Salpicando en el lienzo

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Era un día como cualquier otro, desperté temprano, con un afro de cabello por supuesto, nunca logro arreglar bien esa cosa, siempre suelo dejar las puntas con nudos,  es por ese que este, mi primer día en una nueva escuela sería diferente, esta vez empezaría de nuevo, otra vez. Ya era la quinta vez que cambiaba de escuela, la verdad no me importaba mucho las escuelas eran las mismas, la gente era la que era diferente, en un lugar eran muy amables en otros eran más alocados, era divertido imaginar qué tipo de escuela será esta.

Me asome al espejo ya cambiada y arreglada, mi cabello rubio castaño apenas me llegaba un poco mas debajo de los hombros y ya quería cortarlo, una camisa rosa con pantalones azules y zapatos rojos, no era una buena combinación pero fue lo primero que vi.

-Buenos días mi estrellita- me saludo mi abuela cuando entre a la cocina – Feliz primer día de clases.

Mi abuela era un poco del tipo alocado, siempre creía en lo imposible, pero si la veías de lejos no lo parecía, ella siempre vestía formal, como si fuera presidenta de una gran empresa o una directora de una prestigiosa escuela.

-Buenos días Abuelita- le di un beso en la mejilla - ¿Adrian aun no se levanta?

-Ya sabes cómo es para él los primeros días – dijo mi abuela sirviéndome mi plato con hot cakes- tarda un tiempo en que se le acaben las excusas para no ir.

-¿En qué excusa va ahora? – dije un poco divertida

-L e duele el estomago – dijo con una mueca – le di unos laxantes – me guiño el ojo – cuando salga del baño lo llevare directamente a su escuela.

Casi derramo el jugo que había en mi boca, me había causado mucha risa eso.

-Para tener 14 años es muy gallina – dije – debería empezar a madurar

-Hablando de crecer- dijo la abuela - ¿Recuerdas que se festeja mañana?

-¿el segundo día de clases? – respondí

-No – dijo la abuela con un tono serio – Vamos, adivina

-¿El día de la abuela? – dije

-Niña tonta – dijo dándome una palmadita en la cabeza – ¡Es tu cumpleaños!

-Ohh – dije rodando mis ojos, realmente no me acordaba, no es un día al que le de mucha importancia, las fiestas y esas cosas son solo para niños pequeños y mimados.

-¡Cumplirás 17 años! – Dijo con una radiante sonrisa - ¡Ya serás toda una adulta!

-Técnicamente seré adulta hasta los 21 – dije – lo dice en la constitución

-No seas una aguafiestas- dijo – mañana será un día extra-súper especial ya lo veras – dijo y enseguida salió de la cocina al escuchar la puerta del baño cerrarse.

Lentamente termine mi desayuno y justo cuando acababa de desenchufar el cargador de mi iphone escuche un claxon sonar afuera.

-Ya llegaron por mi – le grite a la abuela mientras salía apresurada por la puerta, pude escuchar un ligero “diviértete” antes de que se cerrara completamente la puerta.

La persona que estaba conduciendo una camioneta verde y anticuada era mi Tio Stuart, no lo veía desde hace 2 años, así que me saludo con mucho gusto. Le pregunte sobre mi prima Sofia, hacía mucho tiempo que no la veía, ella me había ayudado tanto, me había ayudado a abrir mi capullo y a acabar con todas las cosas que me pesaban, si alguien se merecía un premio nobel de la paz, seguro era ella.

-Esta….bien- me dijo mi tío – Aun sigue en el internado en Canadá.

Su voz sonaba algo incomoda, pero no le di mucha importancia, mi tío solía siempre ver el lado negativo de las cosas.

Llegando a la escuela me despedí y de un brinco baje de la camioneta.  Salir de un salto era algo así como una tradición para mí y para mi hermano, me lo había enseñado mi abuela la primera vez que me cambie de escuela.

“-Da un gran brinco – me dijo – Brinca e imagina que dejas atrás las cosas que ya pasaron y llegas a un nuevo lienzo en blanco y con los pies pinta tu nuevo camino. “

Así que así lo hacía, siempre, imaginaba que cuando brincaba salpicaba pintura de colores sobre todo alrededor y ya sentía que todo lo que había salpicado, ahora era mio.

Buscando a CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora