me senté en uno de los muros rodeando los árboles y miré la gente pasar esperando que mi amiga llegara, puesto que ya habíamos acordado vernos aquí en unos minutos para explicarle todo, deseando por mi parte que no estuviera muy enfadada.

Vi su pelirroja cabellera aparecer doblando la esquina y di un salto para bajarme de donde estaba sentada, acercándome a ella, y me sentí bastante mal al ver que en su cara no había ni rastro de sonrisa o mueca amigable.

—Estoy esperando. —Me dijo lo más seria que podía estar, se cruzó de brazos y yo suspiré.

—Ven conmigo y te lo explicaré todo. —Asintió despacio, desconfiada.

El camino hasta casa, donde la quería llevar para no tener más secretos con ella, fue silencioso y un tanto incómodo por ambos lados, aunque más por el mío porque fui yo quien le ocultó cosas.

Tenía mis motivos para hacerlo y eso era exactamente lo que iba a hacer, explicarle todo en el momento en el que llegáramos a mi casa, le presentara a los chicos como debía ser y subiéramos a mi habitación para hablar con más calma.

Por el rabillo del ojo, miré su atuendo; una falda de cuero color rosa brillante muy corta y ajustada, un crop-top blanco que le cubría desde el ombligo hacia arriba y unas sandalias de tacón alto que la hacían parecer más alta que yo, un poco más de lo que ya era.

Eso hizo que me mirara de arriba abajo para ver las visibles diferencias entre nosotras, dándome cuenta de que éramos más diferentes de lo que pensaba, tanto en personalidad, de la que ya me había dado cuenta desde que la conocí, como físicamente.

Yo llevaba una falda negra que me cubría la mitad de los muslos, medias de rejilla, una camiseta de color gris oscuro normal y corriente metida por dentro de la falda y un par de botas militares nuevas que conseguí el día que fui de compras con los chicos.

Su maquillaje quedaba perfecto en su rostro; ese brillante gloss, ese rubor rosado, esa sombra de ojos brillante y ese delineador de ojos rosa que solía usar con formas extravagantes alrededor de los ojos. Incluso solía dibujar unos pequeños corazones rosas en sus mejillas.

Mi maquillaje era lo más básico que podía hacer porque no sabía cómo hacerlo mejor; cat-eye negro bordeando mis párpados superiores, un poco de rubor y un gloss muy sencillo sin color.

De repente, no me gustaba la idea de llevarla a su casa y que la vieran vestida así porque, claramente, se veía que Abby era mucho más mujer que yo en todo; proporciones, belleza y cuerpo en general.

No quería que los chicos la vieran.

No quería que Néstor la viera.

No quería que Ian la viera.

Despejé los celosos pensamientos de mi cabeza porque ya estábamos en la puerta del jardín y mi llave ya estaba en la cerradura abriendo para que pudiéramos entrar.

Cerré detrás de mi amiga y vi su mirada de incredulidad, tan iluminada y brillante viendo la casa o los alrededores que me hizo sonreír ligeramente.

Sabía que para ella esto era un sueño, que los idolatraba a los cinco, pero Abby, al ver que me relajé, volvió a poner una expresión seria.

Atravesamos el jardín hasta la puerta de casa, abrí y la dejé pasar primero para poder cerrar yo de nuevo, volviendo a ver que ella miraba para los abrigos en el perchero de forma sorpresiva, como si no se pudiera creer que todo esto estuviera pasando de verdad.

Katie.Where stories live. Discover now