2. Garra de Dragón

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El «viernes de velada» inventado por Adara resultó ser una celebración de lo más curiosa y divertida. Todos los caballeros y escuderos del castillo estaban reunidos alrededor de la gran chimenea, cuyas llamas ondulaban y se retorcían como si bailaran una lenta danza. Había chocolate caliente y pasteles en abundancia, aunque los caballeros y las damas enseguida habían optado por el vino y los licores, haciendo que alguno perdiese la compostura. Mientras que Toravik se balanceaba de un lado para otro con la botella en la mano, maldiciendo a Arakaz y haciendo promesas imposibles de cumplir, el caballero Harim abandonó por completo su seriedad habitual y deleitó a todos con un baile de lo más ridículo al ritmo de los timbales y laúdes que tocaban un grupo de escuderos de quince años. Lamentablemente no consiguió que la dama Mirena se uniera a él por más que insistió, así que Rodrigo y sus amigos se quedaron con las ganas de ver a la enfermera perdiendo los papeles por primera vez.

—¿Alguna vez la has visto gastar alguna broma o hacer alguna tontería? —preguntó Aixa a Noa.

—¿Qué? ¿De quién hablas? —se sobresaltó Noa, que tenía la cara muy pálida y le temblaban las manos.

—¿Te encuentras bien, Noa? —le preguntó Vega.

—Eh... Si, si, no pasa nada —respondió ella, enrojeciendo de repente.

En ese preciso momento terminó la melodía y los escuderos apoyaron sus instrumentos en el suelo, saludando discretamente. Todos empezaron a aplaudir y el caballero Harim se puso a hacer reverencias a uno y otro lado, como si fuera la gran estrella del espectáculo.

—Muchas gracias chicos por vuestra magnífica actuación —dijo Adara, poniéndose en pie—. Y como no, también a nuestro animador espontáneo, el caballero Harim.

Una vez más el caballero se puso a hacer reverencias, arrancando nuevos aplausos del público.

—Ya nos va quedando poco —dijo Adara—, pero me parece que aún tenemos pendiente una canción, ¿no es así, Noa?

Rodrigo y sus amigos se volvieron incrédulos a mirar a su compañera, que se había puesto roja como un tomate.

—No... es que aún... —susurró Noa—. Está muy mal... tengo que arreglar muchas cosas...

—¡Así que eso es lo que estabas haciendo! —se sorprendió Aixa— ¡Estabas escribiendo una canción! ¡Venga, que seguro que está fenomenal!

—No, no, en serio. Aún no está lista —insistió Noa, pero Óliver no la hizo caso y se puso a animarla diciendo "Noa, Noa, Noa..." y muchos otros se unieron a él. A los pocos segundos todos los caballeros y escuderos de Gárador coreaban el nombre de la muchacha y la pedían que cantara su canción. Finalmente la cogieron entre cuatro de los escuderos más mayores y la llevaron hasta el centro de la sala. Estaba claro que Noa había ganado mucha popularidad desde que jugó un papel crucial en la recuperación de Adara y la derrota de Balkar. No obstante, cuando los cuatro chicos se retiraron y se hizo el silencio, Noa se quedó de pie, tiesa como un palo y sin levantar la mirada del suelo, pero de su boca no salía ningún sonido. A los pocos segundos Kail y sus amigos se pusieron a aplaudir gritando "bravo, bravo" y pidiendo "otra, otra...". Entonces una vocecilla comenzó a abrirse paso entre sus voces y todos les chistaron para que se callaran. Noa había empezado a cantar, y su voz era absolutamente increíble. Rodrigo no había escuchado nunca nada parecido. Nada más oír las primeras palabras sintió como se le empañaban los ojos y una profunda emoción recorría todo su cuerpo. Entonces empezó a darse cuenta del terrible daño que Arakaz estaba causando a sus amigos, a sus compañeros y a todos los habitantes de Karintia. Él creía que ya lo entendía, pero estaba muy equivocado. Nunca había llegado a ser plenamente consciente del sufrimiento que habían tenido que pasar sus amigos. Nunca, hasta escuchar la canción de Noa:

Rodrigo Zacara y el Asedio del DragónWhere stories live. Discover now